Bridgerton: un amor de época que bate récords
Por Marina Jiménez Conde
Después del éxito de la primera entrega, la segunda temporada de Bridgerton, drama romántico que tiene como protagonista a la familia homónima, sigue rompiendo récords. Luego de que el inicio de la serie se centrara en la historia de amor de Daphne Bridgerton (Phoebe Dynevor) y del duque Simon Basset (Regé-Jean Page), en esta oportunidad el protagonismo gira en torno al romance del vizconde Anthony Bridgerton (Jonathan Bailey), el hermano mayor de Daphne, con Kate Sharma (Simone Ashley).
Tal como sucede en la primera, en donde un enrevesado motivo hiciese que el duque de Hasting no quisiera “desposar” a Daphne, ahora es “el deber” lo que hace que Anthony y Kate estén dando vueltas, demasiadas vueltas, con peleas, miraditas y roces de por medio, hasta hacer lo que quieren. La historia casi tóxica de Daphne y Simon servía para mostrar cómo las mujeres eran valoradas en el mercado del matrimonio y todo el peso social que conllevaba tener que “ser elegidas” por un hombre. Un momento para el que se preparaban durante toda su vida, pero sabiendo poco de los “deberes” conyugales, en especial del sexo. En ese sentido, nada novedoso aportan los nuevos capítulos, salvo ver a una Eloise Bridgerton (Claudia Jessie) intentar eludir todo lo que se puede esas instancias.
Lo más incómodo es ver que el amor entre Anthony y Kate tiene lugar mientras él corteja a la hermana, Edwina (Charithra Chandran), que al igual que había pasado con Daphne, es elegida por la reina como “el diamante de la temporada”, haciendo que el vizconde se fije en ella. De esa manera, Anthony trata de ganarse el visto bueno de su hermana mayor, Kate, que es la que tiene que bendecir su unión. La historia no tiene nada que envidiarle al “Wandagate” y, pese a que la cuestión moral de echarle la culpa a la mujer ya está en discusión en nuestra sociedad, lo cierto es que para que se solucione todo el conflicto hace falta de una Edwina muy, pero muy, comprensiva.
Bridgerton nunca fue ni pretendió hacer bandera de las luchas que se plantean desde los feminismos, es más bien una serie mainstream atravesada por algunas cuestiones de la época que son incorporadas, como poner a la mujer al mismo nivel que el hombre en cuanto al deseo. Otro aspecto a tener en cuenta es que en la temporada anterior se le había dado mucho tiempo de pantalla a las escenas de sexo entre Daphne y el duque, y en este caso no hay tanto que ver entre Kate y Anthony. Pese a que hay una carga importante de sensualidad y de erotismo, la ausencia de Regé-Jean Page se hace sentir.
Con una tercera y cuarta temporada confirmada, la producción basada en la saga de ocho novelas de la escritora Julia Quinn, que cuenta en la producción con Shonda Rimes— creadora de Grey's Anatomy—, se estipula que las próximas entregas ya no se centren en la historia de uno de los hermanos Bridgerton— como sucede en las novelas—, sino en varias a la vez, como sucede regularmente en las series tradicionales.
En ese camino, la segunda dio un adelanto con las historias de los hermanos que le siguen a Anthony: Benedict (Luke Thompson) en la academia de arte, mostrando que es el hermano más experimentador, la vuelta de Colin (Luke Newton) después de su viaje y la relación de amistad con Penélope (Nicola Coughlan), y por otro lado la ya mencionada Eloise, que parece serle esquiva a la cuestión del matrimonio, pero su acercamiento a Theo (Calam Lynch), un obrero que trabaja en una imprenta, deja en claro que ningún Bridgerton puede escapar del amor.
Con una base cautivada por la primera temporada, con la promesa de que esta vez sí retornarán Anthony y Kate y, sobre todo, con el aval de los números de una segunda entrega que batió récord de audiencia, hay camino allanado para una tercera que tendrá que reinventarse para no contar lo mismo otra vez.