Arde el pulmón del planeta
Por Carlos Iaquinandi Castro (*)
Si va a haber un futuro para la humanidad,
va a ser un retorno a lo que era nuestra ética original.
Hugo Blanco, líder campesino peruano.
La Amazonia brasileña desde sus fronteras con Perú, Bolivia y Venezuela registra más de 33 mil incendios forestales en lo que va del año. La cifra supera en un 84 por ciento a los incendios que se registraron el año pasado durante el mismo periodo. Pero desde comienzos de agosto los nuevos frentes de fuego avanzan rápidamente, cubriendo miles de hectáreas.
Tragedia para Brasil y para la Humanidad
Esta catástrofe ambiental no solo afecta a Brasil y a su entorno territorial. Sus consecuencias se extienden a todo el planeta. El área amazónica abarca el 5 por ciento de la superficie terrestre, y corresponde a ocho países sudamericanos, de los cuales el 60 por ciento está en Brasil. Esa foresta absorbe millones de toneladas de bióxido de carbono con lo que reduce el efecto invernadero. Allí viven tres millones de indígenas en unas 600 reservas, y se hablan más de un centenar de lenguas y dialectos. El área alberga también una fauna y flora diversa, miles de especies de plantas, de insectos, de peces, aves, reptiles y mamíferos.
La región tiene casi el 20 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta
Por su territorio cursan las aguas del Amazonas el río más caudaloso y largo del mundo, que nace en Perú y desemboca en el Atlántico en las costas brasileñas. Sus alteraciones inciden en las corrientes oceánicas. Se supone que su cauce contiene una quinta parte del agua dulce en estado líquido del planeta. Según la Unesco, si no cambia el modelo de consumo y preservación de esa riqueza, para el 2030 el déficit hídrico puede llegar al 40 por ciento. Según las Naciones Unidas y expertos internacionales, el agua puede ser motivo de “guerras” en las próximas décadas.
Cómplices activos y pasivos de la tragedia
El desastre no solo debería preocupar a los brasileños y a sus vecinos, sino a todo el mundo. Pero una vez más topamos con los neo-totalitarismos que predican el “no me importa”, se burlan de los más desprotegidos y mienten cada vez que hablan.
El presidente Jair Bolsonaro ganó las elecciones con diversos apoyos concretos. Uno de los principales fue el de los poderosos grupos del sector empresarial agrícola, que durante años han tratado de ensanchar sus territorios a costa de asentamientos indígenas o de comunidades de campesinos. Los terratenientes en muchos casos ejercieron la violencia: asesinatos, secuestros e incendios. Pero con la llegada de Bolsonaro al poder, sus acciones cuentan con mayor tolerancia judicial, y se promulgan normas y leyes que les favorecen.
Los afectados denuncian a Bolsonaro
Por ello, diversas organizaciones ambientalistas, movimientos indígenas y campesinos y el Partido de los Trabajadores, responsabilizan al presidente Bolsonaro de la tragedia ambiental. El gobierno responde expresando dudas sobre las mediciones de las áreas afectadas que realiza un organismo oficial especializado. La comunidad científica brasileña y mundial ha respaldado los métodos del ente estatal que monitoriza la desforestación mediante satélites. Pero como Bolsonaro se maneja con parámetros similares a los de personajes como Donald Trump o Matteo Salvini, ha intentado culpar de los múltiples incendios a las ONG, aunque admitió que no tiene pruebas.
Muy similar a lo que sucede con las tragedias en el Mediterráneo, donde en lugar de erradicar las causas de los éxodos de quienes huyen de guerras, ocupaciones militares, expolios de recursos o dictaduras, se intenta culpabilizar a los que recogen y salvan a los náufragos. Y para ello utilizan la mentira, las redes sociales y el control o influencia sobre los medios masivos de comunicación. Pero los hechos ponen en evidencia quiénes son los perjudicados por los incendios y a quiénes potencialmente habrá de beneficiar.
Datos concretos
Por ejemplo, en áreas de protección ambiental, sólo en esta semana se han producido 68 incendios en territorios indígenas, donde se han quemado cosechas y viviendas precarias. En el estado de Matto Grosso, los incendios han aumentado más de un 200 por ciento con respecto al año pasado. “Bolsonaro cumple su compromiso con los hacendados y los grupos económicos”, titulaba un diario del “Movimiento de los Sin Tierra” al pie de una gran foto de la ciudad de San Pablo oscurecida casi por completo en pleno día por nubes de humo denso que llegaban desde la zona amazónica. Parte de los estados de Matto Grosso y Paraná sufrieron el mismo fenómeno. Los grupos agropecuarios y los consorcios mineros internacioales son señalados como beneficiarios de la desforestación.
Bolsonaro, en la ruta de Trump y de Salvini
Brasil ha pasado a formar parte de los países que practican una política que favorece a sus sectores más poderosos, desmonta lo público y fortalece a los grupos económico-financieros.
Otras características comunes son el desprecio por la división de poderes, y por los acuerdos internacionales, comenzando por la Declaración de los Derechos Humanos de la posguerra. La soberbia y la prepotencia suelen acompañar sus discursos y proclamas. Ellos tienen sus propios parámetros de lo que está bien y lo que está mal. Intentan manejar el país como si fuera una finca particular. La demagogia, condimentada con burlas y amenazas, es su herramienta favorita para buscar el consentimiento de los ciudadanos.
El plan para privatizar todo lo público
El humo de los incendios amazónicos oculta, mientras tanto, un plan sistemático de entregar gran parte del andamiaje estatal del pueblo brasileño.
Paulo Güedes, ministro de economía formado en la escuela neoliberal de Chicago que formó parte del equipo de asesores del dictador Pinochet en Chile, está ejecutando un plan de privatización que abarcará a las principales empresas brasileñas. Entre ellas, la Casa de la Moneda, fundada en 1694; Datapreva, que gestiona el pago de 34 millones de jubilaciones; el Centro de Tecnología Avanzada, creado por el gobierno de Lula para tener autonomía nacional en microelectrónica; Telebras, la más importante empresa de comunicaciones o El Correo, que funciona como estatal desde 1663 y tiene una estructura gigantesca que llega a 5550 municipios.
Bolsonaro prácticamente entregará los resortes vitales del Estado brasileño a la empresa privada. Si sus planes se concretan, la desigualdad social, las carencias de millones de brasileños ya no podrán ser mitigadas por el Estado. Y Brasil es uno de los países más importantes del continente americano.
No solo se queman los bosques
No solamente está ardiendo la Amazonia, está ardiendo el futuro del pueblo brasileño y nuestro propio futuro, el de la Humanidad. Lo que allí ocurre incidirá en todos nosotros, vivamos donde vivamos.
Una vez más podemos recurrir a Bertolt Bretch cuando escribió “No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”.
(*) Por el Servicio de Prensa Alternativo (SERPAL).