Modelos económicos en disputa, otra vez
Por Natalia Daiana García *
Estamos llegando al final del mandato del gobierno de la Alianza Cambiemos y se impone un balance. La desregulación financiera, la apertura comercial, la ausencia de políticas laborales y el acuerdo con el FMI son las cuatro aristas de una política económica que perjudica principalmente a los sectores populares. En este año electoral se reaviva el debate entre dos modelos económicos contrapuestos: uno de exportación de materias primas y valorización financiera, y otro, de estímulo de la industria y el consumo con inclusión social.
En Argentina, el actual gobierno de Alianza Cambiemos, está implementado un modelo económico neoliberal de carácter regresivo. Fue precedido por una política económica de redistribución del ingreso a los asalariados a partir del estímulo de la demanda agregada. Esto vuelve a poner en entredicho dos modelos de país: uno asociado a la exportación de materias primas y a la valorización financiera, y otro, orientado al mercado interno, de estímulo a la industria nacional y al crecimiento del consumo.
Esta contradicción entre un modelo orientado al mercado interno, con sesgos de nacionalismo económico y políticas de inclusión social versus al modelo tradicional de exportación de productos primarios, apertura de importaciones de manufacturas, especulación y endeudamiento externo remite ya al siglo pasado. El economista Bruno Susani[i], analiza las rupturas de los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) respecto de la situación prevaleciente. Las rupturas de la política económica peronista fueron en primer lugar de orden social, en tanto impuso un cambio en la distribución del ingreso. Y en segundo lugar, porque puso a la industria en un rol central en el desarrollo económico. La política económica del primer peronismo es relevante en tanto los cambios de la política económica de la época evocan el debate actual entre políticas económicas ortodoxas y heterodoxas.
El primer peronismo surge en un contexto internacional favorable. Debido a la crisis del ‘30 y a la segunda guerra mundial la argentina comienza un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, se comienzan a fabricar en el país productos que antes se importaban, sumado a un proceso de aumento del trabajo urbano y la creciente participación del Estado en la economía.
A diferencia de Perón, Nestor Kirchner asumió la presidencia de la nación en el año 2003, en un contexto desfavorable en el plano interno. Tanto por la tremenda crisis económica que había atravesado la Argentina en 2001, como por la fractura de la legitimidad política neoliberal. Como respuesta a esta situación debía responder de manera urgente a las necesidades de vastos sectores sociales afectados por la pobreza, el desempleo e incluso la indigencia. Por otro lado, debía desplazar la economía desde lo financiero hacia la esfera productiva. La Argentina, encontraba ya en plena vigencia el modelo de valorización financiera implantado por la última dictadura cívico-militar (1976-1983) que se caracterizó no solo por la redefinición de la estructura económica, sino también por la articulación de este modelo con el sistema político y la sociedad civil. Todo ello, concretó la mayor “derrota popular” del siglo XX, a causa del aniquilamiento de los cuadros políticos de los sectores populares por medio del terror y el asesinato[ii].
Kirchner retoma entonces aspectos de la experiencia del primer peronismo como el objetivo del pleno empleo, el desarrollo de la industria nacional, la recomposición del mercado interno y la emancipación mediante la política de desendeudamiento respecto de los intereses extranjeros asociados al Fondo Monetario Internacional. A su favor tuvo el escenario latinoamericano que permitió junto con Lula Da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales y otros implementar nuevos mecanismos de integración regional.
En torno al debate sobre la política económica y el industrialismo se puede trazar un paralelismo que conserva gran actualidad. El nudo del debate es el desarrollo de la demanda de bienes de consumo en lugar de la planificación y la industria pesada. Muchos economistas criticaron las medidas del primer peronismo por considerar que la acumulación del capital y por ende el desarrollo económico fue desatendido en vistas de favorecer el consumo. Es decir, que el exceso de consumo puso un límite a la inversión. Dichas medidas serían “populistas” y con un objetivo clientelar. Las mismas afirmaciones se retomaron para el tercer gobierno peronista (1973-1976) y para los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández entre 2003 y 2015. La teoría neoclásica afirma que en una situación de equilibrio, la oferta (o sea todo lo que se produce), se transforma en demanda o inversión. Al contrario, la tesis keynesiana sostiene que la decisión de invertir se debe a los animal spirits, a la percepción de quienes poseen los capitales de que con la inversión obtendrán nuevos beneficios. Por lo tanto, la restricción del consumo en una economía capitalista, al contrario de lo que indica la teoría neoliberal, más que favorecer la inversión, corre el riesgo de trabar la acumulación del capital y el crecimiento económico.
Desde la llegada de Cambiemos al poder en 2016, se espera una “lluvia de dólares” proveniente de la inversión extranjera. Sin embargo, nada de esto ha sucedido, más bien el retorno a la valorización financiera y el mayor endeudamiento externo, con la emisión de bonos a cien años, lejos de favorecer la inversión, promueven la fuga de capitales, la desindustrialización y la transferencia de recursos de los asalariados a los sectores más concentrados de la economía, junto con nuevos bolsones de desocupación y pobreza. Todo esto remite al modelo ortodoxo de un país semi-colonial, mero exportador de materias primas y proveedor de servicios financieros. Y así llegamos al 2019, y la historia se repite nuevamente. Otra vez las elecciones tienen como trasfondo la disputa de un modelo económico que pueda bajar la inflación, estabilizar la economía y recuperar los ingresos reales. Pero ello no depende de la mano invisible del mercado ni de gurues de la economía, sino de la política como herramienta de transformación. Definitivamente, no será magia.
*Licenciatura en Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Participe del equipo de investigación del Instituto de Investigaciones Juan Manuel de Rosas.
[i] Susani, Bruno (2015); El peronismo, de Perón a Kirchner. Una pasión argentina; Edunla, Buenos Aires; pp 70-76
[ii] Basualdo, Eduardo (2001); Sistema político y modelo de acumulación en Argentina. Notas sobre el transformismo político argentino durante la valorización financiera (1976-2001); Universidad nacional de Quilmes Ediciones; Buenos Aires