Everything everywhere all at once: obra de arte hasta que el multiverso se agote
Hay un nuevo fetiche en la industria del entretenimiento: el multiverso. Si bien la idea había sido planteada hace algún tiempo por la serie Star Trek, recientemente cobró un nuevo impulso gracias a Marvel, con las diferentes versiones de Spiderman y con el éxito de Doctor Strange in the multiverse of madness. Las fracturas en las líneas de tiempo y las dimensiones alternativas son un terreno fértil para precuelas, secuelas, remakes y demás variaciones que se nos puedan ocurrir.
En esa clave se inscribe Everything everywhere all at once (Todo en todas partes al mismo tiempo, en castellano), estrenada a lo largo de los últimos meses en diversas regiones de América Latina. El debut de la obra, escrita y dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert— también conocidos como “Los Daniels”—, pasó desapercibido, en gran parte, porque debió competir con The Batman, por lo que recién en las últimas semanas ha ido obteniendo el reconocimiento al que aspiraba. Un éxito que “sólo” costó 25 millones de dólares y que se filmó en poco más de un mes, en época de restricciones por la pandemia, diferenciándose del resto de los títulos en la industria que apelaron a la misma complejidad narrativa.
La trama sigue a Evelyn Wang (Michelle Yeoh), que ya llevaba una vida agitada cuando descubre que existe en múltiples universos paralelos, a los cuales debe ayudar para prevenir su destrucción. En esos viajes se encontrará con versiones alternativas de sí misma y de sus familiares, entre los que podemos señalar a Waymond (Ke Huy Quan), su esposo, Joy (Stephanie Hsu), su hija, y Gong Gong (James Hong), su padre. Diversos fracasos y decepciones a lo largo de su vida han llevado a la protagonista a este momento.
La primera media hora nos presenta la agobiante y desesperada vida de Evelyn, hasta que llega el punto de inflexión que se da con la inspección de su lavandería a cargo del Servicio de Rentas Internas (IRS por sus siglas en inglés) a cargo de Deirdre Beaubeirdra (Jamie Lee Curtis). Antes de que la audiencia— como la propia Wang— pueda entender lo que está pasando, la acción estalla y nos adentramos en una montaña rusa visual y emocional que combina distintos géneros para conformar un todo tan cómico y atrapante como original. Sin embargo, el corazón de la narración es el cuestionamiento que dos mujeres, Evelyn y Joy, hacen del sentido de sus vidas. Si podemos ver las versiones de nosotros mismos y cada uno de los problemas, es difícil esquivar el nihilismo, y la respuesta y cierre a Everything everywhere all at once se enmarca en ese terreno.
El caos está a la orden del día en esta historia, tanto que, en ciertos casos, puede ser interpretada como una oda a la inventiva de sus propios creadores, que juegan a lo largo de más de dos horas con un montaje más efectista que narrativo. La arbitrariedad es su hilo conductor. Los Daniels usan ese contraste como punto de partida y el humor absurdo es similar a Swiss Army Man, otro de sus films. Ese torbellino anárquico, de todas formas, le permite diferenciarse de los planteos de Marvel.
De la misma manera, esa premisa fresca— donde también podemos ver algo de Matrix— será para parte de su audiencia una sobrecarga innecesaria que le quita consistencia. No se acerca, en ese sentido, a la nostalgia cultural de Ready player one, pero las influencias tampoco se agotan ni allí ni en las ya mencionadas: el recorrido narrativo está basado en Que bello es vivir y en El día de la marmota; el vínculo entre ambas recuerda a Lady bird; el cine frenético de artes marciales trae de nuevo a Kill Bill; y la ciencia ficción intenta cierto homenaje a 2001: A Space Odyssey.
El otro gran eje sobre el que se sostiene la obra es el aporte de su reparto. Yeoh vuelve a mostrar su gran nivel en un papel diferente a todo lo que había hecho, destacando que el protagonismo en la preproducción iba a caer en Jackie Chan, y se complementa a la perfección con Hsu. A su vez, después de casi diez años, Quan— reconocido por Los Goonies— regresa con una buena carta. El mensaje de la película sobre la dinámica familiar, con el que fácilmente nos podemos identificar, se mezcla con lo absurdo y lo bizarro, de alguna manera como ya había planteado Brazil en su momento. La belleza de lo ordinario es la catapulta al éxito más sólida de Everything everywhere all at once.
Sin embargo, no sólo es un tipo de película que hay que poder y saber soportar, sino que su fórmula se agota rápido. Una historia creativa y profunda, sí, pero que muestra una peligrosa tendencia al facilismo de poner en pantalla un popurrí de referencias que el público pide de manera constante— uno de los riesgos que también corre Marvel—. Más cuestionable aún, en clave de lectura sociopolítica, es una resolución en la que se sostiene el sistema y el modelo, después de dos horas de hablar de autonomías y libertades.