Deshonrada tu vaca: por qué el live action de Mulan es un fracaso
Por Melany Grunewald
Mulan, la guerrera de Disney que siempre han vinculado (y aún no sé dilucidar por qué) con el grupo de princesas del imperio. La piba leyenda que se vestía con la armadura de su padre para tomar su lugar en la guerra entre los Hunos y China, volvió a reversionarse este año en formato live action. Para quienes tienen muy presente la versión de 1998, el título de esta nota no precisa explicación. Quienes lo necesiten, busquen en youtube el clásico chiste. Desglosaré un análisis sobre esta reversión cinematográfica que no pudo ver las salas de cine por efectos de la pandemia.
Cosas que sí, o que entendemos por qué suceden
En esta versión, dirigida por Niki Caro, se recuperan ciertos rasgos de la leyenda original de Mulan, que se habían modificado para la versión animada de 1998: su apellido Hua (en la animada es Fa), una hermana, e incluso parte del poema original que pasa de generación en generación en China.
Cuando Mulan salió ante sus camaradas,
todos se sorprendieron, quedándose perplejos.
Doce años estuvieron con ella en el ejército
y ninguno sabía que era una muchacha.
Las patas del conejo saltan más,
los ojos de la hembra son algo más pequeños,
mas cuando ves un par corriendo por el campo,
¿quién logra distinguir la liebre del conejo?
Mulan le hace esta observación de los conejos a su familia mientras preparan la cena. Un dulce guiño a la producción de los 90s, que viajó a China a buscar una historia y se enamoró de Mulan al instante. Es curioso, porque efectivamente hay distintas versiones de ese poema, razón por la cual no es posible verificar la época exacta en la que transcurre, pero se estima que es durante el siglo VI en la dinastía Tang, algo que trataron de poner en relieve. Es interesante ver como la familia está más insertada socialmente en esta versión, en un pequeño pueblo, y no viviendo en una gran casa en las afueras; y digo interesante porque muestra una mirada social sobre Mulan de mayor peso que la de unos pocos minutos de la animada de 1998.
Más allá de estos cambios, otro que podemos entender (y que para les caprichoses niñes de los 90s, es difícil de aceptar) es la ausencia de Mushu, el dragoncito rojo, guardián y protector de la familia Fa. En esta ocasión, la figura guardiana es un Ave Fénix que no habla.
Cosas que no
Siguiendo con la línea de ausencias de personajes que fueron significativos en la versión animada, los ancestros no forman parte de este film. Por lo tanto, todo el peso de la protección y guardia de Mulan cae sobre el Ave Fénix. Desterraron completamente la figura del dragón, incluyendo lo inanimado como estatuas o rocas, típicas de la cultura China. Y eso significa cortar con toda una parte espiritual: en la versión animada los rezos y plegarias son a los ancestros familiares.
Por otro lado, el factor romántico. Li Shang no existe; en cambio, su personaje se divide en dos: por un lado, el Comandante Tung, que dirige el regimiento y es la figura maestra del grupo, y, por otro lado, Chen Honghui, un compañero tan aliado como el grupo de amigos que apaña a Mulan. Si analizamos esto, se decidió armar la construcción romántica de manera más horizontal, para que Mulan no sintiese cosas por un hombre con más poder jerárquico, así como también desde el muchacho para con el grupo de amigos. Ahí hay otra diferencia: no son tres amigos, la fórmula típica de formas corporales y personalidades complementarias diferentes que Disney usaba constantemente. Ahora son cuatro, suman a Grillo (guiño para “Cri Kee”, el pequeño grillo de la suerte de la versión animada). Tampoco tenemos a la abuela Fa, que es reemplazada por una hermana menor de Mulan. Personalmente, me dolió ese cambio. No solo porque el personaje de la abuela era entrañablemente simpático, y la hermana no dice nada, sino porque marcaba la herencia de cierta irreverencia y rebeldía de Mulan. Como si esos rasgos de su personalidad viniesen de generaciones anteriores. Con la hermana sólo se busca mostrar el contraejemplo de lo que es una mujer respetable y digna de ser esposa.
Finalmente, los villanos: no hay un Shan Yu, porque no existen los Hunos en esta versión. En su lugar tenemos a Bori Khan, líder de los Rouranos. En esencia son iguales; por lo tanto, no se entiende el cambio de nombre. Quizá lo más interesante sea la, ahora sí, nueva incorporación al clan maligno: la bruja Xian Lang, quien merece su propio apartado.
Feminismo, Disney, 2020 y live action
¿Qué se busca y qué buscamos en un live action? ¿Una versión totalmente idéntica a la animada? No, los cambios son muchas veces bienvenidos y hay cuestiones que se pueden comprender, sobre todo en pos de responder a ciertas demandas sociales. Por ejemplo, la matriz feminista atravesando a casi todas las princesas, dándoles lugar fuera de la sumisión en mayor o menor medida, y en algún aspecto. En ese sentido, y podemos hasta criticarlo, hay una tendencia a que las protagonistas de las nuevas versiones expliciten cierta incomodidad con la opresión patriarcal. Y es criticable porque queda forzado. En el caso de Mulan, la historia tenía tanta fuerza en ese sentido, era tan disruptiva —una piba que va a una guerra en lugar del único hombre de su familia para salvar su vida, que oculta su identidad sexual porque si no la condenarían a muerte, cuyo amor romántico no se traduce ni siquiera en un beso— que no hacía falta. El poder de lo implícito daba lugar a un montón de juegos cinematográficos que al nombrarlos quedan raros, y particularmente en la versión actual de Mulan sucede con la sororidad. La bruja Xian Lang, mencionada anteriormente, no es escuchada ni valorada dentro del clan. Cuando se enfrenta a Mulan se ve reflejada en ella (guiño para la parte musical de la versión del 98 con la canción “Mi reflejo”) y decide animarla a que se muestre como mujer; y, finalmente, ayudarla en su misión. Es un mensaje raro: no por ser mujeres tenemos que llevarnos bien entre todas. Si considero importante el mostrar que, ya sea como heroína o como villana, el ser mujer en un ambiente lleno de hombres implica tener que gritar o repetir mil veces lo mismo para ser escuchada. Eso, que es implícito, es el mensaje que tiene poder. Por eso me molesta cuando el feminismo se vuelve explícito, porque pareciese que con tal de reparar visiones patriarcales (lógicas) de otras épocas, se pierde lo realmente disruptivo en el lenguaje no verbal.
Si hay algo que busco como espectadora nacida en los 90 —gran consumidora de las películas que conformaron la segunda época de oro de Disney, parámetro clave para decidir qué películas se reversionan— es que, si no es tal cual la versión animada, al menos mantenga su esencia. Una esencia que se construye desde los personajes, la estética y la música. Ahí es donde Mulan falla completamente en esta reversión, a diferencia de otras. No me esperaba las canciones, pero si un soundtrack instrumental más fiel a la de 1998, para apelar a la sensación de que estamos efectivamente viendo Mulan. Tuvimos que contentarnos con un poco de “Mi reflejo”, en versión instrumental; más allá de eso, la pata musical no tiene nada que envidiarle a una película de acción.
Por otro lado, manosearon tanto el guión —desde los personajes, metiendo, sacando, cambiando nombres y roles— que fue imposible ver a la misma Mulan de los 90s. Al tener tanto cambio alrededor de su entorno, es otra Mulan. Una Mulan que sabe por naturaleza artes marciales, que no tiene un crecimiento, en ese u otro sentido, en el Regimiento Imperial.
Tampoco se descubre que es mujer de manera verosímil: en la versión animada lo hace el médico que la atiende cuando es herida (¡Hola, Disney! ¡Es una guerra!). En esta nueva versión ella tiene una epifanía a causa de la incomodidad que le causa mentir sobre su identidad. Desgarradoramente, en medio de la batalla y luego del encuentro con la bruja, pasa de tener la cara sucia por el enfrentamiento, a aparecer de vuelta en la batalla con un vestido rojo, el pelo divino y la cara lavada: "Mulan, feminismo y confusión". Es, en ese instante, que se siente que arruinaron la esencia del personaje.
Sincerémonos: muchas de las películas que se están reversionando en formato live action no llegamos a verlas en el cine en su momento o éramos muy chicos para recordarlo. Apelamos a esa conexión emocional con las historias que nos gustaron en la infancia, por eso importa todo lo mencionado anteriormente. No era necesario impresionarnos con los efectos especiales ni caer en una velocidad del cuento que pierde detalles y emocionalidad (aunque entiendo que los pibes hoy tienen otra velocidad cognitiva, otro estímulo). Ir hacia las partes más significativas, aunque sean hasta los mismos chistes (hay un indicio del momento “deshonor”), puede llegar a ser hasta una muestra de respeto a las versiones animadas.