Repudio al hackeo sufrido por la poeta Liliana Ancalao
Liliana Ancalao, gran poeta y docente nacida en Comodoro Rivadavia, Chubut, pertenece a la comunidad mapuce-tehuelche Ñamkulawen, es profesora en Letras e integró un grupo universitario de investigación del mapuzungun. El sábado pasado a las 19:00h era la invitada especial en una reunión del Café literario del Centro Cultural Virla de la Universidad Nacional de Tucumán que contaba con 54 participantes. Liliana leyó un poema en su lengua originaria y en castellano. Al empezar a leer el segundo poema aparecieron interferencias visuales y auditivas en Zoom, música con alto volumen, gritos, amenazas y también insultos por chat. La transmisión tuvo que ser suspendida.
La Confederación Mapuche de Neuquén manifestó en sus redes: “Nos solidarizamos con nuestra lamgen Liliana Ancalao y repudiamos el acto de censura racista que vivió la tarde de ayer cuando intentaba leer en mapuzugun (idioma del Pueblo Nación Mapuce) un poema de su autoría”. Y agregaron: “No creemos que sea un hecho aislado, sino que se enmarca en el racismo que en estos momentos es fogoneado por los medios masivos de comunicación y los sectores de poder, quienes pretenden negar la fuerza histórica de nuestras reivindicaciones, estigmatizando nuestra causa y nuestra cultura. El mapuzugun es la vigencia de nuestro pueblo, el arte es una forma más de reivindicar y proyectar nuestra cultura. En este sentido la visibilización del trabajo de Liliana Ancalao y otras expresiones artísticas mapuce vienen creciendo y fortaleciendo a nuestro pueblo. Abrazamos desde acá a nuestra lamgen, repudiamos las acciones racistas invitamos a difundir su trabajo literario”.
Luego de los hechos Ancalao manifestó en su muro de Facebook: “¿Acallar al mapuzungun, el idioma de la tierra? no creo. ¿Silenciar a la poesía? tampoco. Tal vez, y por un rato, mi pequeña voz. Ayer, se me quedó este poema sin leer. Si pueden leerlo en voz alta, pongan: logrado, por la memoria”.
El violento accionar fue repudiado por numerosos escritores, artistas e instituciones. Nos sumamos al repudio y en solidaridad con Liliana compartimos el poema que intentó ser silenciado en el evento literario:
La tarde del sábado para lavar la ropa
Entre los peones, que cayeron fusilados en las huelgas rurales de 1920 y 1921, seguramente había hombres de los pueblos originarios que cuarenta años antes habían recorrido libres los territorios del sur
La tarde del sábado para lavar la ropa
pedían los
peones
que ahora les llamaban así a los empobrecidos
williches pikunches ahonikenk shelknam
yagan kaweskar y kamollfunche
Cuarenta años después
un rato de ser wentru pedían
aunque los alambrados
No les dijeron no, a su pedido
siempre fueron afables
tampoco sí:
a las ventanas de brisa en el galpón cerrado
un suspiro limpio que ventile el pecho
y se lleve el olor de los corrales
lo desparrame
como el agua enjabonada
el sábado a la tarde en el patio de la estancia
Un respiro de aire sin
patrones
que ahora debían llamarle así
a los muy enriquecidos
no les dijeron no, los muy prolijos
hicieron venir a los milicos
Y no les dieron:
tiempo para lavar su cara y su cabello
que el agua corra hasta sus pies
el sábado a la tarde
para lavar sus calzoncillos la camisa
la roña de los puños la mugre del cuello
los sudores de la espalda
Salir del ciclo de la lana por un rato
que la parición
que cortarles los huevitos a las crías
y la señal del patrón en las orejas.
que la pelada del ojo que la esquila
que los fardos de lana trepándose hasta el techo
No tuvieron:
los bancos que pedían
para sentarse descansar el cuerpo
armar el círculo de la conversa
y el silencio
y que en los puestos esa distancia alambrada
en la inmensidad del latifundio
el hombre no esté solo condenado a estar impar
Eso pedían a cambio de volver
a producirles las ganancias
Y los ataron como hacía cuarenta años
a sus parientes allá por el chubut
en el corral de sacamata
como a animales
los milicos obedientes de los muy enriquecidos
No les dijeron no, tampoco sí:
al sábado a la tarde
para volver a ser wentru por un rato
para lavarse
bancos
velas
aire
no estar solos en los puestos
no más pedían
Balas
les dieron los milicos obedientes
primero los pusieron paraditos
y en fila como los postes del alambre
A los peones que se habían atrevido
les apuntaron ahí
a la memoria
y fueron cayendo
las camisas con sangre
que ningún jabón refregará el sábado a la tarde
y vuelve a gotear el dolor
mierda
vuelve.