Spencer: una fábula sobre la tragedia
Por Manuela Bares Peralta
Con su nuevo largometraje Spencer, el director Pablo Larraín, nos sumerge y ahoga en uno de los momentos más frágiles que vivió la princesa Diana. La víspera y la Navidad de 1991 en Sandringham House, es un recorte temporal que sirve para escenificar la bulimia, la autoflagelación y las crisis que atravesó Lady Di.
Larraín repite un recurso que ya utilizó en Jackie, donde retrata el duelo que vive Jaqueline Kennedy los días posteriores al asesinato de su esposo: un montaje claustrofóbico, repleto de planos desordenados, con un arco argumental que no se preocupa por respetar cronologías. Si bien en esta oportunidad, tanto las interpretaciones lideradas por una potente Kristen Stewart y un impecable Timothy Spall, como la puesta en escena, el guion a cargo de Steven Knight y la banda sonora de Jonny Greenwood construyen una atmósfera agobiante, al igual que en su sucesora Jackie, en su último largometraje Larraín logra una mayor fluidez en su composición, invitándonos a espiar el mundo interno de Diana en todas sus dimensiones, siendo todo lo sutilmente sofocante como para sentirlo sin dejar de verlo.
“En este lugar el pasado y el presente son la misma cosa”, les dice Lady Di a sus hijos en una de las escenas dentro del palacio. Esa es la invitación que nos hace el film: la posibilidad de vivir de cerca como espectadores de ese lugar incómodo, atrapado entre la historia y la tradición, que le tocó vivir a Diana Spencer.
La película parte de una premisa y un acuerdo, conocemos la historia, no necesitamos de imágenes de archivo ni alusiones cronológicas. La interpretación de Kristen Stewart, nominada al Oscar a Mejor Actriz por este papel, es lo único que nos sitúa en ese momento, es la base fundante de la narración sobre una época que sólo visitamos a través de ella. Pero, también trae consigo una advertencia: no es una biopic sino una fábula. Una mirada alternativa, por momentos teatral, de relatar la crisis interna que vivió Diana sin ornamentaciones ni intermediarios. Rebelde, desafiante e intensa, como la interpretación de Stewart.