Je suis Karl: los cimientos de la nueva ultraderecha europea
Por Francisco Pedroza
No resulta una novedad la creciente ola de movimientos de extrema derecha en el mundo. En nuestra región lo podemos ver con nuestros propios ojos. Ideas que parecían enterradas hace tiempo, debido a sus sanguinarios desenlaces, hoy vuelven a hacerse presentes pero con otras máscaras y otros referentes. Más allá de esas consignas que creíamos que nunca más íbamos a ver en el poder, hay otro factor que se repite: los movimientos que los difunden están, en general, integrados mayormente por jóvenes, siendo estos los más fieles a sus ideas y los más radicales a la hora de su expansión. Je suis Karl es una coproducción entre Alemania y República Checa donde se aborda esta problemática desde adentro de una organización ficticia.
La trama sigue la historia de Maxi (Luna Wedler), joven alemana e hija de padres que ayudan a refugiados a cruzar la frontera y radicarse en el país. Todo comienza cuando la madre, junto a sus dos hermanos, son asesinados en un ataque terrorista y Maxi conoce a Karl (Jannis Niewohner), un carismático líder de una organización fascista. A partir de este encuentro, veremos las estrategias que usan desde adentro para atraer jóvenes hacia su movimiento, que lejos de ser skinheads o reivindicar algunas de las banderas de antaño, son hipsters, influencers y estudiantes bien posicionados.
Esto se vuelve muy claro cuando, al inicio de un discurso de Karl en la universidad, una de las jóvenes se anima a gritar “Sieg heil”, frase del nazismo utilizada para saludar a su líder. Karl, lejos de condenar aquellas palabras, sólo atina a decir que es parte del pasado y que hay que superarlo. Una especie de referencia a una batalla perdida y no un genocidio.
En términos narrativos, el film por momentos cae en lugares comunes y hasta trillados, como apelar a la lastima o al romance. Sin ir más lejos, la historia sobre movimientos radicalizados fue contada muchas veces: en La ola veíamos a un profesor que experimentaba con una clase convirtiéndola de a poco en una organización política; o, más reciente, en la serie Years and Years vemos el crecimiento de posiciones extremistas a lo largo de los años y la simpatía que generan en ciudadanos, que incluso al principio eran reacios. Sin embargo, a diferencia de estas producciones, Je suis Karl no muestra escenarios hipotéticos, sino que refleja algo mucho más crudo y perturbador: una serie de ideas que hoy en día están en expansión y de qué forma son transmitidas.
Como señalamos más arriba, estas ideas no son algo nuevo en ninguna parte del mundo, pero hoy son comunicadas de otra manera y esta película se mete en el debate. No sobre por qué para tantos jóvenes son llamativas, eso queda muy claro a lo largo de las dos horas de duración del film, sino ¿Por qué a pesar de todo todavía no hemos podido desterrarlas? Y en especial ¿Qué es lo que realmente están pidiendo? ¿Qué necesitan? En definitiva, si existe alguna forma de satisfacer esas demandas, sin necesidad de recurrir a movimientos extremistas y prácticas violentas, que ya sabemos a dónde nos han llevado en la historia de la humanidad.