Luca: Pixar para los más pequeños/as

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Luca: Pixar para los más pequeños/as

03 Julio 2021

Por Melany Grunewald

* El artículo incluye lenguaje inclusivo por decisión de la autora

El 18 de junio se estrenó en cines Luca, lo nuevo de Pixar. La historia transcurre en un pueblito costero de Italia, entre las décadas del 50 y el 60, sin especificar. Luca no es un muchacho común y corriente: aunque es muy cuidado por sus padres, y tiene curiosidad por objetos que encuentra desparramados cerca de su hogar, no es humano. Es un pequeño monstruo marino que tiene prohibido subir a la superficie. Una vez que lo hacen, se convierten en humanos y así lo descubre cuando conoce a Alberto, un niño que, como Luca, es una criatura marina. 

A diferencia de Luca, a Alberto le gusta romper las reglas de aquello que se le impone como monstruo marino y pasa mucho más tiempo en la superficie que en el agua. A lo largo de la historia, estos dos personajes deberán impedir que los humanos del pueblo pesquero se den cuenta de su condición. Pixar, con su inconfundible estilo analógico, utiliza esta secuencia para graficar un poderoso mensaje: descubrir quiénes somos, que no somos los mismos frente a nuestros familiares que frente a nuestras amistades, y que incluso entre nuestras amistades tenemos vínculos y tratos distintos. 

 

La amistad entre Luca y Alberto

Aunque Pixar no lo hizo explícito, es entendible que este vínculo amistoso es muy diferente al de otros personajes masculinos de la productora: no son Buzz y Woody de Toy Story, ni Mike y Sulley de Monsters INC. Es una relación que nace en el transcurso de la historia, de la compañía y de hacer cosas juntos, como, por ejemplo, construir una Vespa. Pero no son “compinches”. El cariño del uno por el otro se asemeja mucho más a un “primer amor” que a un compañero de aventuras. Tal vez lo compinche viene de la mano de Giulia, la niña que los conoce en el pueblo y con quien buscan ganar una carrera. Sin embargo, hay algo del contacto físico entre los personajes que también difiere: Giulia es una niña y los abrazos o contactos que mantiene con los chicos están despojados de tensión. Entre Alberto y Luca, por su edad, es lógico que no haya una tensión de índole sexual, pero sí una chispa, lo eléctrico, lo nuevo.

En ningún momento se hace explícito, pero es subyacente que estamos frente a personajes pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+. Pueden no estar conscientes de ello, ya sea por su edad, espacio y tiempo— recordemos que la historia transcurre en Italia entre las décadas del 50’ y 60’— pero para el espectador es casi obvio. Tampoco es casual que se haya estrenado en el mes del orgullo, aunque la intención de la fecha tuvo que ver más que nada con el comienzo del verano en América del Norte. Por otro lado, el hecho de que sean criaturas marinas, que tienen que esconder su apariencia real frente a los humanos para que no los maten, es una fuerte analogía de las vivencias que la comunidad LGBTIQ+ presenta: la discriminación y odio que les dejan dentro del closet, hasta poder descubrirse y exponerse con orgullo.

En términos gráficos, Luca también se distingue del resto de las producciones de Pixar: los rasgos humanos son sencillos y tienden a configuraciones redondeadas. No es azaroso, ya que  desde el estilo gráfico nos invitan a entender que la producción se dirige hacia los rangos etarios infantiles más bajos, donde las figuras geométricas son más destacables, así como lo caricaturesco del movimiento, en lugar de la minuciosidad de las expresiones que podemos encontrar en otras películas con un target más amplio. 

La elección del espacio geográfico, inspirado en Cinque Terre, Italia, y el tiempo para contar esta historia, tienen que ver con la infancia de su director Enrico Casarosa. Enrico dirigió La luna, corto de Pixar de 2002 con una fuerte relación para con Luca en cuanto al estilo gráfico. Es un homenaje a su infancia, y a través de la Vespa logra vincularse con el cine de esos tiempos: William Wyler, Federico Fellini, entre otros. Destinada a un público infantil, ya que es corta y sencilla en términos cronológicos y de acontecimientos, lo que termina haciendo más peso son las relaciones entre los personajes, por encima de sus acciones o de lo que sucede en la historia en sí. 

Pixar ganó cierto espacio y privilegio a la hora de adaptar temáticas complejas a un lenguaje cinematográfico infantil: en Coco, por ejemplo, con la muerte; psicología emocional en Intensamente; existencialismo en Soul; incluso la amistad a través de los años con toda la serie cinematográfica de Toy Story, que en la cuarta entrega toma un lenguaje muy adulto y por eso se dirige más a quienes la seguimos desde 1995 que a las generaciones infantiles presentes.  Se entiende que en esta oportunidad lo hayan simplificado para hablarle enfáticamente a les niñes sobre libertad de ser quien querés ser, aceptación, empatía y apertura ante todo tipo de personas. Marinas también ¿por qué no?

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