Operación Varsity Blues: el mayor escándalo de corrupción universitaria de Estados Unidos
Por Diego Moneta
En Estados Unidos, cada año, cientos de jóvenes se filman reaccionando a un momento determinante en su vida: la aceptación o el rechazo de su solicitud para entrar a una universidad. Muchos de esos videos circulan por redes sociales. De esa manera comienza Operación Varsity Blues, documental de Netflix estrenado el 17 de marzo, que a partir de una investigación del FBI aborda las principales problemáticas alrededor del sistema educativo universitario estadounidense.
Pero, ¿qué es Varsity Blues? Si uno realiza una rápida búsqueda en Google es probable que nos encontremos con una película de 1999 dirigida por Brian Robbins. La cuestión es que su nombre fue tomado por el FBI para bautizar la operación. El argumento gira en torno al esfuerzo de un joven para obtener una beca deportiva y así acceder a la universidad. Justamente lo opuesto a la estructura de sobornos y engaños armada para que hijos de familias adineradas sean admitidos en distintas universidades que se estaba investigando. El acertado punto de partida del documental es focalizar, más allá de sensacionalismos, en quien orquestó el mecanismo fraudulento, en lugar de prestarle tanta atención a padres ricos, famosos y poderosos que, aunque partícipes necesarios, no son el centro del caso en una investigación que involucró más de 200 agentes federales, seis Estados diferentes, 25 millones de dólares en sobornos y más de 50 procesados.
La operación Varsity Blues se dio a conocer en 2019 y es definida como el mayor caso de corrupción universitaria de la historia de Estados Unidos, considerando la estructura, el alcance y las implicancias que tuvo. El director del documental, Chris Smith, se enfocó en el tema a partir de la propuesta de Jon Karmen, colaborador que se encargaría del guión. En ese entonces, Smith estaba trabajando en Fyre, otra pieza para la plataforma sobre un fraudulento festival de música. Operación Varsity Blues combina entrevistas con dramatizaciones a partir de transcripciones y grabaciones del Departamento de Justicia, ante el rechazo de la mayoría de los involucrados a salir en la filmación.
William "Rick" Singer (interpretado por Matthew Modine), ex consultor universitario, creó lo que él llamaba "puerta lateral", a través de su empresa llamada The Key, para lograr ingresos a instituciones sobornando al personal, modificando exámenes de admisión y falsificando biografías de estudiantes. El FBI documentó delitos desde 2011 pero Singer llevaba décadas en la profesión, lo que no necesariamente indica la realización del fraude desde el inicio. Buscaba diferenciarlo del mecanismo conocido como “puerta trasera”, que implicaba donaciones mucho más grandes sin garantizar la admisión.
El mecanismo fraudulento tenía dos vertientes: por un lado, engaño y falsificaciones en exámenes de ingreso; por otro, sobornar entrenadores deportivos universitarios a partir de donaciones. La primera parte consistía en fraguar las pruebas que realizan los estudiantes para recibir puntuaciones, que se suman al registro académico escolar. Singer había establecido una red de psicólogos sobornados que certificaban que el candidato tenía algún problema de aprendizaje, lo que le otorgaba tiempo extra. El siguiente paso era viajar para rendir en los centros que contaban con supervisores que también eran parte del armado. La persona encargada del lugar ajustaba las respuestas a las necesidades del cliente. Como bien se advierte en el documental, no era un método exclusivo de Singer. Las familias ricas se dieron cuenta que si los hijos demuestran alguna discapacidad, tienen más tiempo y llevan a cabo un mejor examen. Además, una vez admitidos, podían emplear los falsos diagnósticos para descuentos en la matrícula.
La segunda vertiente expresa un fuerte signo del sistema universitario estadounidense: el reclutamiento de deportistas responde, en gran medida, a las presentaciones de candidatos que realiza el personal de atletismo de una universidad cada año. Los equipos deportivos son una fuente de popularidad e ingresos considerable. Singer inventaba vidas atléticas y perfiles falsos de los jóvenes en redes sociales. La clave era sobornar a entrenadores a través de donaciones a programas educativos o pagos personales. Al no estar enterados, los hijos nunca se presentaban a entrenamientos. El dinero era donado inicialmente a la falsa organización benéfica de Singer, Key Worldwide Foundation, que luego lo tercerizaba. Aquí destacan particularmente dos aspectos: al ser una ONG estaba exenta de impuestos y las donaciones eran para deportes de bajo perfil, que en general implican pérdidas para las universidades y que no son investigados por las autoridades.
Rick Singer no sólo falsificaba y exageraba información de estudiantes, sino que también lo hizo con su propia carrera. Todo era una cuestión de aparentar prestigio y de marketing. Singer había sido entrenador de básquet universitario y fue ahí donde aprendió cómo funcionaban las admisiones relacionadas al deporte. Lo echaron por malos resultados y se convirtió en consultor universitario.
El esquema de corrupción comenzó a caer cuando detuvieron a Morrie Tobin, investigado en otro caso por fraude financiero, que ofreció información sobre un entrenador de fútbol americano de la Universidad de Yale que aceptaba sobornos. De esa manera, a través de acusados que buscaban arreglos, las autoridades lograron llegar al cerebro de la operación.
En septiembre de 2018 Rick Singer fue capturado. Así como aprovechó la oportunidad de enriquecerse, también aceptó colaborar para hacer caer a quienes habían formado parte del entramado, a través de llamadas telefónicas y visitas personales llevando micrófono. A algunos les advirtió, confesaría ante el tribunal, pero se declaró culpable de todos los cargos en su contra: crimen organizado, lavado de dinero, defraudación y obstrucción a la justicia. Cuando llegue la fecha, su cooperación dará lugar a una sentencia menor, aunque según la CNN enfrenta una pena máxima de 65 años en prisión.
Entre las personas procesadas se incluyen padres adinerados e influyentes, administradores y supervisores de exámenes, entrenadores deportivos y responsables universitarios. El FBI inició las detenciones en marzo de 2019, comenzando por la actriz Felicity Huffman (Mujeres desesperadas), que fue acompañada en el rubro por Lori Loughlin (Padres forzosos), madre de la youtuber Olivia Jade Gianulli. El caso ya acumula una larga lista de cargos y sentencias. El primer sentenciado fue John Vandemoer, entrenador de vela en la Universidad de Stanford, que fue despedido. Sin embargo, el dinero no lo recibía él, sino sus empleadores. Es la figura más compasiva del documental y uno de los pocos que se ofreció a participar.
Operación Varsity Blues no incluye disculpas, confesiones o arrepentimientos. Muchas de las personas acusadas ya han cumplido sus penas, mientras que otras siguen aguardando sentencia. Una de ellas es Singer, quien se encuentra en libertad. Si bien a los famosos y ricos se los condenó a poco tiempo de cárcel o a bajos montos de multas, la atención siempre estuvo enfocada en ellos. Sin embargo, en el centro debería estar el sistema universitario. Es más, podría extenderse al complejo educativo en general, que sufre problemáticas similares, como lo demuestra Bad education.
La cuestión principal pasa por entender a la educación universitaria como mercancía. Por eso sacan ventaja los más ricos y por eso importa el estatus o prestigio. Ahí nace la manipulación de criterios para escalar posiciones en diversos rankings y hacerse más selectivas. En ese momento podemos entender la Ivy League, ocho de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos: Universidad de Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Princeton, Pennsylvania y Yale. Todas instituciones privadas. De esa lista sólo se ha comprobado la relación de Singer con Yale.
Podría decirse que el nexo, falto de transparencia, entre dinero, poder y admisiones ya era conocido. Por ejemplo, Donald Trump realizó donaciones a la Universidad de Pennsylvania, de la que es ex alumno, mientras sus hijos estudiaban allí. Pero una red de sobornos y falsificaciones es dar un salto. El esquema planteado en la investigación abarcó Harvard, Stanford, Yale, Georgetown, California, Los Angeles, Texas, Wake Forest y San Diego. El escándalo se suma a acusaciones por beneficiarse de la esclavitud, desatender comunidades locales y excluir a diversas minorías.
Esto nos devuelve al inicio de esta nota, en relación a la presión sobre los jóvenes postulantes. En especial, porque cuanto más prestigiosa es la institución mayor es el porcentaje necesario de respuestas correctas en el examen de ingreso, lo que resulta paradójico ya que, como se cuenta, en ese país existen 3000 universidades. El estrés comienza desde la secundaria, con la oferta de clases avanzadas y sistemas de puntajes, y continua en la postulación eterna a un mismo grupo selecto de casas educativas. La operación Varsity Blues, tanto la investigación como el documental, exponen que allí, más que nada, se va a establecer contactos que, más adelante, a través de fraternidades, amistades y prestigio, perpetúan desigualdades.