Dopesick y la introducción al mundo de los opiáceos
Por Marina Jiménez Conde
¿Qué relación puede existir entre las muertes por consumo de cocaína adulterada por carfentanilo, ocurridas la semana pasada en Argentina, y el lanzamiento de un opiáceo llamado OxyContin al mercado farmacéutico en 1996, producido por el laboratorio Purdue Pharma? La serie Dopesick, disponible en Star+, puede responder el interrogante y también explicar el surgimiento de la epidemia de opiáceos que atraviesa hoy Estados Unidos, que lo llevó a superar el récord de más de 100 mil muertes anuales.
En tres líneas temporales distintas, que inician en 1996, principios de los 2000 y mediados de esa década, Dopesick va y viene para mostrar cómo la empresa Purdue Pharma, con un ejército de visitadores médicos, logra convencer a doctores para que empiecen a recetar OxyContin, afirmando que la droga sólo produce adicciones en el 1% de los casos— lo cual era totalmente falaz— en connivencia con la FDA—la Administración de Medicamentos y Alimentos— que sería el organismo equivalente a la ANMAT en Estados Unidos.
De esa manera, en los hospitales se terminaba prescribiendo el uso de esa droga para todo tipo de dolores, no sólo severos sino también leves y moderados, como cefaleas, de muela o musculares. Todo sobre la base errónea e intencionalmente tergiversada por Purdue, de que la droga era menos potente que la morfina— cuando es tres veces más poderosa— o que su liberación prolongada evitaba los “picos” de euforia que producen los opiáceos.
La serie, producida por Hulu y de ocho episodios, mezcla las historias en esas tres líneas temporales. El doctor Samuel Finnix (Micheal Keaton) vive en una pequeña ciudad minera en Virginia y, con cierta desconfianza inicial, empieza a recetar OxyContin a sus pacientes con el fin de aliviar los dolores que el trabajo en la mina genera. Por otro lado, la agente de la DEA Bridget Meyer (Rosario Dawson) empieza a atar cabos entre el crecimiento del delito y el abuso del fármaco, que para entonces era comercializado de forma ilegal en escuelas secundarias y se cobraba varias víctimas por sobredosis. Por último, la historia centrada en dos fiscales (Peter Sarsgaard y Michael Stuhlbarg), que deciden imputar a Purdue Pharma y tienen que ir recolectando las pruebas para obligar a la justicia a no mirar hacia otro lado.
Puede considerarse un thriller legal, similar a películas como El precio de la verdad, donde el perseguido es un gigante de la industria que sortea todas las leyes con el único fin de obtener más ganancias. El contrapeso pasa por las historias de Finnix, que muestra en primera persona las consecuencias de la adicción que produce el OxyContin, y Meyer, que incluye una mirada de género y racial sobre su posición en la DEA y a la vez remarca que no siempre todo está corrupto. También hay tiempo para meterse dentro de la intimidad de la familia Sackler, que, a lo Succession, demuestra las miserias detrás del imperio Purdue y el desprecio entre los mismos parientes que se disputan la dirección de la compañía, aunque todos tienen en común que los escrúpulos no les sobran.