Bajocero: mucho más que un thriller a baja temperatura
Por Diego Moneta
La alianza entre Netflix y las producciones españolas viene dando grandes resultados. Dentro de las series que marcaron el camino habría que comenzar por la recordada Merlí. Podemos mencionar Vis a vis; Las chicas del cable, tristemente empobrecida; Toy boy o La casa de las flores. En el caso de las menos célebres, tenemos Valeria, la resiliencia de Paquita Salas, o la poca intriga de El desorden que dejas. La más reciente es Salir del ropero y la más exitosa de todas, La casa de papel. En lo que respecta a películas, El hoyo ha sido de las más vistas durante el aislamiento del año pasado.
Quien viene a continuar ese legado del cine español es Bajocero. Tras retrasar su estreno por la pandemia, llegó a la plataforma de streaming el 29 de enero. Fue llevada a cabo con participación y financiación estatal, tanto del departamento de cultura español como del catalán. Está inspirada en dos hechos particulares que son determinantes para la trama, ya que constituyen el móvil y el escenario. El guion, a cargo de Fernando Navarro y Lluís Quílez, también director del film, no deja cabos sueltos, por lo que los hechos, diálogos y detalles otorgan sentido.
Bajocero sigue la historia de Martín (Javier Gutiérrez), un policía idealista respecto al seguimiento de la ley, al que le encargan por primera vez el traslado de un grupo de presos. Para colmo, debe ser durante la noche. Las bases de la narración se sientan con calma hasta llegar a la amenaza que deberán enfrentar Martín y su compañero Montesinos (Isak Férriz), pero también los reclusos. El camión es saboteado, no sabemos por quién o por qué. Esta interpretación estará a cargo de Karra Elejalde. La idea nació a partir de la Cárcel Modelo de Barcelona, que cerró sus instalaciones en junio de 2017 tras 113 años y debió llevar a varias personas a otros puntos de detención.
Como conductor del transporte, Martín quedará atrapado entre un exterior hostil, dada la niebla, la oscuridad y las bajas temperaturas, y un interior blindado en el que los presos también buscan su oportunidad para escapar. Entre los reclusos están Ramis (Luis Callejo), Mihail (Florin Opritescu), Rei (Édgar Vittorino), Nano (Patrick Criado), Pardo (Miquel Gelabert) y Golum (Andrés Gertrúdix). Un elenco que, sin llegar a un protagonismo coral y más allá de ciertos arquetipos, permite el desarrollo y la conjunción de algunas de sus características. El intento por sobrevivir dará paso a distintas interacciones entre ellos.
El director consigue imprimirle la suficiente intensidad a la atmósfera. Resalta lo opresivo, casi claustrofóbico, de la situación, casi a tiempo real, donde la nieve y el clima tienen impacto. Sabe incomodar, como debe hacerlo un verdadero thriller. Acción, sorpresa, suspenso y un trasfondo moral que acompaña toda la trama, en donde Martín puede desarrollar un arco narrativo. El guion dosifica muy bien los datos que se le van dando tanto al espectador como al resto de los personajes, lo que cambia las conjeturas hasta el momento en que se ha acumulado toda la información necesaria.
Tal vez la principal falla sea cierto desequilibro argumentativo. Bajocero funciona mejor cuando transita la incertidumbre. Es decir, cuando ni el espectador ni los protagonistas son conscientes de lo que sucede o de los motivos por los cuales ocurren los hechos. La tensión de la primera mitad del film da paso a un recorrido más irregular, si bien la resolución es mucho mejor que las habituales en este tipo de propuestas. La película empieza de una manera intensa y termina de la misma forma.
No es una más del montón. Bajocero es un thriller de primer nivel. Cada elemento, ya sea de los personajes o de la atmósfera, contribuye a mantener y aumentar la intensidad. El guion tiene lo suficiente como para sostener la expectativa del espectador. Una producción española que se coloca entre las mejores de la plataforma.