El fotógrafo y el cartero: Cabezas, un crimen que marcó a la historia Argentina
Por Manuela Bares Peralta
El archivo inicial de playas y paradores de moda anclados en Pinamar operan como una síntesis de la política nacional de esa época. Los bronceadores Hawaiian Tropic se entremezclan con los desfiles hosteados por Roberto Giordano y Teté Coustarot, operan como mesa de negociación y rosqueo de la clase política de esa década. El nuevo documental de Netflix se esfuerza por hacernos habitar esa coyuntura pasada, de la cual el crimen de Cabezas fue su máximo punto de inflexión.
“Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”
En los 90 Alfredo Yabrán manejaba el correo privado, el clearing bancario y los negocios que se desprendían del aeropuerto de Ezeiza y el resto del país. En síntesis, casi todos los negocios pasaban por las manos de Yabrán.
A mediados de 1995, el entonces ministro de economía Domingo Cavallo nombraba a Alberto Yabrán en plena sesión del Congreso y lo catalogaba como “jefe de una mafia enquistada en el poder”, a raíz del debate en torno a la privatización del correo. Esa era la primera vez que el nombre del empresario adquiría estado público. Los dichos de Cavallo derivaron en una confrontación abierta con Carlos Menem y con su posterior salida del gobierno. Para ese entonces, la palabra y la imagen de Alberto Yabrán fueron terreno de interés para el periodismo.
Nadie hablaba de Yabrán, nadie lo nombraba, hasta que una imagen tomada por José Luis Cabezas llegó a la tapa de la revista Noticias en febrero de 1996. Esa foto convertida en ícono del fotoperiodismo no sólo terminó por sacar del anonimato al empresario sino que se transformó en testimonio del fin de la era menemista.
La precisión temporal con la que Hartmann y Ragone delinean los acontecimientos sólo es interrumpida por testimonios presentes y de archivo que operan como una suerte de columna vertebral que nos permiten comprender los hechos y la época. El recorrido se frena para hacerle lugar a una entrevista que Mario Grondona le hizo a Yabrán en la que cita una nota que el empresario había dado para el diario Clarín donde le preguntan “¿Qué es el poder?” y el contesta “El poder es tener impunidad”. El empresario sólo asiente.
“No se olviden de cabezas”
El documental se permite el espacio y las desviaciones necesarias para narrar a José Luis Cabezas más allá de su muerte. Los testimonios de Gabriel Michi, Edgardo Zunino y Osvaldo Baratucci (por nombrar algunos) colisionan armónicamente con las recopilaciones de archivo de la familia de José Luis y las entrevistas que brindaron Eduardo Duhalde y el empresario Oscar Andreani. Una introducción fugaz y efectiva sobre el impacto del trabajo de Cabezas como reportero gráfico con tapas como “Maldita policía” donde captaba al jefe de la policía bonaerense Pedro Klodczyc.
Su asesinato se convierte en noticia, el glamour de la temporada de verano es invadido por patrulleros y agentes policiales. Un crímen extemporáneo para una democracia que parecía asentarse, un resabio que se parecía demasiado a las imágenes que aún permanecían presentes en el subconsciente argentino de la última dictadura militar. La frivolización de la política, el cuerpo que le tiraron a Duhalde y él se apropió, una campaña presidencial trunca, los resortes del poder y sus rupturas.
También el mito que se creó con el suicidio de Yabrán y la sensación de corrupción e injusticia que se plasmó en las calles y despidió al gobierno de Menem.
Cabezas fue el fin de una era y también un hartazgo que se adueñó del humor social de una Argentina quebrada por la corrupción. Fue la posibilidad de torcer el rumbo del poder y, junto al asesinato de María Soledad Morales, el atentado a la embajada de Israel y el atentado a la AMIA, el asesinato del soldado Carrasco, la explosión de Río Tercero y la muerte de Menem Junior, fue la narrativa que se imprimió al final de una etapa central en nuestra historia. Cabezas fue el fin de la era menemista y esta es la forma en que el siglo XXI se anima a contarlo.