Represión en Chile: mutilar es una táctica de guerra
Foto: Sébastien G. Mora
Por Nicole Kramm, fotógrafa que perdió la visión por la violencia policial chilena
Nunca imaginamos llegar tan movilizados tres meses después. Los primeros días no creíamos que la gente seguiría saliendo a las calles, pero ante tanta injusticia, las protestas eran cada vez más masivas y en todas las comunas. Ahora que la represión sigue, ahora que hay más de 3000 presos, ahora que los reportes informan 5000 personas heridas, todos los días hay manifestaciones autoconvocadas, cabildos, asambleas, actividades políticas socio-culturales en cada rincón.
Soy documentalista, he recorrido países para mostrar la desigualdad en los pueblos latinoamericanos, producto de la explotación y el extractivismo empresarial. Cuando comenzó todo en Chile, yo estaba cubriendo la evasión en el metro; fue muy emocionante, pero pasé de la felicidad a la preocupación y al miedo demasiado rápido. Aquella represión fue muy dura, pero sabíamos que ese momento era historia y que debíamos persistir. Es terrible que haya más de 350 casos de traumas oculares graves por agresión policial, entre esas estoy yo; mutilar es una táctica de guerra y nunca antes vi este modus operandi en un país "democrático".
A pesar del malestar y el lento tratamiento médico, nada cambió: mi convicción política y social son más fuertes. Los métodos de abuso, tortura y sadismo han vuelto y nos recuerdan a la dictadura de Augusto Pinochet: la misma derecha, esta vez con Sebastián Piñera, que se muestra indiferente ante las demandas sociales, dando la espalda al pueblo sin soluciones reales e imponiendo leyes que criminalizan la huelga legítima ante una desigualdad letal. Pero las movilizaciones no van a cesar frente a un gobierno intransigente y represivo de la mano del brazo armado del Estado, Carabineros y el Ejército de Chile. No es casual que siempre apunten a periodistas y fotógrafas como “blanco”, sin duda alguna, molesta que se retrate la ilegalidad desconcertante de sus procedimientos y por eso nos persiguen, atentando contra la libre expresión y el derecho a comunicar.
Tantos siglos de esclavitud obrera, nos llevan a semejante conflicto socio-económico en la región; somos el patio trasero de gringos y europeos que arrancan todo de nuestras tierras: nos explotan, nos llenan de empresas que nos condenan a vidas miserables a cambio de sueldos de hambre, nos venden falsas democracias de gobiernos golpistas. Las deudas son la esclavitud moderna, pero ya no lo podemos seguir perpetuando. El futuro es impredecible, pero tenemos la fuerza y la convicción de seguir esta lucha por la igualdad.
Es la revolución de las y los pobres,
¡llena de dignidad!