Hernán Brienza: “La madre de todas las grietas, como describía Sarmiento, es entre la Argentina europea y el monstruo del americanismo”
Hernán Brienza, politólogo, periodista, historiador, miembro del Instituto Manuel Dorrego, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre la coyuntura que nos propone la Semana de Mayo.
Agencia Paco Urondo: Me gustaría empezar por la particularidad del acuerdo de Chuquisaca, los distintos 25 de mayo y el rol de Castelli en la revolución.
Hernán Brienza: Siempre, uno, esta fecha la utiliza para hacer una reflexión política, pero nos sirve para estar atentos a cómo se narra la Historia. El 25 de mayo de 1810 es central, porque se produce la revolución en la capital del Virreinato del Río de la Plata, donde la Primera Junta reemplaza al Virrey. Lo que no es tan conocido es que un 25 de mayo de 1809 se produce una primera junta en territorio del virreinato y sucede en Chuquisaca, en la Universidad, y es una gran desobediencia política a los realistas españoles que querían se jurase lealtad a Carlota Joaquina y los universitarios, junto al pueblo, se levantó contra eso y crean una junta criolla. La historia de los Estados Naciones ha decidido que esa fecha quedara para Bolivia y la de 1810 para nosotros. Pero fijate la diferencia metafórica de contar una revolución nacida en una universidad contra hacerlo nacida bajo los intereses de una burguesía contrabandista que quería el libre mercado.
Es la historia que elige a Buenos Aires como centro único y se olvida de las provincias y diría que de toda América del Sur, porque en 1810 se producen juntas de gobierno en casi todas las capitales de los virreinatos. Esos dos 25 de mayo deberían ser contados de manera unida porque había contactos entre esos revolucionarios. Además, protagonistas de esos días de Chuquisaca fueron Castelli, Bernardo de Monteagudo, Mariano Moreno, que habían sido estudiantes de esa universidad, en la cual dejaron un pasado de pensamiento y de militancia, como lo llamaríamos ahora. Ese fervor de Chuquisaca está presente en 1810, en los sectores más jacobinos, más radicales de la revolución. Su influencia es casi tan importante como la lectura de El contrato Social, de Rousseau, para entender las influencias. En 1811, para celebrar la caída del Virrey en las ruinas de Tihuanaco, Castelli realizó la proclama más radical del programa revolucionario. Dijo que todos éramos iguales, blancos, negros, indios, hombres, mujeres, criollos y españoles; que lo único que nos diferenciaba era nuestra idoneidad. Ese decreto fue escrito en castellano, aymará y quechua, reconociendo la multiplicidad de lenguas y culturas.
Este también es un 25 de mayo importante, como lo es, también, el de 1812, cuando Manuel Belgrano entroniza la bandera en la plaza de Jujuy y les dice “acá tienen los colores que los van a diferenciar de las demás naciones”. Si alguien tiene que diferenciar una nación de otra es porque ya se considera una nación, algo que se va a dar 4 años después, con la declaración de la Independencia.
APU: Propia y federal.
H.B.: Sí, lo hace en Jujuy. La propia idea de provincias es una idea de estados que se asocian y no de un centro que decide la suerte de los demás. Ese debate entre un Moreno progresista y un Saavedra conservador lo cambiaría por una frase que utilizaba Perón que era “apresurados y retardatarios”. Saavedra tenía, además, el contacto con todas las oligarquías provinciales, por lo tanto, un curso más realista de lo que las provincias querían. Al mismo tiempo, el bajo pueblo, los jornaleros, los trabajadores, apoyaban a Saavedra en contra de los europeístas de Moreno, Castelli y Rodríguez Peña. Habría que sintonizar, estudiar bien qué significa, en esa época, ser progresista, o de izquierda o derecha. Los 2 están a favor de la revolución, solamente piensan de manera diferente cómo llevarla adelante.
APU: Yendo a la coyuntura actual ¿vemos como una reminiscencia de una grieta que permaneció en el tiempo?
H.B.: En realidad, hay como varias grietas. Una que ocurre en aquel momento es la de la gente decente y el bajo pueblo. Esa es una grieta que está muy presente en Argentina y que, después, va a ser entre los directoriales y los populares, a fines de la primera década de la revolución, que va a incluir a unitarios y federales. Creo que la grieta no está tan presente entre Moreno y Saavedra, sino con aquellos que votaron en contra de la revolución en el Cabildo de Mayo. Mientras Saavedra la apoyaba, Martínez de Hoz, tratante de esclavos, votaba en contra. La grieta estaba más presente ahí, entre el proceso revolucionario y contrarrevolucionario. Y la madre de todas las grietas, que bien describía Sarmiento porque no la crea él, es cuando dice que la gran discusión es entre la Argentina europea y el monstruo del americanismo. Es la que todavía nos acompaña, la que dice que hay una Argentina real, blanca, europea; y hay una que debe ser desechada por ser demasiado americana, que tiene que ver con al Argentina de la pobreza, de la negritud, con las pautas culturales diferentes a las pautas europeas.
“El país y la democracia no han podido superar esa lógica de la otredad”.
APU: Como revisionista de la Historia y politólogo, también. ¿Cómo ves la situación actual, en función al año electoral?
H.B.: En función de esto que venimos hablando de las grietas, creo que el país y la democracia no han podido superar esa lógica de la otredad, donde el otro es absolutamente irracionalizado, deshumanizado, cosificado, y siempre tiene que desaparecer. Es tan brutal esa política que es imposible zurcir puentes de diálogo. Se entiende, porque es difícil generar puentes con alguien que bombardea una plaza, que desaparece 30000 personas, que utiliza la Justicia para perseguir a los opositores, que intenta permanentemente desaparecer de la Historia los 70 años de la experiencia del peronismo. Creo que es necesario, siempre, ir haciendo el esfuerzo de crecer en una cultura democrática y obligar a los que tienen discursos fuertemente autoritarios a moderar o embarcarse dentro de una convivencia democrática. En los 80, cuando yo era joven, la democracia era un valor que la derecha utilizaba como escudo frente a las políticas transformadoras de la izquierda y la centroizquierda.
Se ha corrido tanto el mundo que la democracia, hoy, es algo que defienden estas últimas frente a los avances de las culturas autoritarias. Si es cierto que hay que pensar ese marco de acción como uno en el cual, las mayorías, se vean beneficiadas, al menos en términos políticos, con la llegada de las democracias. Lo que no se ha visto reflejada en mejorías es en el campo económico social. Los 40 años de democracia han demostrado una gran deuda en esa materia. En mi opinión, junto con la política de la otredad, es la gran deuda de la democracia argentina. La mayoría de los que atravesamos esos 40 años, tenemos la cruel sospecha que vivimos peor de lo que lo hicieron nuestros padres. No es exactamente cierto, por las cuestiones tecnológicas o de avance económico, pero las posibilidades que tenían nuestros padres de comprarse una casa, tener un auto o irse de vacaciones, son lujos que la mayoría de los argentinos no se pueden dar. Eso provoca una frustración que va hacia la lógica de cuestionar esta democracia que supimos conseguir.
“Los medios de comunicación tendrían que tener un etiquetado frontal”.
APU: ¿Cuál sería el rol que ocupan los medios de comunicación? Ya Dorrego había hecho una especie de Ley de Medios.
H.B.: Soy un gran defensor de la libertad de expresión, siempre y cuando no sea criminal, ofensiva. En los medios de comunicación, durante los últimos años, lo que se rompió es el pacto de la veracidad. En mi época, las cosas que no se querían decir, no se decían, pero no se mentía adrede. Salvo en momentos muy oscuros como la Dictadura Militar. Ese pacto está roto, creo que los medios de comunicación mienten deliberadamente en función de los propios intereses del grupo.
Hay que repensar qué hacer con los medios de comunicación. Los medios de comunicación tendrían que tener un etiquetado frontal que alerten sobre la falta de verdad o exceso de operaciones políticas. No sólo como broma, lo digo, sino como aviso a la población. El etiquetado frontal debería obligarnos a saber cuáles son los intereses de ese medio. El reclamo de veracidad, objetividad y neutralidad de los medios de comunicación es, quizás, lo que más daño le hace a la propia comunicación social. Si uno supiera que tal diario es macrista o kirchnerista, de River o de Boca, uno tendría la posibilidad de tomar las cosas como de quien viene. El gran problema es que el periodismo todavía reclama para sí el espacio de la objetividad, neutralidad y es un engaño. No hay peor mentira que un periodista diciéndose objetivo y neutral. Uno puede ser honesto intelectualmente, pero eso no significa que seas objetivo o veraz.
APU: Con respecto al tema de la persecución ¿Qué opinión te merece los cambios de métodos, con la inclusión de la proscripción y el lawfare?
H.B.: Me parece horrible la palabra lawfare, no sé por qué no podemos utilizar guerra judicial. Eso también hay que tenerlo en cuenta porque es una invasión idiomática en nuestra forma de hablar. Algo que dijo Pagni, el otro día, en una conferencia con Wado de Pedro: Habíamos asistido a la connivencia entre política y poder judicial, pero eso siempre había sido para defender o generar impunidad a la política, lo que no había ocurrido en democracia es que un político utilizara el poder judicial para perseguir a otro. Ese es un escalón que solamente se había utilizado en dictadura. Lo que habría que preguntarse si realmente no estamos ante una cartelización del sistema político. No lo digo en el sentido de cartel de drogas, sino en términos empresarios. Cuando un grupo de empresa se junta para limitar la competencia de otro grupo económico. Creo que aquí, hay grupos económicos, políticos, mediáticos que se aúnan para impedir la libre competencia de un sistema político. En este caso, un grupo que impide votar a los tucumanos a quién quiera, a los formoseños votar a quien quiera, a los argentinos votar una formula determinada. Es algo que deslegitima fuertemente la democracia argentina.