Canosa y la retórica del hartazgo
Por Manuela Bares Peralta
En la época de las repeticiones, los trending topics que marcan agenda y las vistas que se acumulan por YouTube, pareciera que lo único que importa es permanecer, pero, ¿a costa de qué? Si Viviana Canosa fuera la encargada de develar por nosotros este misterio creemos que diría: a costa de todo.
Con la escuela Chiche Gelblung a cuestas, en el mítico “Memoria”, pasó de las investigaciones paranormales mezcladas con actualidad a hacer un curso intensivo de periodismo de espectáculos en el “Intrusos” de Jorge Rial y Luis Ventura, para después lanzarse con un programa en el canal vecino, “Los profesionales de siempre”. Años después, hizo el intento con un magazine que llevaba su nombre y después hizo lo propio en el terreno político con especiales transmitidos por el canal de noticias TN, para finalmente llegar al prime time de Canal 9 y, más tarde, a América 24. En esas idas y venidas, entre el periodismo de espectáculo y el político, entre los márgenes del exabrupto televisivo y las batidas de posta, Canosa se parece más a un partido atrapatodo, pero con sello propio. De los gritos de “infectadura” a tomar dióxido de cloro en vivo, es la artífice de un discurso de odio formateado para el mainstream.
Canosa no pareciera ser un enigma sino un prototipo de la self-made argentina, dispuesta a acomodar su prédica según la demanda y las vacancias de la época. De su paso fugaz como invitada en 678, sus halagadoras entrevistas mano a mano con el actual Presidente durante su campaña, a gestionar los miedos, enojos e incertidumbres con una bazuca. Mientras asume la posibilidad de ser candidata opositora en las próximas elecciones, continúa su batalla por convertirse en vocera del discurso de “la gente”.
Su carrera en los medios está marcada por varios acontecimientos. Si nos aventuramos a enumerarlos y resumirlos, sin dudas, su pelea con Jorge Rial y el programa especial que le dedicó sobrevolando la casa de Gran Hermano desde un helicóptero, o su campaña contra el aborto coronada con la conducción de una ecografía en vivo en un escenario montado bajo el lema “Salvemos las dos vidas”, fueron episodios televisivos que la llevaron de los márgenes al corazón del sistema mediático. Sobre esa lógica edificó su desembarco en el periodismo político, arengando a Javier Milei y a Mauricio Macri en proporciones iguales mientras apura a la oposición moderada, porque más allá de todo, y por sobre todas las cosas, entendió la lógica de la oferta y la demanda de una televisión en desuso y con poco encendido.
El fenómeno Canosa responde a otra televisión, donde no hay pactos ni reglas. Marcelo Tinelli ya lo experimentó en carne propia el año pasado en esa vuelta fallida. En esta época, el mundo simbólico de la televisión tradicional ya no existe, las grandes audiencias cautivas y los encendidos masivos tampoco. Por eso, Canosa renunció a la pantalla de aire para hacer televisión de nicho, una trinchera de la provocación crónica y la derecha incendiaria, fuente de potenciales memes y de un furioso rebote en redes sociales. La lógica del barro y del escándalo, pero con horizonte político. Una retórica centrada en el hartazgo que, sin dudas, logra conmover fanatismos pero que también es hacedora de un clima social que, a veces, no sabe deshacerse o, por lo menos, no con la fugacidad del minuto a minuto televisivo.