Lucía Molina y el orgullo de ser afroargentina
Por Martín Tesouro
El agua cae copiosa y el cielo parece haberse fundido con el río, sin embargo con su sonrisa luminosa como la poesía, Lucía nos atiende en un domingo que se guarda el Sol y nos comparte su sabiduría y su energía. Predispuesta, alegre, intensa, la lideresa afro santafesina logra superar con facilidad la frontera que supone la pantalla y la distancia y transmite el fuego del amor que anida en sus ojos, siempre pronto a hacerse luz.
Lucía Dominga Molina Sandez es santafesina, nacida en 1949, y su orgullo es ser afrodescendiente del tronco colonial. Fundadora en 1988 de la Casa de la Cultura Indo Afro Americana “Mario Luis López” CCIAA (Mario fue cofundador de la Casa y compañero de vida de Lucía), creadora de la Red Federal de Afrodescendientes del Tronco Colonial “Tambor Abuelo”, militante incansable contra la discriminación y por la visibilización de la presencia afro en la Constitución del pueblo y la Historia de la Argentina. Madre, abuela, ensayista, poeta, investigadora, directora radial, diplomada en género. La personalidad de Lucía es difícil de abarcar en pocas palabras. La importancia y la amplitud de su obra cautivan con fuerza.
Vamos a nutrirnos de una parte de su obra poética que podemos encontrar en la página de la Biblioteca Nacional de Colombia. La lectura de los poemas de Lucía nos transmite el brío militante que desde la belleza batalla contra el olvido y la mentira, desde la voz firme y decidida enfrenta la violencia, desde la dulzura y la inocencia ejerce el amor, un amor pleno y apasionado capaz de crear un juego de estrellas con la más dulce fantasía.
A Lucía la han apodado “La Cimarrona” (se llama animal cimarrón a aquel que escapa de sus amos y busca libertad) y ella ha hecho honor a ese poderoso concepto. “Siempre me gustó escribir. Cuando era chica yo escribía sobre el amor. Una vez se lo mostré a mi profesora de literatura y ella me dijo: esto no sirve”. Afortunadamente para nosotres, ella no ha acatado el mandato y hoy podemos apreciar en su obra la potencia de una artista que siembra libertad y compromiso. Quien ha sido una presencia importantísima en su formación y en el despertar y desarrollo de la escritura es Enrique Nadal. “Enrique nos enseñó mucho a Mario y a mí. Después de la Tercera Conferencia Mundial Contra el Racismo (Durban 2001) conocer nuestra historia me hizo sangrar el corazón”. Ese corazón sangra semillas que se dispersan y germinan, crecen y florecen con los colores de la historia, con sus doloridos y sus festivos colores. En su poema “Para Enrique” podemos leer: “Su pelea por las injusticias y por la vida/ reconocen la bravura y resistencia ancestral”. Esa resistencia es la que habita en cada una de las palabras que componen sus obras.
Lucía nos dice que “hay que andar mucho para abrir la cabeza y ser militante, demostrar la importancia de nuestro aporte para enorgullecernos y dejar de sentir la vergüenza de no pertenecer”. Para explicar mejor la perspectiva, nos comparte la idea del antropólogo y sociólogo Guillermo Magrassi: “tenemos cuatro abuelas: la aborigen, de la cual no sabemos nada; la abuela negra, de la cual sabemos muy poco a pesar de sus tantos aportes y de tener su sangre diluida en todos nosotros; la abuela conquistadora, de ella sabemos demasiado; y la abuela inmigrante, de la cual sabemos aun más. Mientras sigamos en el desconocimiento de esas dos partes fundamentales de nuestra sociedad no vamos a poder ser una sociedad integrada.”
La necesidad de la visibilización de la presencia afro descendiente, su reconocimiento, disfrute y militancia están muy presentes en el poema “Busco”. Leemos la voz que nos canta: “...cuando a sabiendas/ seamos conscientes de nuestra nietez/ seremos una gran familia/ que al reencontrarse en sus raíces/ y empoderar su historia/ podremos emprender un proyecto/ que nos incluya a todos.” En correspondencia con lo que promueve y moviliza su poesía, creó en el año 2013 la Red Federal de Afrodescendientes del Tronco Colonial, organización que nuclea agrupaciones de Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe. Cuando se refiere al proceso de escritura y sus intenciones deja escapar de su voz lo que vive como una situación mágica: “Yo escribo, busco en mí y me asombro de lo que escribo”. Ese asombro es el candil que guía los pasos de los corazones libres: “...esa sabiduría genética/ que sin explicación se apoderó de mí/y que al descubrirla, ¡ay Dios!...”. El asombro, la vivencia de la maravilla, es expresada de esa manera tan sencilla y eficaz, auténtica y profunda. Entre los tantos efectos que la poesía de Lucía produce está uno de los más pretendidos por quien escribe: su poesía genera poesía, invita a la cópula preciosa de la palabra, liberadora, curadora y nutritiva.
Hay también en su obra una didáctica de la resistencia, una transmisión generacional del conocimiento ancestral y podemos pensar que su logro está relacionado a la cercanía que mantiene con la juventud. La hija y los hijos de Lucía y Mario conforman la base permanente de la CCIAA, Gisela Luciana, Ignacio Martín y Mario Martín. Su devoción por San Martín de Porres, el santo afro americano, motivó el nombre de los mellizos que le dieron a Lucía la alegría de duplicar su deseo. Actualmente mantiene un vínculo muy estrecho con su nieto Ayo, hijo de Gisela, quien se encarga de las redes digitales y la relación social: “Me brinda juventud”. Esta juventud está presente en la frescura de su lírica, en el ritmo vivo que desarrollan sus palabras creando un collar profundo y policromático.
“El silencio fue… y se transformó en un grito ahogado”. En el poema “Ser Afrodescendiente”, Lucía articula pasado y presente, podemos sentir una proximidad futura. Amalgama con destreza la presencia de un “ellos” inicial para finalizar en un “nosotros” de reconocimiento colectivo. Principia: “Llegaron, porque los trajeron/ de prepo nomás,/ arrancados de sus pagos...” y luego de incorporar términos como “mimetizarse”, “blanqueamiento”, habitualmente ajenos al mundo de la poesía, hace presencia el silencio, esa nada sonora, que se liberará del ahogo histórico y será un grito de reivindicación de todos.
El trabajo poético de Lucía puede encontrarse integrado a la música. En el álbum Tangó de San Miguel. Candombes del litoral argentino, de Pablo Suárez, Lucía canta los versos de “Orishas” y aporta sus recuerdos de familia cuando su madre y su padre participaban en bailes públicos donde danzaban tango y milonga.
Conocer a Lucía, su lucha, su vida y obra es una oportunidad que moviliza y entusiasma, despierta la necesidad de indagar nuestras raíces personales y populares, asumir y valorizar la identidad, apreciar con el corazón el poder indómito, imperecedero, el gran poder cimarrón de la poesía.