Quererla mucho a Cristina también es hacer política
Voy a escribir con la confusión que me habita. Con el miedo y con la alegría de una plaza llena. Pero también con una gran angustia, una gran tristeza. Escribir desde las miserias que me son parte. En mi experiencia lo político, los afectos, la vida y sublevarse no pueden separarse. Como no puedo separarme de la imagen del arma en la cabeza de Cristina. Ni del amor profundo que le tengo. Porque no puedo separarme de todas las veces que le grite desesperada y llorando que la quería mucho. Y ahora acá tratando de esbozar unas palabras. De amor, política y pensamiento. A veces hay que darle tiempo al afecto para que pueda hablar.
Algo que aprendí en estos días. A veces se aprende a la fuerza, y no como algo malo, si no con la fuerza propia de un acontecimiento. Aprendí que lo político nace de los afectos. Un miedo muy profundo a la pérdida interrumpió cualquier forma de intercambio cínico. Ese amor muy intenso nos sacó del letargo. Una anomalía nos hizo sentir las intensidades afectivas más raras e incómodas.
¿Qué hacemos con la angustia, la tristeza, la desmesura que produjo el intento de aseainato de CFK? ¿Cómo unimos un dolor muy grande con la política? ¿Qué hacemos lxs que además de ver en CFK una referente política, la queremos muchísimo? ¿Qué hacemos lxs que casi perdemos a un gran amor?
Cristina funde y mezcla lo más íntimo, con lo público, lo privado y las calles. Se mete entre los intersticios del amor y te hace hablar de distribución de riqueza. Con enojo y furia. Encarna una feminidad insumisa, con rasgos profundamente cristianos y conservadores, pero condensa en su fuerza las formas de vida más plebeyas y desobedientes. En ella los pliegues de una vida intensa. Nada de planicie, nada de pureza. ¡Cómo no quererla así!
"Lo que pasó no puede reducirse a defender la paz bajo en nombre de ajustes que descuidan a muchxs"
Quererla muchísimo es hacer política. Temer por perderla también. Querer abrazarla, una ética de los cuerpos. Una gran ansia de cuidado. Esa vigilia del jueves después del fallido disparo. Las pieles juntas, las miradas que lo entienden todo. Pero entonces ¿Qué es una política del cuidado común? ¿Quererla y querer cuidar a Cristina, es solo querer y cuidarla a ella? ¿Que hay en ella que queremos cuidar? ¿Acaso no estamos todxs ahí?
Por eso creo que lo que pasó no puede reducirse a defender la paz bajo en nombre de ajustes que descuidan a muchxs. Fue ella la que nos dijo que no hay democracia sin igualdad. Tampoco reducir a quién disparó, ni patologizar. Porque también es descuidar nuestros propios sufrimientos. Eso que patologizan también son nuestras insumisiones. Y esa es nuestra fortaleza. El odio fascista está en contra de nuestras vidas incodificables que brotan.
Un límite necesita de afectos. Lo político también. Con urgencia. Desde nuestras heridas, angustias, alegrías y anomalías contra toda práctica cruel de existencia. No sin la ternura violenta propia de un veto contra las encerronas. Porque también tenemos mucho miedo de perderla. Perdernos. Perder lo común.También eso. ¿Por qué no? Ahí todxs somxs Cristina.
* Por decisión de la autora, el artículo incluye lenguaje inclusivo.