Feel good: una serie cómica sin etiquetas
Por Marina Jiménez Conde
La segunda temporada de Feel good (sentirse bien, en castellano) tuvo su estreno en Netflix a principios de mes. Protagonizada por la comediante canadiense Mae Martin, que creó la serie inspirándose en su propia vida, el conflicto mayor gira en torno a la relación de Mae con su novia, George (Charlotte Ritchie), quien es la primera vez que sale con otra mujer. A lo largo de los seis capítulos que dura cada entrega se abordan una amplia variedad de temas, como las relaciones tóxicas, las adicciones, los abusos, el miedo a “salir del closet”, las etiquetas de género, las relaciones familiares y los conflictos que tiene Mae para estar bien, contrario al título que lleva la tira, consigo misma.
Los personajes, y sobre todo Mae, se ríen de sí mismos en situaciones adversas, otorgándole un sentido tragicómico a lo que va ocurriendo. La producción original de Netflix utiliza el humor británico, al que hay que estar acostumbrado, porque a veces puede resultar un poco desconcertante. A la vez, hay momentos donde se recurre a un tipo de humor bastante exagerado, más cercano al norteamericano, y allí la serie llega a su punto más flojo.
Si bien se la puede catalogar como una producción de temática LGTBIQ+, los variados temas que se van tratando le aportan una diversidad mayor. En sintonía, hasta las propias protagonistas, dentro y fuera de la serie, le rehuyen a las etiquetas a partir de las cuales el resto pretende identificarlas. Por ejemplo, en un momento George tiene que presentarse y las personas que están con ella le preguntan acerca de su orientación sexual. Sólo alcanza a definirse a partir de lo que hace, sin adjudicarse ningún rótulo. Un intento de pasar del “soy” al “estoy siendo”.
En eso, se puede ver la mano de Mae Martín, y la importancia de que sea una persona perteneciente a la comunidad LGTBIQ+, la que se encuentra detrás de la serie. Feel good remarca como se exige desde la heteronormatividad el poder tener en claro gustos, identidades y géneros ajenos. Mientras que Martin está poniendo en práctica cómo deshacer el género. Alrededor de la segunda temporada, su personaje se llega a identificar como no binarie y lo hace con cierta duda. Lo mismo sucede cuando habla de su bisexualidad.
Por otro lado, la comediante, que ha tenido problemas con el consumo de drogas, también lo ha reflejado en la serie. A través de su personaje en la ficción, señala cómo amar a alguien muchas veces puede llevar a una relación adictiva, igual o peor a la que se tiene con una sustancia. Al mismo tiempo, expone así la toxicidad que esto trae y lo difícil que puede ser librarse de esos condicionamientos.
Este tipo de series, como I may destroy you o Please like me, se celebran siempre, pero también es cierto que ya se empieza a generar una diversidad de productos que hace necesario subir la vara. En ese aspecto, cuanto más se aleja de la risa chata y exagerada, centrándose en una mirada que pone en ridículo las necesidades de la heteronormatividad, es cuando Feel good vale más la pena.