20 años de Harry Potter y la cámara secreta: su esencia sigue intacta
En noviembre del 2002 se estrenaba la segunda parte de la saga que marcó y trascendió a diferentes generaciones: Harry Potter y la cámara secreta salía en cines tan sólo un año después de la película que inició con esta historia de muggles, sangres puras y dementores. Ahora, tanto tiempo después, tenemos la posibilidad de volver a verla en pantalla grande y disfrutar nuevamente la experiencia cinematográfica. El jueves que viene se reestrena en todo el país debido a los 20 años desde su lanzamiento, tal como sucedió el año pasado con Harry Potter y la piedra filosofal— y que suponemos va a ocurrir con el resto de la saga—.
Basadas en los libros de J.K.Rowling, también productora de la serie cinematográfica, las ocho entregas de Harry Potter significaron para muchos y muchas de nosotras una inmersión en un mundo fantástico repleto de personajes diversos con los que identificarnos y escenas que nos brindaron una montaña rusa de emociones. Lloramos con más de una muerte, entre las que se encuentra muy posiblemente la de Dobby, el leal elfo amigo de Harry (Daniel Radcliffe); nos reímos con las tonterías que hacía y decía Ron (Rupert Grint); detestamos a Bellatrix (Helena Bonham Carter) y su risa alocada y malévola; y nos encariñamos con el padrinazgo de Hagrid (Robbie Coltrane), cuyo actor que le daba vida en la ficción falleció recientemente.
Para quienes nacimos a fines de los ´90, la década en que Harry Potter estuvo en cines significó la transición de nuestra infancia a la adolescencia. Durante mucho tiempo, vimos crecer a los personajes a la par que nosotros también lo hacíamos. Diez años de nuestras vidas representan grandes cambios, sobre todo si hablamos de la pubertad y egresar de la escuela primaria, con todo lo que ello implica. Tener nuevos docentes, rendir exámenes cada vez más difíciles, buscar encajar en algún grupo, y comenzar relaciones amorosas juveniles, son parte de lo que vivimos en esa época tanto desde este lado de la pantalla como en el otro extremo del mundo de fantasía.
Sin la necesidad de ser fans que acuden a convenciones o visten como los magos en la calle, probablemente la mayoría elegimos una casa como favorita, de entre las cuatro disponibles, como si el sombrero seleccionador estuviese en nuestras vidas. Además, es posible que hayamos deseado recibir la carta que nos invitase a Hogwarts, imaginando cómo sería la varita que utilizaríamos para lanzar el “Efecto Patronus”, qué hechizo sería nuestro favorito y qué sabor tendrían las ranas de chocolate que tanta fama cosecharon. Cómo olvidarnos de la plataforma 9 y ¾, que más de uno/a tendría miedo de no lograr atravesar. Quién no habrá querido viajar en ese tren hasta el inmenso castillo de escaleras movedizas que te conducían a recovecos secretos, cuadros con personas vivas detrás colgando en las paredes, y fantasmas recorriendo los pasillos sin tener que disponer del mapa del merodeador.
El mundo cinematográfico que representa Harry Potter es ésto y tanto más. Es amistad, encarnada en Harry, Ron y Hermione (Emma Watson); amor, representado por el sentimiento de Severus Snape (Alan Rickman) hacia la madre de Harry (Geraldine Somerville); familia, provista por los Weasley; sabiduría, con Dumbledore (Richard Harris y Michael Gambon) a la cabeza, y lealtad, expuesta por Dobby o Neville Longbottom (Matthew Lewis). Por ello esta historia caló realmente hondo en nuestros corazones sin ser una ficción más sobre hechicería y pociones.
Por más que no se acuda a verla, es una gran oportunidad para que las nuevas generaciones pregunten por la película dirigida por Chris Columbus, se interesen en el mundo de Harry Potter, y vuelva a circular la magia de Hogwarts alrededor de nuestro ámbito terrenal y mundano.