Cuanto peor, mucho peor: el Barcelona sin Messi, por Ángel Cappa
Por Ángel Cappa (*)
Hace bastante tiempo que el Barcelona se venía desmoronando. Sin estabilidad institucional, rota la relación entre los dirigentes y los jugadores, deshilvanándose poco a poco la identidad como club, perdido el estilo del equipo, este derrumbe era fácilmente pronosticable.
El Barcelona era como un castillo de naipes sostenido casi exclusivamente por una carta, la mejor, la más ganadora: Messi. Pero ni Messi, ni nadie, es capaz de disimular para siempre los muchos y graves problemas de un club tan grande y poderoso como el Barça.
Por eso el 8 a 2 del Bayern no fue otra cosa que retirar la carta que mantenía a duras penas el castillo de naipes y todo se vino abajo. Todo quedó al descubierto. Ya nada fue posible esconder debajo de la alfombra de triunfos.
Los dirigentes culés hicieron lo que hacen todos en situaciones parecidas: culpar a los jugadores. Echar a los entrenadores. Tratar de vender a los socios y simpatizantes la imagen de mano dura que tanto gusta y tantos réditos suele dar.
Pero ya era tarde. Ni Koeman, como un sargento con una escoba justiciera barriendo jugadores por teléfono y separando públicamente la paja que no sirve del trigo posible, pudo remediar lo irremediable. Porque Messi, personalmente, dicen que le dijo que hasta ahí había llegado. Que se quería ir.
Y efectivamente lo confirmó notificando a los dirigentes que se iba, apelando a una cláusula de su contrato que se lo permite sin abonar nada.
El club respondió que esa cláusula venció en junio. Y los abogados de Messi que la pandemia obligó a estirar el plazo. En fin, cuestiones legales que ya veremos cómo terminan. Pero lo cierto es que lo que terminó sin vuelta atrás era lo que los hinchas del Barça temían, ante tantos y continuados desastres.
Normalmente son los clubes, al estilo de los patrones, quienes deciden el destino de los jugadores y entrenadores, interrumpen contratos a su antojo y hacen lo que quieren sin consultar nunca, por supuesto, a los socios e hinchas que son los verdaderos dueños de los clubes, si entendemos que un club no es una empresa, es un sentimiento colectivo.
Pero esta vez chocaron con alguien que tiene tanta o más fuerza que ellos, porque como siempre, finalmente es una relación de fuerzas.
Se plantó Messi y temblaron los dirigentes que tan enérgicos parecían con otros jugadores y técnicos.
Me voy, dijo Messi, y el derrumbe es total. Y los dirigentes temen ahora por su propio futuro dentro del club.
De todo esto, la conclusión más importante para mí, es que Messi demostró que los jugadores también tienen derecho a decidir su futuro y no tienen por qué ser siempre marionetas de los dirigentes.
Messi solo puede. Es cierto. Y no todos pueden lo que Messi, pero sí todos juntos. Y ya es hora.
(*) Ángel Cappa es exfutbolista, entrenador de larga trayectoria, periodista y escritor. Desde su exilio, en 1976, reside en España. Su último libro, escrito junto a su hija María, se publicó en 2016 con el título También nos roban el fútbol. Allí se demuestra, por caso, que a los futbolistas de equipos españoles -tanto las superestrellas como quienes deben buscar otro trabajo para complementar sus ingresos- sólo corresponde alrededor de un 16% del impacto económico total del fútbol ibérico.