Personas con discapacidad: llamemos a la unidad, por Liliana Urruti
Por Liliana Urruti
Somos consecuencia del capitalismo. Del poder económico. Somos el desprendimiento de una derecha que no les interesan los viejos, las personas con discapacidad, el colectivo LGTBIQ, que no le importa lo que a nosotros. Contra eso estamos peleando. Los personajes y sus nombres propios, que encarnan la oposición son una anécdota. Espiemos por la rendija, qué dirá la historia de ellos dentro de cien años. Permitan el atrevimiento. Este es un llamado a la cordura, al buen decir del periodismo, a una nueva poética, al colectivo de las personas con discapacidad. El desafío está en mirarnos hacia adentro, pensarnos.
Para qué sirve la historia. Algunos dirán que para no repetir errores. Y muchos pensamos que la pandemia iba a instituir algo así como una panhistoria aspirando a crear sentido. Una especie de pangea de la discapacidad. ¿Suena enorme? Probablemente. Tan enorme como todos los problemas que atravesamos.
En los años 70 el Plan Cóndor se dedicó a instalar gobiernos dictatoriales en Latinoamérica. Aquellos golpes de Estado donde se secuestraba y desaparecía personas con complicidades de la Iglesia, los medios de comunicación, la sociedad civil, tenía un objetivo preparar un barbecho para reducir a la economía en un buen negocio para privados. De hecho, muchas fortunas de nuestro país se incrementaron en esa década (algunas hasta el Estado les condonó sus deudas y aquí sí cabe eso de que la pagamos con nuestros impuestos). Si no se rompía el tejido cultural no era posible el enriquecimiento. La pandemia vino a poner en crisis ese sistema, pero todavía solo de palabra. Es así que a partir del 2015 se vieron avanzadas de la derecha muy contundentes en varios países. Mauricio Macri en Argentina, el golpe de estado en Bolivia, la persecución del correísmo en Ecuador, la precaria situación venezolana, y la lista no concluye con Cuba.
El nuevo plan Cóndor implica nuevas tácticas y estrategias. Incluye a los medios de comunicación y a la justicia. Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bulrich podrían llamarse Juan Pérez, Ramón Gonzáles y María López y sería lo mismo. Para este plan no se necesitan personas. Este plan se distingue por objetivar a quienes pueden servir (y la palabra servir no es aleatoria) a fines más amplios.
El desconocimiento del DNU del presidente que decreta el cese de las clases presenciales (presenciales, no de las clases) nos obliga a pensar con responsabilidad, porque bien podría ser un ejemplo de lo que nos espera. Y ahí radica nuestro inconveniente. Pensamos sin hablar y hablamos sin pensar. Necesitamos urgente una alfabetización porque el problema es cultural. De lo contrario para la discapacidad usamos a un señor que escala el Himalaya para decir de qué se trata la discapacidad. O el diario Clarín capta a Ivan Davidovich y titula “Estoy en una silla de Ruedas, pero no significa que no pueda entender la grave situación del país como usted dijo”. Iván, con parálisis cerebral provocada por una hipoxia, y que utiliza un dispositivo llamado Tobii Dynavox para comunicarse, le respondió al presidente por lo que dijo en el discurso donde se anunciaron medidas de emergencia: “Los chicos con discapacidades no entienden la dimensión del problema sanitario que enfrentan”. Me recuerda a Diego Leuco y Luciana Geuna, frente a cámaras con cara de tristeza, de fin final, escuchando a un niño al que llamaban “Bauti” que lloraba por no ir al colegio. De ese lugar tenemos que salir, y urgente.
Decodifiquemos. Estados Unidos continuará dominando el mundo, pero no su afán de colonizar, someter, subyugar, y la batalla para llegar a los recursos naturales, territorio, reservas, es la cultura. Es lograr que veinte tipos hagan una marcha a Plazo de Mayo con pancartas “muera la yegua”, “infectadura” y otras sandeces.
Muchos se preguntan cómo opera el razonamiento para decir lo que dicen. Ni ensayando podríamos. Por interés baila el mono, decía mi abuela, que no sabía ni leer ni escribir. Pero con eso no solo cuestionan e interpelan a nuestro país, a nuestra sociedad, a los diferentes colectivos, sino al periodismo y las formas de comunicar.
A los medios de comunicación se le agregan las redes y los algoritmos que redondean el conocimiento de nuestra personalidad para decirnos qué pensar, cuándo y de qué forma. Entonces aparecen replicando a Iván (que está en todo su derecho a expresar su disconformidad), o “Bauti”, cien veces al día, durante 17 horas, cinco días a la semana con un resumen de fin de semana, por Clarín, Canal 13, 350 repetidoras en el sistema de cable, radio Mitre, Canal La Nación más, diario La Nación, Infobae, portales, blog, y si tenés algún jueguito en el teléfono, por la publicidad de Telecom, Facebook, Whatsapp, Youtube, Twitter, A24, América. Agota de solo enumerar la cantidad de vías a las que van a repetir “la noticia”.
Mientras tanto los medios más amigos de lo popular tampoco re preguntan, tampoco instalan agenda y corren detrás de la noticia que generaron los medios concentrados presurosos por llevar la contraria, por editorializar preguntas, por arriar entrevistados. No es suficiente, no alcanza, no es una forma de hacer comunicación. Estamos fracasando porque el discurso que se instala no solo es pobre mediocre, devalúa la palabra, el concepto, sino que lo que queda es un mensaje psicopático, negador. Hoy dicen una cosa y mañana otra totalmente opuesta, sin prurito. Es más, nadie advierte, ni pone de manifiesto, ni visibiliza esas contradicciones, ni propios ni ajenos. Lean bien: ni propios ni ajenos. ¿Cancelación? ¿Aplican la cancelación?
Antes un panorama cruel, inhóspito voy a traer una frase de Alejandra Pizarnikl “cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa”. No podemos tener discursos tan desprolijos, como colectivo. No podemos no nombrar, porque no nombrando se cuela la derecha y peligran los gobiernos. No podemos no tener unos cinco puntos de unión. Unificar el discurso solo en cinco puntos y salir a decir más y otra cosa.
No a los “primer programa” sobre discapacidad”; “única columna”. El yo en la narrativa y en la poesía no cuenta, es la voz del narrador, la voz poética el que habla. Nunca el yo es protagonista.
Si no construimos nuestro propio relato desde la unión no solo no van a vacunarnos ni a declararnos de riesgo. Ese desprecio tiene que encontrar una barrera en nuestra definición de nosotros mismos, de lo contrario, Horacio Rodríguez Larreta ocupará una pantalla de televisión un domingo a la noche, con consecuencias mucho más devastadoras que las “cadenas nacionales de la yegua”.
Hagamos lo imposible porque lo posible ya lo hicieron otros.
Cada uno quiere hacer las cosas a su manera. Quizás hay que buscar maneras de hacer en común.
Fijar objetivos mínimos, objetivos a mediano plazo y objetivos máximos.
Correr el yo, dejando que hable la causa. La causa es la discapacidad, el objetivo común buscar el bien común y el bien de las mayorías a las que se representa.
Hay algo que está fallando. En China los drones forman códigos QR gigantescos, en el cielo, para que los espectadores se descarguen videojuegos. En esta época vivimos.
La pregunta es si estamos dispuestos a resignar narcicismos, que lo único que fomentan es la desunión.
Si estamos dispuestos al armado de un frente, a reconocer lo poco. que hemos logrado por separado.
La vacunación nos dio un ejemplo de ello. La mayoría de las organizaciones piden declarar a la población con discapacidad prioritaria para la campaña de vacunación. Si lo logramos será el triunfo de 5.140.000 personas, no el triunfo del tal o cual organización, observatorio o red.
Siempre me pregunté por qué si somos un colectivo con problemáticas similares al colectivo LGTBIQ, -que apoyo fervientemente- por qué a ellos se los ha reconocido. Con dificultades, tardíamente, la sociedad, el feminismo, los medios de comunicación. Alguien vio en los programas de C5N, además de otros incumplimientos inadmisibles, como el acceso a la información, que hubiese una persona con discapacidad. O en el noticiero de la TV Pública, o en la radio. No importa que podamos contar los ejemplos con una mano, están. Nosotros no. La mayoría de los programas que protagonizamos son radios por striming sin pauta, trabajo militante (o sea no pago) y de escaso alcance. En los programas con una red de audiencia importante no estamos. Otra vez la unidad es la respuesta, o la falta de unidad. Por qué queremos ser “el único programa” si siendo muchos es más probable que se consigan mejores resultados. Por qué el “primero”, insisto. Podemos ser el segundo o el quinto e igual ser. No tenemos tiempo en perdernos en palabras rimbombantes que no aseguran calidad, buena información, análisis apropiado de la realidad.
Voy a hablar en primera persona, discúlpenme. Tengo una discapacidad motora a veces pienso que no tengo idea que siente una persona con discapacidad intelectual, ciega o sorda. Si realmente estoy hablando para todos, aun con CUD (Certificado único de Discapacidad). Seamos honestos, entonces Encontrarnos en lo que compartimos entre todos que es la discapacidad. En los problemas laborales de acceso al cupo del 4%. ¿Dónde nos tenemos que registrar como personas con discapacidad? ¿Abrió el Estado un registro? Tenemos problemas con las obras sociales y las medicinas prepagas y el programa Incluir salud. Tenemos problemas con los centros de rehabilitación, cerrados la mayoría por la pandemia. Tenemos problemas con los traslados. No tenemos un teléfono para comunicarnos de manera directa con necesidades especiales de la obra social del Personal Civil de la Nación, UP, por ejemplo. Tenemos problemas con los traslados. Con las prótesis y las órtesis. No hay igualdad en el acceso a la salud. Tenemos problemas con la recreación, con las veredas en CABA, al menos, con los colectivos, Más allá de la pandemia.
La realidad nos obliga, nos perdamos la caverna de Platón, o en la pos verdad, o en la parte más oscura y humana. Seamos algo más. No nos hace mejores pertenecer al observatorio tal o cual, nos hace mejores lo que gestionamos. No se es lo que se dice sino lo que se hace.
Insisto, tenemos puntos en común. Resolvamos las diferencias. No nos olvidemos que somos 5.140.000, al año 2010. Pasaron once años y se van a incorporar los que padecieron COVID, con diferentes patologías.
Y nada de lo que aquí digo va en desmerecimiento del gobierno actual que tanto nos costó conseguir y que no tiene comparación con el tormento padecido desde diciembre del 2015 a diciembre de 2019.
Estamos a tiempo de hacer algo distinto para alcanzar resultados diferentes. En esa oportunidad podemos todavía ser una alternativa uniéndonos, aunque traguemos algunos sapos. No nos vendría mal un baño de humildad.
Llamemos a una cumbre de referentes. Quizás hasta tragar algunos renacuajos no estaría tan mal después de comer tantos sapos.