Inmigrantes: esenciales de siempre

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Inmigrantes: esenciales de siempre

06 Septiembre 2020

Por Gabriela Costanzo* | Foto: Anita Pouchard Serra

La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.

El 4 de septiembre pasado se celebró el Día de les migrantes en la Argentina. Desde 1949 de forma oficial pero con el antecedente de la disposición del Primer Triunvirato que, en 1812, otorgaba la “inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.

Territorios, fronteras, trámites, luchas, viajes, encuentros y separaciones: habitar y viajar, documentos, derechos, deportaciones, trabajos, pasaportes, leyes, caminos, más luchas.

La historia de les migrantes está repleta de estas palabras-categorías y tantas otras más. ¿Qué sucede cuando una persona migra? ¿Cómo la aloja esa otra sociedad? ¿Cómo, dónde y cuándo accede a la información para realizar sus trámites para su documento? ¿De qué manera siente y vive los nuevos olores, sabores, saludos y amistades? ¿Cómo habita?

Si hay una palabra huidiza y, a la vez, contenedora de múltiples acentualidades y significados políticos en disputa es la de migrar. Tan anclada en épocas históricas, en relatos de personas que cambiaron sus vidas, de luchas por accesos a derechos como al trabajo, a mejores condiciones de vida, y también, a su documentación.

Muchas veces, estas efemérides se presentan como imágenes petrificadas y romantizadas de determinadas historias que se inmortalizan en blanco y negro. La historia de las oleadas migratorias de fin de siglo XIX y principio del XX, de migración interna y de la incorporación de otras nacionalidades tanto americanas como asiáticas y africanas, que fueron llegando con el correr de los siglos, tiene mucho de esto. La imagen de la familia italiana o española en medio del patio del conventillo, con el énfasis puesto en el cruce cultural −el “crisol de razas” como metáfora de la migración− disfraza y oculta una parte de la historia, por ejemplo, de lo que acontecía en aquella migración porteña de 1900. Entonces, la explotación laboral en la puertos de Buenos Aires y Rosario, con la levantada de bolsas de granos de más de 75 kilos por los estibadores (trabajadores esenciales, diríamos hoy), las jornadas laborales eternas y la falta de descanso dominical es traducida, por gran cantidad de historiografía, en el sacrificio voluntario de les migrantes. También podemos encontrar este sesgo en los relatos sobre los conventillos que se describen en términos pintorescos y con tintes nostálgicos, pero que no tienen lugar para aquello que en sus paredes y en sus pisos habitaba, como palimpsestos, es decir, las dificultades edilicias, el déficit sanitario y de hacinamiento poblacional que sufrían les migrantes.  

Más allá que la Constitución Nacional de 1853, desde su preámbulo, fomentaba la inmigración, luego llegaron a tierras rioplatenses migrantes, mayormente, españoles e italianos que no coincidían con el tipo de población anglosajona que esperaba la dirigencia de la época. En 1902 y en 1910 se sancionaron dos leyes xenófobas, la Ley de Residencia y la Ley de Defensa Social, que apuntaban, justamente, contra les migrantes con ideas políticas anarquistas que atentaran contra el orden social, en el marco de un proceso de acumulación capitalista enfocado en la exportación de productos primarios. Así es, como lo esperado era migrantes que llegaran a trabajar, en precarias condiciones laborales y despolitizados de cualquier tipo de reclamo de mejores condiciones de vida y sin organización colectiva.

Durante el debate por las leyes mencionadas, el senador Carlos Pellegrini se preguntaba en 1902: “¿Para qué se toman estas medidas? Para proteger a los obreros, para separar de este elemento sano y ordenado todos esos otros elementos de explotación, de anarquía y de desorden que sólo buscan el logro de sus intereses, ideas o tendencias propias, haciendo servir al honrado trabajador de instrumento y de víctima de esos propósitos subversivos”.

En el mismo sentido, en 1910 el senador Pedro A. Echagüe, planteaba: “Bienvenidos sean, Señor Presidente, esos extranjeros que atraviesan los mares para llegar a nuestras playas hospitalarias con el alma sana y llena de esperanzas, bienvenidos sean esos extranjeros dispuestos a colaborar con los nativos en la obra de nuestra herencia, a labrar con el esfuerzo de sus brazos y el riego de sus frentes su propio bienestar y el porvenir de sus familias (...) pero el país y nuestras instituciones no pueden recibir ni mantener en su seno elementos peligrosos, elementos de perturbación y de desorden; tan inconcebible liberalidad, no pudo haber estado jamás en la mente de nuestros constituyentes ni jamás tampoco en las aspiraciones del pueblo argentino”.

Y como una forma de resumir los sentidos de la clase dirigente de 1900 sobre qué esperan de la migración, el diputado Lucas Ayarragaray afirmaba: “No necesitamos inmigración amarilla, sino padres y madres europeas, de raza blanca, para superiorizar (sic) los elementos híbridos y mestizos que constituyen la base de la población de este país (...)”.

Entonces, las imágenes y relatos edulcorados de la migración de principios de siglo pasado obturan la tensión política y económica en la que vivían gran cantidad de extranjeros, que eran considerados delincuentes por la clase dirigente. Según Gonzalo Zaragoza, “Buenos Aires […] experimentó un crecimiento espectacular, debido a la inmigración, pasando de 200 mil habitantes en 1869 a más de 300 mil en 1878, más de medio millón en 1890, y un millón en 1905. En los tres censos de Buenos Aires de 1887, 1895 y 1904, los extranjeros representaban siempre más de la mitad de la población”.

El Día de les migrantes nos invita a reflexionar y potenciar la visibilidad de lo complejo de la vida de aquellos migrantes que, muchas veces, es contada de forma fragmentaria, o mejor dicho lavada de conflicto político. Entonces, si intentamos trazar un hilo que una las historias de migrantes de aquella época con la actualidad podemos vislumbrar similitudes en ciertas dificultades (o impedimentos) para acceder a derechos como a la vivienda, al trabajo legal o a la documentación necesaria.

Migrar es también resistir

En la actualidad, les migrantes en pleno contexto de pandemia tienen problemas añejos y actualizados. Desde aquella oleada migratoria que comentábamos anteriormente, cambió el modelo capitalista agroexportador a, según David Harvey, uno de “acumulación flexible” con sus consecuencias en las practicas políticas, sociales y sindicales. Sin embargo, a pesar de que los Estados−Nación firman tratados y convenciones internacionales sobre migración y sancionan leyes para proteger a minorías, por ejemplo, su aplicación en cada territorio es otra historia.

En nuestro país la Ley de Migraciones 25.871 de 2004 fue destacada a nivel internacional por circunscribirse en un marco de derechos humanos. Por ejemplo, en su artículo 6 afirma: "El Estado en todas sus jurisdicciones, asegurara el acceso igualitario a los inmigrantes y sus familias en las mismas condiciones de protección, amparo y derechos de los que gozan los nacionales, en particular lo referido a servicios sociales, bienes públicos, salud, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social". Sin embargo, en 2017, el gobierno de Mauricio Macri decretó el DNU 70 que posibilita (porque sigue vigente) un mecanismo de expulsión express destinado a los extranjeros que estuvieran bajo cualquier tipo de proceso judicial de carácter penal o por faltas administrativas en el trámite migratorio. Así con el DNU vigente se abrió un derrotero de prácticas y restricciones xenófobas institucionales tanto simbólicas como materiales en la vida cotidiana de les migrantes.

El impacto de la pandemia [G1] profundizó la situación económica y social de la comunidad migrante. En el caso de muchas comunidades latinoamericanas y africanas el trabajo precarizado en el mercado informal fue interrumpido a raíz del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO) y generó un aumento del desempleo. Muchos de elles trabajan el día a día para llevar el alimento a sus hogares, nos comentaba Zulema Montero[G2]  en una entrevista para APU. A su vez, la creación de planes sociales como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) fue negado a gran cantidad de migrantes que cumplían con los requerimientos pedidos por el ANSES.   

Las organizaciones migrantes son las que multiplicaron las ayudas solidarias con comedores trabajando más que nunca, en la reunión de dinero para comprar bolsones de comida y kits de limpieza y en la difusión de información de organismos oficiales. También llevan adelante una campaña internacional y regional de #Regularizaciónya!, que consiste en el pedido a los Estados de garantizar el acceso a la regularización migratoria para llevar adelante una vida en condiciones dignas. Además, tengamos en cuenta que en la Argentina, el DNI es necesario para casi (por no decir todos) los trámites que medie organismo privado o público. Es así cómo les migrantes que participan en gran cantidad de actividades esenciales para afrontar la pandemia, se exponen al contagio, ponen el cuerpo, sin el reconocimiento debido. 

Arnaldo Dubin, médico y miembro de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) afirmaba en diálogo con Página/12: “desde antes de la pandemia las terapias intensivas estaban al borde del colapso de no ser por el concurso de médicos extranjeros, fundamentalmente bolivianos y colombianos, que vienen al país a hacer la residencia. Paradójicamente, suelen ser denostados por los patéticos xenófobos que siempre andan dando vueltas. Nos han dado una mano y nos siguen ayudando de una manera crucial en esta crisis”.

Entonces, cuál sería la imagen que representa este día de les migrantes sin caer en fragmentaciones o en una mirada piadosa que los coloque como víctimas en lugar de presentarlos como sujetos políticos, portadores de derechos y que en este contexto protagonizan gran cantidad de actividades esenciales en contexto de pandemia. Una vez más, la historia los encuentra protagonizando la lucha, la actividad política y colectiva que son el motor para impedir más injusticias y para lograr que todes tengamos los mismos derechos y obligaciones.

#RegularizaciónYA! #DerogacióndelDNU70 #MigrarYtrabajarSonUnDerecho

#LxsMigrantesSomosEsenciales #MigrarNoEsDelito

#DerechosSinCondicionesdeResidencia #SaludSinDiscriminacion

*Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA); Maestranda en Comunicación y Cultura (FSOC-UBA); becaria en Formación en Investigaciones Estratégicas (UBA), autora de Los indeseables. La Leyes de Residencia y Defensa Social. Buenos Aires, Editorial Madreselva.

Referencias

Diario de Sesiones, Cámara de Senadores y Diputados, Congreso de la Nación, República Argentina.

Esteban, Pablo “Coronavirus: “La terapia intensiva llegó al límite”, en Página/12, 4 de septiembre, 2020.

Harvey, David (2008), La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires, Amorrortu.

Zaragoza, Gonzalo (1996). Anarquismo argentino (1876-1902), Madrid, Ediciones de la Torre.


 [G1]https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/nadie-se-salva-solo-la-emergencia-poblacional-migrante

 [G2]https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/migrantes-solidaridad-en-tiempos-de-emergencia-sanitaria