El fútbol por radio es poesía
Por Pablo Melicchio | Ilustración: Matías De Brasi
La radio, como la literatura, está hecha de palabras, de voces, y al oyente, como al lector, le corresponde completar con imágenes, fantasear. Escuchar un partido de fútbol por radio es una de las mayores apuestas al estímulo de la imaginación. La radio se parece a la vida, hay que hacer algo con lo que falta. En cambio la televisión representa una arquitectura cerrada donde todo está construido. La radio es erótica, y la televisión es pornográfica. Los canales de televisión tienen cada vez más cámaras, compiten entre ellos, ponen ojos en cada rincón, buscan mostrarlo todo, que no te pierdas nada, clonan lo que sucede en la cancha de manera bestial; pero justamente anulan lo que la radio estimula, la imaginación. Si te perdiste el gol mientras bajabas la cabeza para cebar un mate, te lo repiten. Te muestran incluso insignificancias del juego, "palomas", una luna brillante colgada sobre el estadio, un jugador que escupe o se acomoda las partes íntimas, un señor en la tribuna escarbándose la nariz, o una señorita que le gustó al camarógrafo; y uno de pronto tiene que estar ahí, testigo obligado de los deseo ajenos.
Desde luego que la cancha es el escenario natural de la pasión futbolística, partiendo de los propios latidos del corazón, que se van expandiendo por la hinchada, la pelota, los jugadores del equipo al que se alienta, los rivales, el réferi, el césped y los cánticos, hacen un todo servido magistralmente para el ejercicio del estar ahí, alentando, sufriendo. Los colores de las camisetas. Las banderas. La multitud. Lo visual impregna la escena a la par de la pasión. Pero quienes no van a la cancha y se prenden al televisor, caen en la dulce trampa de lo simulado casi hasta la perfección. Con la camiseta transpirada, gritando como en la hinchada, pero en el living de la casa o en un bar, en la más pura artificialidad, lo contario de lo que sucede en el estadio. Pero en la radio, sólo en la radio, está la posibilidad creativa y la inclusión. Quien escucha un partido por radio es como un director de cámaras ciego asistido por la mirada del relator. El que relata es nuestros ojos, nuestra mirada, nuestra presencia en la cancha, que nos va aportando las piezas fundamentales para el armado de la maqueta, de la escenografía que sucede en nuestro campo mental. La oreja apuntando a la radio encendida, el codo sobre la mesa, y la mente atenta, juntando las partes que el relator nos aporta para el diseño del juego creativo del que inevitablemente formamos parte. El partido de fútbol trasmitido por radio es un plato único que se cocina entre cada relator y cada oyente; el que se trasmite por televisión es comida chatarra.
La radio nos necesita como oyentes. Pero no sé por qué sigo diciendo oyentes cuando en realidad debería decir escuchadores, escuchadoras. La radio es psicoanálisis, trabaja con la escucha por sobre todas las cosas. El relator es como un psicoanalista que se esfuerza por decodificar en palabras lo que sucede en el campo real, lee cada situación y ofrece cada jugada para que luego sigas trabajado vos, del otro lado, elaborando imágenes, dibujando en tu mente el escenario posible, poniéndole el rostro y el cuerpo al jugador que avanza con la pelota, calculando la velocidad, las expresiones, ubicando en el campo de juego a los equipos y sus desplazamientos; quienes tengan más estimulada la imaginación incluso podrán imaginar detalles, como el alto del césped, el color de los botines, o lo que podría estar haciendo el arquero aburrido del equipo que está atacando. El relator es nuestro cómplice, parte de una premisa fundamental, que quien está escuchando sabe de qué se le está hablando. “Luis Suárez se la toca a Messi” y “Messi la clava en el ángulo”, por poner dos enunciados clásicos, podrían tener mil representaciones e imágenes posibles, pero seguramente los que sabemos algo de fútbol armemos una escena básica, más o menos pintoresca según el caso, de una jugada del Barcelona entre Suárez que asiste y Messi que termina convirtiendo el gol. “Va por la derecha”, también invita a un veloz esfuerzo imaginativo: dibujar en la mente la cancha, los lados marcados, figurarse al jugador y el lugar preciso por donde corre, pero difícilmente se piense en posiciones políticas.
Quien enciende la radio teniendo disponible un televisor, es un revolucionario, un romántico, es un poeta.