La crítica social de las series animadas a lo largo de la historia
Por Francisco Pedroza
Las series animadas para adultos históricamente nos dieron una visión crítica acerca del mundo en que vivimos, no siempre desde el mismo punto de vista o contexto. Si bien desde los años 90 en ellas podemos ver problemáticas de época que se van tensionando con la comedia, ¿cómo empezó todo?
La tira que cambió el panorama para siempre fue claramente Los Simpson, lanzada en 1989 de la mano de Matt Groening. Por primera vez en la pantalla chica, dibujos animados retrataban la “normalidad”. Hasta ese momento, las caricaturas solían caer en moralidades sencillas y resoluciones fáciles, mostraban una cara divertida de la vida, predominaban el entretenimiento y el ocio. No se buscaba más que eso: la distracción, personajes simpáticos superando obstáculos de una forma amena, era eso lo que atraía a los espectadores.
Los Simpson rompieron con esto, desde sus personajes hasta las situaciones que atravesaban. No buscaban solamente agradar sino que ahora uno podía empatizar con ellos: un trabajador de clase media al que le falta la plata y un hijo rebelde asistiendo a una escuela en decadencia, entre otros muchos personajes. A través de su ubicación en contextos reales, daban lugar a una evidente crítica de la sociedad moderna. El espectador se volvía cómplice, más que mero consumidor, y de esa manera sobrepasaba un entretenimiento llano y duro. Por primera vez, era necesario prestar atención y tener cierto nivel de comprensión y análisis para captar todo lo que la serie nos proponía.
Sin embargo, pensábamos que Los Simpson llegaban a decir todo lo que los dibujos animados podían. En 1997 nos dimos cuenta que estábamos equivocados. South Park llegó como una aplanadora. Ya no se criticaba a cierto sector social o a ciertas costumbres, sino que podía abordarse todo. Desde Buda a Jesús y desde los republicanos a los demócratas. La gran novedad fue el lenguaje y el humor que la serie utilizaba. Insultos, chistes escatológicos y una comedia mucho más irreverente llenaban el show de principio a fin. Sin darse cuenta, habían abierto la puerta de la acidez en las caricaturas.
La necesaria conexión entre las dos apareció en 1999. Padre de familia supo entender qué factores funcionaban en cada serie y los combinó. Fueron por más y marcaron su propia impronta, capitalizando una gran gama de grises que no era explorada. Las principales diferencias con otras series como Los Simpson estaban en los personajes y el universo planteados: en Los Simpson, Maggie se resigna a ser sólo una bebé, pero en Padre de Familia Stewie habla, mantiene una relación de amor-odio con su madre y es un genio de la tecnología. Profundizaron un elemento que podía pasar totalmente desapercibido y, además, le dieron un tinte de ciencia ficción que la familia amarilla no tenía. Brian, el perro de la serie, también fue factor determinante. No sólo puede hablar, es “la voz de la conciencia” de la familia, la más cuerda e inteligente. Por si fuera poco, es el único capaz de escuchar al bebé. Sin lugar a dudas, Seth MacFarlane y el resto del equipo entendieron que una serie animada podía dar rienda suelta a la imaginación sin dejar atrás las bases más verosímiles.
Mas tarde, entre 1999 y 2013 vimos pasar muchos más shows que, más allá de una mayor o menor relevancia, carecían de novedad. La repetición volvió un lugar común ciertas cuestiones que antes llamaban la atención. El mundo había cambiado pero las producciones aún no lo reflejaban. La salvación de aquella condena fue la llegada de Rick & Morty. Los patrones se volvieron parte del contexto, entendiendo que ya eran un componente tácito, y la búsqueda excedió a lo tangible del día a día. Aparecieron, por primera vez en formato animado, temas como la ciencia, la física y las teorías matemáticas, combinadas con la filosofía de la existencia humana, conformando una dupla imbatible. El nihilismo es el gran protagonista de la serie. Si las anteriores nos hicieron reflexionar sobre nuestra cotidianidad, ésta lo que hizo fue mostrarnos que tal cotidianidad, en realidad, no existe.
Finalmente, en 2014 llegó Bojack Horseman, retratando animales antropomórficos más humanos que cualquier otro personaje de los mencionados anteriormente. La serie da cuenta de que la crítica ya se pensó y repensó, que no queda nada ahí. Nos muestra que hay mucho más por decir de lugares que siempre estuvieron ahí, pero que no lo sabíamos, que no habíamos visitado. La humanidad, esa sombra que nos sigue a todos lados a pesar de todo, es lo más natural que tenemos. No es casualidad, entonces, que los protagonistas sean animales.
Bojack Horseman es un espejo en el que no nos queremos reflejar, un insulto a nuestra moralidad tan bien construida. Al verla, empatizamos con quien no queremos y eso es lo valioso. La última serie animada de culto puede ser a la vez el puntapié para muchas otras cosas, ya que resulta totalmente refrescante para el contenido televisivo. Reformula el “humor ácido” y nos hace creer que, si hablamos de evolución en cuanto a series animadas, ésta es la conclusión de toda la cadena repasada, el punto más alto alcanzado por una serie animada hasta ahora.