La memoria de los cuerpos: una estrategia bélica para destruir subjetividades militantes

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La memoria de los cuerpos: una estrategia bélica para destruir subjetividades militantes

27 Marzo 2021

Por Paula Viafora

En el marco de la gran cantidad de actividades que incluyeron actos, caravanas, proyecciones, charlas, presentaciones de libros y muchas otras que se llevaron a cabo no solo el 24 de marzo, sino toda la Semana de la Memoria, consideramos importante hacer foco en el documental La memoria de los cuerpos. Estrenado por Canal Encuentro, y disponible en su página web, sus creadores explican el mensaje que define a su obra: “Especial que aborda los delitos sexuales cometidos en los centros clandestinos de detención. Testimonios valientes y necesarios de algunas de las mujeres que sobrevivieron, pueden contarlo y, lo más importante, hoy pueden ser escuchadas”.

A lo largo de casi veinte minutos, las mujeres sobrevivientes que aparecen son Lidia “la China” Biscarte, Graciela García Romero, Laura Eva Campero y Laura Reboratti. También participa del documental Ana “Pipi” Oberlin, Auxiliar Fiscal Unidad de Derechos Humanos del Ministerio Público Fiscal de la Nación. “El terrorismo de Estado también puede ser pensado desde las discusiones actuales que se preguntan por el lugar de las mujeres y de las disidencias”, nos dicen los creadores. Al calor de los actuales debates de los feminismos, la producción se centra en algunas historias de sobrevivientes que sufrieron delitos sexuales y hoy los repiensan desde un presente que no tolera esa violencia sobre los cuerpos de las mujeres.

Desde el año 2012 el Ministerio Público Fiscal de la Nación impulsa la persecución penal de los crímenes de violencia sexual cometidos durante el terrorismo de Estado, considerándolos delitos autónomos y buscando visibilizarlos para establecer responsabilidades. 2013 fue el pico máximo de sentencias obtenidas. Las prácticas de abuso, violación sexual, tocamientos y abortos forzados fueron extendidas en todo el país durante la represión ilegal. El Poder Judicial tardó casi tres décadas en nombrar los crímenes de género que quedaban solapados bajo la figura penal de “tormentos”. En el Código Penal argentino la violación sexual estaba tipificada como “delito contra la honestidad” y recién en 1999 la definición fue cambiada por “delito contra la integridad sexual”.

En Argentina, tras la reapertura de los juicios, el caso que marcó un hito indiscutido ocurrió en 2010: la primera condena que nombró a los delitos sexuales por su nombre tuvo como protagonista a Gregorio Rafael Molina, que fue castigado a prisión perpetua por los crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención (CCD) conocido como “La Cueva”. Las mujeres que pasaron por ese CCD, que funcionó en la Base Aérea de Mar del Plata, lo recuerdan por sus sistemáticas violaciones. “Cuando ese hombre de uniforme me violaba, era la Patria la que me violaba”, declaró una de las testigos en el juicio. Molina murió en 2012.

Mucho tuvieron que ver las voces de distintos sectores sociales, culturales y la acción de los organismos de derechos humanos y el movimiento feminista para haber podido avanzar. Un estudio del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) destaca sobre el tema: “extensas producciones en el campo académico, artístico y político de los movimientos de mujeres, los cambios en la legislación internacional en relación con las violaciones a los derechos humanos de las mujeres han sido sin duda condición lógica de la posibilidad de que aquellos testimonios de las sobrevivientes que fueron dichos en diferentes ámbitos hace ya décadas puedan hoy ser comprendidos de otro modo y sea posible incluir la persecución de esos crímenes en el proceso de justicia”. 

Destacamos en particular las palabras de Gaciela Garcia Romero, sobreviviente de la Escuela Mecánica de la Arma y una de las cuatro valientes mujeres que dieron su testimonio para este documental: “El cuerpo nuestro se convirtió en unos de los territorios donde ellos llevaron adelante una estrategia bélica para destruir las subjetividades militantes, como forma de destrucción de un pensamiento, de una ideología”.

Estas voces construyen un relato cruel pero necesario que, a la vez, nos muestra que mientras hay sectores sociales que sostienen que la dictadura es algo del pasado y hay que dejarla atrás, hay aún mucho sufrimiento vivo, muchas heridas que no han cerrado y son irremediablemente parte del presente de muchas personas de nuestro país.
 

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