Variaciones y representaciones poéticas en "Ficciones", de Patricia Verón
La poeta Patricia Verón nació en Buenos Aires en 1965. Entre sus libros, se pueden destacar Peón al Frente (Edición de autor, 1995); Ladrido y Luna (Editorial LLQSCCLB, 1998); Mañanitas (Editorial El Angel, 2003; Editorial El cardo azul, 2018); Paloma en armas (Editorial LLQSCCLB, 2007); Emilia (Ediciones ArbolAnimal, 2014) y Ficciones (Editorial El elefante negro, 2022). Entre otras actividades literarias, escribió relato breve, ensayo, guion para cortometraje y notas y entrevistas sobre literatura para Sudestada y “El furgón”, blog de Sudestada también. Intervino en la redacción del Suplemento Literario El Ángel de Virrey del Pino. También, participó del libro coral "Alto Guiso" poetas de La Matanza. Además, es editora de El elefante negro. Como antóloga, seleccionó parte del material del libro de poesía argentino/chileno Cartas desde el Maule, Cartas desde Buenos Aires publicado en Chile. Tiene inédito un recorrido sobre la obra de Vicente Luy.
Su nuevo libro de poesía, Ficciones editado por El elefante negro cuenta con diversas ilustraciones en técnica mixta de Graciela Favot y Dana Fernández Guisande.
La estética psicodélica, onírica, y surrealista del libro como objeto, alterna con una propuesta musical reiterativa que nos permite como lectores ingresar en una atmósfera familiar que será desmontada desde el comienzo. Tanto en la selección de Hannah Arendt para el epígrafe que abre el libro así como su primer poema, se puede leer un oscilación entre el ser y la nada, el significado y el sinsentido, parafraseando a Arendt, así como entre la ficción y la verdad. Como una invitación a recorrer variaciones formales de motivos poéticos para desautomatizar nuestra percepción; Ficciones es una sumersión en otro mundo, no aparente, corrosivo de las imágenes cotidianas y rutinarias e indaga en los dispositivos de esta conformación. La primer lectura, ingenua, de Ficciones de Patricia Verón desgarra “El carozo”, nombre de uno de los poemas del libro que tematiza la cuestión estética de la verdad del arte, abre surcos, rompe diques e ingresa en zonas liminales donde las imágenes se multiplican, escapan de los espacios habituales, impiden su cristalización. Esta deseable productividad nos permite pensar una cotidianidad, por momentos onírica, -en la que la voz poética toma posición- y por momentos asfixiante por su intento de cercenar, ordenar, racionalizar el tiempo vivido:
Memoria de los peces
Ella hundía sus manos en el lavarropas
se notaba en su rostro un esfuerzo por no ser/
tragada,
hundía sus manos como buscando el mayor/
pez y extraía sábanas y medias.
Las retorcía como una campesina degollando/
gallinas,
las tiraba en el balde y volvía a repetir la/
operación.
Entre extracción y retuerzo a veces
una flota de pensamientos se adelantaban a/
las sábanas.
No eran pensamientos tranquilos
pero los peces siempre salían vivos
Entonces, la sorprendía hablando sola,
¿De qué hablás má?
De mis peces muertos.
Con ternura, la autora señala el movimiento que realiza el sujeto poético, del otro lado del espejo, tematiza experiencias, anhelos, deseos: “imagino una teoría sobre los sueños que somos/ una mariposa en el fondo de un cajón/ forrado en hule/ escapa”, en: “Los sueños que fui”.
"imagino una teoría sobre los sueños que somos/ una mariposa en el fondo de un cajón/ forrado en hule/ escapa".
Las utopías pero también los fantasmas no aparecen como objeto de obsesiones, cruzan la vida diaria, apenas nombrados, en la atmósfera que construyen. Con una síntesis deliciosa, la poeta produce en un par de versos, a veces de dos o tres palabras un espacio barroco, barroso, escenificando la diversidad y los criterios elegidos en el armado de la belleza. La fugacidad de la experiencia, la construcción y reactualización de una mitología, las lecturas compartidas, así como la crudeza del temor y sus tragedias, son compartidas generosamente al lector con suavidad, con una delicada precaución. Este modo de dar a leer, implica variaciones formales y temáticas de otros temas mayores, como puede ser la figura del padre, la muerte, el amor y la maternidad, que aparecen corridos de su eje, atravesados por un distanciamiento no menos crítico por su carácter lúdico y experimental, como puede pensarse en “Ya morí otra vez”, poema que retoma el el desdoblamiento del sujeto poético en la propia muerte, y que compartimos para finalizar:
Ya morí otra vez
se siente un no sentir
como si lo apacible fuese
una condición de las cosas
no más lo que fue
flotan delante
los brazos que tuve
los ojos
las piernas que tuve
lloro mi entierro
con las lágrimas que quedan
de llorar el de quienes
murieron conmigo
los hice de nuevo
se aviva la transparencia
de lo que fue pura confusión
o deseo
telarañas del afecto
en la casa que habité
me voy
camino con mi muerte
un tramo más
luego haré lo de siempre
herir el otro lado del espejo
me reconoceré un tiempo
en esa imagen
hasta volver a olvidarme.
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