Poesía: “Fauna del nuevo milenio”, de Roxana Páez
Una colección siempre tiene algo de concepto. Una idea per se que define el conjunto de objetos, en este caso, de voces. La colección Estaciones, dirigida por Carlos Battilana y Mario Nosotti y editada por Miño y Dávila reúne poetas argentinos\as que se caracterizan por componer “poéticas excéntricas respecto de ciertos consumos-siempre cambiante y coyuntural-de la expectativa de lo que se sobreentiende como poético”. Los dos primeros elegidos para esta colección son: Mario Arteca y Roxana Páez.
No sé si existe un método para hacer reseñas, sé que una/o con el tiempo termina adquiriendo uno propio. El mío consiste en, primero, dejarme alumbrar por la obra, directamente sumergirme en el agua congelada para luego advertir el paisaje, los refugios, los descansos.
Como escribe Roxana Páez en un poema “los libros son piedras brillantes” allí voy tras la excavación. Luego, leo el prólogo, por cierto maravilloso, y todos los exordios que puedan intervenir en mi primer asombro. En esta instancia accedí al texto explicativo de dicha colección.
Así ingresé a la poética de Roxana Páez, como cuando se descubre a una persona nueva y cada detalle es único en su singularidad, en su universo propio. Sin juicio, sin conocimiento previo, toda sorpresa e iluminación.
Fauna del nuevo milenio está compuesto por una selección de poemas de diez libros de la autora platense, ensayista y traductora, residente en Francia.
Pienso esta obra reunida como un todo y a la vez percibo a la poeta en distintos momentos de su vida. Se asemeja a la vista de pájaro de una ciudad: los pliegues, el matiz de colores, las demarcaciones, las llanuras, los relieves, las densidades, el agua, las grietas, lo construido, lo agreste, las modificaciones.
Recorro de esta manera una obra que tiene mucho que ver con la noción de desplazamiento: “Un verso, un día son la misma cosa/si nacés en movimiento”.
Los poemas de Páez se mueven, viajan sin necesidad de transporte. Las palabras a veces se elevan y otras emergen de la tierra, también caen en forma de lluvia o se dispersan como cenizas al viento. Además se evaporan, son atmósfera, aire, humo y neblina.
El movimiento en la poética de Páez no incluye solo el espacio sino también el tiempo. Pasado, presente y futuro se conjugan con fuerza concéntrica hasta llegar siempre al punctum, al instante, a la imagen de ese momento que el poema busca marcarnos a fuego.
Roxana viaja, literal y mentalmente, pero hay un lugar donde siempre permanece: la escritura; allí la calma, la revelación: “Mi trabajo cotidiano consiste en contener las huellas de lo percibido/en <cajas de ritmo>, <máquinas de gorjear>”.
Los poemas de Páez se mueven, viajan sin necesidad de transporte. Las palabras a veces se elevan y otras emergen de la tierra, también caen en forma de lluvia o se dispersan como cenizas al viento.
Mientras tanto el poema hace su recorrido y nos lleva a una cocina cotidiana, a Venecia o a una pieza de hospital. Por eso los poemas de Roxana se habitan.
Al movimiento y al tiempo se suma el ritmo que le dan los sentidos. Los poemas de Roxana son sensoriales, se huelen, se miran, se tocan y sobre todo se escuchan. El sonido y el silencio ocupa una zona especial: “El ruido del auto que no arranca”, “La radio zumba con la frecuencia perdida/en el avatar del viento”, “ruido secreto”, “sonidos multicolores” “silencio turbulento”, “Pareciera que /no escucho los ruidos/inmediatos del mundo”.
Fauna del nuevo milenio, es un territorio donde lo familiar, la infancia, la extranjeridad, la lengua materna y el presente funcionan como partículas disparadoras de grandes escenas en las que subyace una reflexión, una cosmovisión, una manera de ver el mundo.
“Migrantes anónimos/fauna del nuevo milenio/¿Se trata del pasado o de porvenir?”
La memoria se inmiscuye en el poema y se vuelve ritmo y respiración: “La tragedia, natural como la respiración,/fabricaba/la libertad lentamente”.
Los poemas de Roxana son ojos de extrañamiento, como si hubieran tomado la perspectiva de ella cuando mira su ciudad.
En un poema Roxana habla de la indecisión, de allí se desprende el significado de frontera: estar y no estar, irse o volver; ahí en ese interregno se encuentra la vida, entre la escritura y la gran distracción animada.
“A veces la indecisión se refiere/a la hora/en que voy a sentarme a escribir”.
Leo conmovida la obra de Roxana y creo que se sintetiza en esta pregunta de Mario Nosotti en el prólogo: “¿Cuál es el tiempo que conjugan los poemas de Roxana Páez? un presente continuo armado con entradas y salidas. ¿Hacia dónde? Hacia donde la voz suelte sus rayos”.