Décima bienal de fotografía documental

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    Bienal Argentina de Fotografía Documental
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FOTOGRAFÍA

Décima bienal de fotografía documental

13 Octubre 2022

Mientras el tren avanza hasta Tucumán, sobre las vías del descampado centro santafesino, Claudia Núñez recuerda aquella vez que estuvo internada en Buenos Aires, donde vive. Para darle fuerzas, le sirvieron un plato de sopa y al tomar la primera cucharada, el sabor la llevó a su infancia, a la casa de su tía en el barrio popular de El Palomar, en Banda del Río Salí.

Claudia, entonces, preguntó quién había cocinado la sopa. Un ratito después se presentó una mujer que sonreía. Era una tucumana que ya no vivía en su provincia, pero que aún conservaba los secretos de nuestra cocina; le había ofrecido el mismo gusto picantito que también ahora, arriba del tren, junto a una ventanilla luminosa, recuerda, vuelve a pasar por su corazón.

Y mientras el vagón se balancea lentamente, Claudia toma una felpa y en una cartulina escribe: “En Tucumán brillo”. Y así, como ella, 45 de las pasajeras y de los pasajeros que viajan en la línea San Martín (que apenas dos veces por semana une Retiro, Buenos Aires, con Cevil Pozo, Tucumán) hacen lo mismo: a partir de lo que han recordado con su historia, escriben lo que sienten. Y para cada quien, en pleno viaje, hay un fotógrafo o una fotógrafa que lo retrata con su cartel.

Esta es una experiencia única en el mundo: se trata de un taller de producción fotográfica de 32 horas, el tiempo que dura el recorrido del trayecto, donde 45 fotógrafas y fotógrafos se suben al tren con sus cámaras a documentar el viaje. Tiene el nombre de “Cosmovisiones en movimiento” y es una de las actividades que estrena este año, en su edición número diez, Bienal de Fotografía Documental celebrada esta semana en Tucumán.

Dentro del coche 504, ocupado casi en su totalidad por participantes del taller, el fotógrafo y artista uruguayo Federico Estol, uno de los coordinadores, pega afiches de películas de trenes “para que se inspiren” y explica, a viva voz, por qué van a trabajar divididos en cinco grupos: “buscamos un autor colectivo, un cuerpo vivo”. Y junto a él, la documentalista Sara Wayra, también coordinadora, les propone una manera de acercarse a los demás pasajeros durante el reporteo: “Que la ética sea su estética”, les dice, y el tren sale de Retiro, a las 21.25 del domingo 2 de octubre.

Las fotógrafas y los fotógrafos se dividen en sus grupos según temáticas (Cuerpos en movimiento, Territorio, Género, Memoria y Cosmovisiones originarias) y cada uno lleva su nombre: Yarará, Vizcachas, Tangara, Cucurú y Tatú.

"Y esta esperanza es también la que retratan los 45 fotógrafos y fotógrafas donde le dan visibilidad al transporte público más económico del país"

Se agrupan en distintos rincones del coche 504 y, además de las cámaras, aparecen: un láser verde y una luz roja, Kathy, la única trabajadora mujer en el tren, entre los 10 empleados a bordo, un pastel de papas, buñielitos y empanadas, todo casero, y la luna amarilla, silueteada, en el horizonte.

Empiezan, también, los primeros comentarios de amistad entre quienes recién se conocen y se encuentran allí, impulsados e impulsadas por la aventura de este fotoviaje. Se cuentan sus vidas, comparten sus libros, sus fotos, sus equipos. Se ríen, piensan, imaginan cómo cubrirán la consigna que les asignaron y se duermen con el ronroneo del tren.

A las 4 de la mañana, en la estación Rosario Norte, ocurre la primera perfo de la Bienal, cuando las y los integrantes de Tatú se despiertan y corren 200 metros hasta un cartel para tomar una foto. Amanece. El vagón abre los ojos. Pocos quedan en sus asientos. Las cámaras clickean por todo el tren.

Los reporteros y las reporteras preguntan, conversan, escuchan a los pasajeros sobre el sentido de viajar en el tren. Luego les piden que escriban, así como escribió Claudia, lo que piensan, lo que sienten en ese momento de calma que le precede a cuando terminamos de contar nuestra historia.

Sus carteles dicen: “Felicidad”, “Traer a mi hijo a conocer el tren”, “Se que vuelvo”, “Mi familia, mi preocupación”, “Regresar a donde nací y encontrarme con mis compañeros”, “Tranquilidad”, “Escuchar la bocina del tren me conecta contigo, papi”, “Mis raíces”, “Yo soy del tren”.

A cada frase una foto, y el vínculo entre quienes toman la foto y quienes cuentan su historia ha movido los pasillos del tren hasta el vagón comedor. Y más aún, cuando Thiaguito Vergara, un niño de seis años de Florencio Varela y con familia tucumana en Los Vazquez, empieza a jugar con las cámaras y los grabadores, y él mismo entrevista a José, un hombre que dice que se vuelve de Buenos Aires a Santiago del Estero porque allá vive en la indigencia. En su cartel, el hombre escribe “Esperanza”.

Y esta esperanza es también la que retratan los 45 fotógrafos y fotógrafas donde le dan visibilidad al transporte público más económico del país, pero a la vez el de más difícil acceso: el pasaje cuesta desde 800 pesos (quince veces menos que el colectivo) pero sólo hay dos frecuencias por semana desde y hasta Buenos Aires.

Por eso Claudia, la mamá de Thiago y cada pasajero y pasajero sufren incertidumbre cuando quieren viajar a ver a su familia. No tienen posibilidades económicas de utilizar otro medio de transporte y los pasajes se venden en pocas horas.

A las 5.30 del martes el tren arriba a Cevil Pozo. Las fotos están listas. También hay videos, reportajes y afiches de películas producidos durante esta experiencia, que se expondrán hoy a las 22 en la Sociedad Francesa, San Juan 751, en el cierre de la Bienal. Y con esta muestra y con la fiesta a continuación Tucumán despide a los cientos de participantes del encuentro. Quedarán sus historias retratadas; inolvidables, como las historias que se cuentan en un tren.

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