El ingenio de Hannah Gadsby: de Nanette a Douglas

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El ingenio de Hannah Gadsby: de Nanette a Douglas

06 Junio 2020

Por Micaela San Martín M

Hannah Gadsby, la comediante australiana de 42 años conocida por su larga trayectoria en la comedia y la actuación (entre las que destaca su participación excepcional en la comedia autoral, Please Like Me, de Josh Thomas), alcanzó la popularidad mundial y tuvo un punto de inflexión en su carrera con el especial de Netflix, Nanette (2018). Desde su estreno, recopiló todo tipo de críticas, pero lo que es seguro es que no dejó indiferente a nadie. Ahora dobla la apuesta y regresa al escenario para presentar su nuevo espectáculo, Douglas. Una comedia impactante y sorprendente, como ya nos tiene acostumbrados.

Este nuevo especial está lejos de imitar los pasos de su exitoso predecesor. Por el contrario, ofrece un espectáculo diferente, más ligado a los stand ups tradicionales, pero siempre desde la perspectiva de Gadsby.

Uno de los puntos fuertes de Douglas se encuentra en la habilidad que posee Gadsby para hablar de los temas más simples hasta algunos de los más complejos, pudiendo combinarlos con un humor inventivo, estratégico e inteligente.

Para los que aún no vieron Nanette, y por ende no entienden a qué se debe el alboroto, la clave es que no se trata sólo de un espectáculo de comedia, sino que fue más allá. Profundiza en la importancia de contar historias, en las lógicas en las que, muchas veces, se sostienen la comedia, y en cómo las minorías tienen que ironizar sobre sí mismas para poder ser aceptadas, a diferencia de otros comediantes hegemónicos: “¿Entendés lo que significa el autodesprecio cuando viene de alguien que ya existe en los márgenes? No es humildad, es humillación".

Si hay algo que se destaca en el primer especial es la capacidad de Gadsby en dejar de lado la comedia para poder reivindicar su propia historia, de contarla como es y no modificada para “hacer reír”. En el trascurso, nos hace pensar y entender por qué es tan importante que haya discursos que no sean los dominantes, generalmente creados por hombres blancos heterosexuales. El relato de su vida es, a su vez, el de muchas personas, sobre todo mujeres, que se sienten identificadas con ella. "Qué no habría dado por oír una historia como la mía. No por la culpa. Ni por reputación, ni por dinero, ni por poder. Sino para sentirme menos sola. Para sentirme conectada. Quiero que mi historia sea oída", dice Hannah.

El show es una montaña rusa de emociones. Tiene mucho de comedia, pero también juega muy bien con los momentos de tensión, algo a lo que hace referencia. El especial está conformado por las reflexiones, los chistes y las confesiones sinceras de una artista que habla de la hipocresía alrededor del sufrimiento, de las secuelas que deja el trauma y la vergüenza; pero, sobre todo, relata la necesidad de llamar las cosas por su nombre. Es un stand-up que todo el mundo debería ver, porque es tan actual como trascendente

Douglas puede parecer un trabajo menos ambicioso, pero no lo es. En todo caso, es menos confesional, pero más complejo. En Nanette, Gadsby necesitaba detener la comedia para hacer sus puntos más serios, generando y liberando la tensión. Esta vez va mezclando ambas, generando un clima más fluido. Es difícil volver al escenario después del éxito del primer especial, pero Hannah Gadsby sabe llevar a su público e, incluso, juega con él: “Si estás aquí por Nanette , ¿por qué estás aquí? No me malinterpreten, fue un buen show. Un buen trabajo. Me gusta mucho. Pero fue un show particular con un sabor muy particular. Y si eso los hizo venir, ¿qué diablos esperan de este espectáculo? Lo siento, pero si esperan más trauma, no tengo más”.

También, utiliza otro gran recurso, contando en la introducción todo lo que va a suceder durante el show, explicando qué expectativas se pueden tener del espectáculo: "Es una preposición metafórica que explica la relación entre lo que crees que pienso y lo que realmente soy capaz de pensar".

Hannah Gadsby es una comediante extraordinaria, que sabe lo que hace en el escenario y saca provecho de todos los momentos. Douglas está escrito con un manejo excepcional del humor, la ironía y de la retórica en sí, pues utiliza diversos recursos que resultan inteligentes y graciosos.

Algo que atraviesa este show, y se vuelve el enfoque principal del mismo, es el autismo de alto funcionamiento de Gadsby, algo que le fue diagnosticado antes de Nanette, pero decidió no mostrarlo porque necesitaba tiempo para procesar su diagnóstico; sobre todo por la percepción que tiene la gente al respecto, y el hecho de que sigue siendo un estigma cargado de prejuicio y desinformación.

Otros temas abordados en el especial van desde la propiedad masculina de la cultura (el programa lleva el nombre de uno de los perros de Gadsby, pero también se refiere a la "bolsa de Douglas", una parte de la anatomía femenina, nombrada por un científico masculino), la confianza de Estados Unidos, la burla a los antivacunas y a su base de admiradores —llamándolas “mujeres blancas con dinero”—, hasta los "anzuelos" que los standuperos avientan para conmover al público. También habla de cosas triviales como el golf, los parques para perros, Taylor Swift, y las Tortugas Ninja. Otra curiosidad que tienen sus stand ups son las reflexiones sobre la historia del arte. Gadsby tiene un título en historia del arte y curaduría y, en este caso, lo utiliza para demostrar que los hombres “que han nombrado las cosas” siempre han dejado de lado a las mujeres.

Por último, guarda la mayor parte de su desprecio por sus críticos. No sólo enumera todas las formas en las que las personas clasificaron burlonamente su trabajo —como una conferencia, un unipersonal de una mujer y una charla TED—, sino que se burla de cada una de esas clasificaciones.

Con Douglas, Hannah Gadsby regresa estratégicamente  a la comedia clásica para divertirnos, conmovernos y poder seguir reflexionando sobre muchas cosas mientras pasamos un buen rato. Es, en definitiva, lo que ambos stand ups presentan: una mujer que reconoce su fortaleza, que logró reconstruirse y resistir, para contar lo que vivió y, así, esparcir conciencia en una sociedad construida sobre la opresión.
 

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