Tres libros de Leónidas Lamborghini, su reedición
Por Miguel Martínez Naón y Noemí Naón
La reedición de estos tres libros de Leónidas Lamborghini celebran, una vez más, nuestra posibilidad como lectores de revisar su extensa obra y confirmar su autenticidad, su hondura y trascendencia en los últimos cincuenta años de la poesía argentina.
Tal como sostienen los editores, estos tres libros reunidos en un solo volumen responden a una proximidad temporal y a un clima común de época. La comicidad y la tragedia de nuestra historia situándose cronológica y subrepticiamente en los trágicos acontecimientos de Diciembre de 2001.
En Mirad hacia Domsaar el poeta conduce al lector a través un paraje desolador y distópico. En primer plano aparece “Pijg”, un ser “gigantón” que agoniza sobre una camilla (mirádlo a Pijg/ tan fantasmal como verídico). Asistido por “Mata”, su torva esposa, (la del “fiero entreojo”) y “Betty”, la brava, su amante cuya función inicial es prodigar caricias y controlar los monitores. Devorados por un sol que irradia perversidad, un “chancro ardiente”, una llaga abierta; entre surcos abandonados, pastizales, tranqueras y postes humanos.
El gigante en cuestión, el agónico y emasculado Pijg, a veces hombre a veces animal, podría remitirnos al minotauro o mitos más cercanos en nuestra historia como El sueñero, aquella gran saga del dibujante Alberto Breccia.
Pijg, cazado en el Bosque de los Ombúes con ayuda de dardos psicotrópicos, hoy padece de males indescifrables en manos de su mujer, su amante, la mirada indiferente de “El Herrero”, el canto afónico del “Pájaro Pájero”, y acuciado por las burlonas e invisibles libélulas cantantes.
En el transcurso de ese canto alegórico donde el poeta insiste al lector en el “Mirad”, en el “Miradlo”, en el “Miradla”, la agonía de Pijg, sus balbuceos, sus quejidos mortales, nos conducen al final, a su palabra: “El ensayo de/la palabra de Pijg”. Su entrecortada y suspendida respiración.
Los otros dos libros, La risa canalla y Encontrados en la basura, se caracterizan por remitirse a hechos verídicos, recortes de noticias, crónicas policiales, testimonios de locos, de criminales, de mujeres asesinadas, y otros.
Desde su primera página, en La risa canalla, el poema titulado La moral del bufón, presenta “La verdad del Modelo” y describe a la vida como parodia de la vida:
risible senda en la que el suicidio,
su idea, ronda hasta el bebé
Luego llegan los Comiqueos, las voces de los vivos y los muertos que hablan en primera persona. Justifican sus males, se confiesan, en ese clima de tragedia que como bien expresa el autor: empieza en la parodia, sigue en caricatura y da en grotesco.
Mirad hacia Domsaar (fragmento)
Miradlo a Pijg, el gigantón, que agoniza, que se nos muere, que se nos va y no se nos va.
Miradlo yacer, allí, inestable, en esa improbable camilla rodante detenida en Domsaar: paraje perdido, abandonado.
Miradlo a Pijg
tan fantasmal como verídico,
bajo ese cruel sol
que, a su vez, desde el azur lo mira
creyendo y descreyendo de sí mismo / en sí mismo,
aunque no por ello deja de quemar.
Mirad
a esa raída y vacilante camilla, perpleja, estacionada
frente a la Casa del Herrero, miradla:
no tiene estribos
ni capota
pero luce un sinnúmero
de monitores.
Y mirad esos monitores: registran hasta el sin cansancio los signos vitales (aunque
extremadamente débiles) de Pijg, repitiéndolos una y otra vez. Miradlos.
Mirad hacia Domsaar.
Mirad ese sol:
Es un chancro ardiente, una llaga que irradia perversidad en el azur, una pústula hirviente
-criatura de lo monstruoso—
que devora a Domsaar
que lo postra en el polvo, ese polvo extraña y extraña-
damente frío a pesar del calor, frío, sin embargo, pol-
vo polvoriento a que ha venido quedando reducido.
Domsaar, este paraje. Miradlo.
Domsaar:
polvo-sudario, ceniza blanquecina: miradla extendida,
miradla extendiéndose, a pesar.
Comiqueo de Benjamin
-Trepo por la ladera, acorralado,
por ideas de muerte y de tortura:
huyo hacia la frontera, qué me queda.
Nada me queda ya; con mi valija
trepo como una cabra algo extraviada;
aquí pongo este pie, vacilo, pongo
el otro; trastabillo, doy en tierra,
caigo, me levanto, el miedo me levanta
aunque sé que mi chance es casi nula.
Huyo de la barbarie pero entiendo
que barbarie y cultura una sin la otra
no pueden concebirse; no hay escape:
y este horror en la frontera me abatió.