Cecilia Pontorno: “Todo hecho estético debería olvidarse, porque el olvido como pérdida es una mentira”
Cecilia Pontorno (La Plata, Argentina, 1979) es poeta, maestra y profesora de Psicología. Coordina talleres de poesía y se desempeña como correctora académica y literaria. Participó en antologías nacionales e internacionales, colaboró en blogs, revistas digitales y segmentos radiales de difusión poética. Recibió mención de honor en el Concurso Internacional Hespérides (Poesía) por La mirada es un lugar (2020). Publicó los poemarios La hora suspendida (Ediciones Hespérides, 2021) e Inventario del tiempo (Prueba de Galera Editoras, 2022). Algunos de sus poemas fueron traducidos al francés y la Universidad Nacional Autónoma de México publicó una selección de sus escritos en el Periódico de Poesía (México 2022). Actualmente, se encuentra trabajando en su primera nouvelle, Cruz diablo, y en su tercer poemario, Morfina para los muertos.
Agencia Paco Urondo: ¿Qué es lo que vuelve trascendente a un poeta?
Cecilia Pontorno: Trascender es un proceso imperceptible para el propio poeta. Lleva trabajo, dedicación, algo de transgresión y un poco de suerte. Esto, en el caso de algunos poetas. Nosotros, los de a pie, no trascendemos. Lo que ocurre es que avanzamos en un desierto y de vez en cuando nos cruzamos con un oasis. A eso podría llamarlo una especie de trascendencia personal, tiene que ver con afirmar un registro entre tantas voces y estilos y no negociarlo más que con uno mismo. No traficarlo.
APU: ¿Qué le dirías a Verlaine?
C.P.: Que intentamos hacerle caso a su “Arte poética”, para que nuestro “verso sea la buena ventura/ esparcida al aire de la madrugada,/ que huele a tomillo y a menta granada”. Pero que no “todo lo demás es literatura”.
APU: ¿Nos recitás unos versos que den cuenta tu primer beso?
C.P.: Mejor, te digo un dicho coloquial: lo que pasa en las Vegas se queda en las Vegas.
APU: Tu última mentira.
C.P.: “Después hablamos”.
APU: ¿No te queda la sensación de que la poesía se olvida?
C.P.: Sí, y está bárbaro que así suceda. Todo hecho estético debería olvidarse, porque el olvido como pérdida es una mentira. En el olvido hay una suerte de deslizamiento y eso es lo mejor que le puede pasar a la poesía: que el sentido no se cierre.
APU: ¿A qué poeta leés casi hasta el hartazgo?
C.P.: A Pizarnik y a Juana Bignozzi.
APU: ¿Cómo se lleva tu poesía con el insomnio, con las noches, con los vicios?
C.P.: Demasiado compañerismo para mi gusto. Duermo mal, poco y entrecortado. Aprovecho para trabajar, corregir, escribir y leer. Los vicios se entremezclan con esas actividades. Tengo más vicios de los que quisiera tener, algunos saludables y de los otros.
APU: ¿Qué tres poetas reeditarías?
C.P.: Difícil… Safo, Susana Thénon y Carlos Mastronardi.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre los recitales de poesía?
CP: Pienso que son necesarios, pero están sobrevaluados porque se desvirtuó su finalidad. El recital tiene que servir a la poesía y no al revés. Tiene que ser funcional a la difusión de la poesía, no del poeta en el sentido de fama y popularidad. Hay mucho ego desproporcionado dando vuelta por esos lugares, sean virtuales o presenciales. Yo prefiero no asistir o elegir a cuál ir y a cuál no. Hay gente que se mata por aparecer en la foto.
APU: Nombrá tres poetas en lengua castellana y tres en otras lenguas que admires.
C.P.: Olga Orozco, Arnaldo Calveyra y César Vallejo; Sharon Olds, Charles Baudelaire y Allen Ginsberg.
APU: ¿Utilizás tu condición de poeta para ejercer la seducción?
C.P.: No lo creo. Todos somos seductores en algún punto, con algún rasgo físico o de personalidad. Pero ¿con la poesía? no lo sé.
APU: ¿Qué cinco poemas te resultan movilizadores?
C.P.: Cualquier poema de César Vallejo, cualquier poema de Juana Bignozzi; “Trece formas de mirar un mirlo”, de Wallace Stevens; “La calle del agujero en la media”, de Raúl González Tuñón; y cualquiera de José Sbarra en El mal amor.
APU: ¿Por qué no se escribe más en modo rimado?
C.P.: Creo que hay dos cuestiones para pensar una posible respuesta. Por un lado, es necesario un retorno a la rima (como el retorno a Freud de Lacan). Una relectura pero no inocente, sino dirigida a comprender y aprender la lógica rimada, sus usos y efectos en el poema. Por otro lado, las formas abiertas, como llama Denise Levertov al poema de verso libre, tienen muchos otros elementos además de la omisión de la rima, o la rima irregular. Creo que son elecciones. Conozco poetas contemporáneos que trabajan muy bien la rima. Es cuestión de estudiarla y ejercitarla, en caso de elegir la estructura rimada. Pero es una forma clásica que de a poco se deja de lado, no per se, sino en favor de otros elementos.
APU: ¿Con qué tres poetas argentinxs compartirías una cena? ¿Y qué libro de otrx poeta argentinx le regalarías a cada unx?
C.P.: Con Mario Arteca y le regalaría Andréi Rubliov, de Diego Roel. Con Jorge Boccanera y le regalaría El pasto muerto cría luciérnagas, de Alan La Veglia.
Y con Ana Arzoumanian y le regalaría Los alamos cantan al viento, de Jorge Curinao.
APU: ¿Con qué poeta te irías una noche de gira?
C.P.: Con alguien que pueda mantener una charla de horas. Hablo mucho y de todo. Compartiendo alguna bebida, en algún lugar tranquilo, con jazz de fondo. Con algunas lecturas mutuas.
APU: ¿Qué opinas de la poesía argentina de la última década?
C.P.: Me parece que se está escribiendo mucho y algo de eso es muy bueno, pero la mayor cantidad de buena producción se remonta a varias décadas atrás. Hay poetas jóvenes, muy jóvenes, con una sensibilidad que necesita ser trabajada en el poema, siento que hay una especie de catarsis y que la poesía les sirve a esos fines. Está bien, cada uno elige su vehículo, pero hay que trabajar el escrito. Como lectora, me gusta encontrar poemas trabajados, para poder hacer el proceso inverso y tratar de encontrar su unicidad. Es decir, lo que lo hace único, más allá de los registros o estilos.
APU: ¿Realizás un trabajo poético constante o preferís la inspiración?
C.P.: Constante, lo cual no quita el momento inspirador. No creo que se pueda separar, por lo menos eso es lo que ocurre con mi proceso creativo. Cuando pienso en esto me gusta ir a la idea de indisociabilidad, no puedo separar inspiración de escritura sistematizada.
“Afirmar un registro entre tantas voces y estilos y no negociarlo más que con uno mismo”.
APU: ¿Qué opinás de eso llamado slam de poesía?
C.P.: No me atrae demasiado. No voy, no participo. Son formas performáticas que intentan bordear la insurgencia, o eso creen. El dadaísmo era insurgente, el surrealismo, el ultraísmo. No es nuevo, esto. Por eso hay que tener cuidado de no caer en formas de expresión que pueden parecerse a una especie de rebeldía inmadura muy alejadas de la escritura y el decir poéticos.
APU: Poesía y vida, ¿no ocurre más eso de vivir poéticamente? ¿Se terminó vivir a lo Rimbaud?
C.P.: Primero, hay que ver qué es “vivir poéticamente” hoy, porque estamos muy lejos de Rimbaud, ya. Hay que trabajar, eso es indiscutible; si no, no se come ni se pagan las cuentas. Vivir poéticamente es una cosa muy distinta a estar con la emociones a flor de piel 24/7 o que todo pase por la poesía. Está bueno tener experiencias, vivencias que después, en el mejor de los casos, será material para escribir.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
C.P.: Todo eso. Menos quemarlos.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
C.P.: “Mañana tendrás la oportunidad,/ flamante y renovada de volverte a equivocar”, últimos dos versos de un poema de Sbarra, en El mal amor.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
C.P.: A los 12 años. Lectura y escritura de la mano de una pequeña antología poética de Alfonsina Storni, libro que todavía conservo.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
C.P.: Sí. No dudar y escribir.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
C.P.: Realmente no. Miro los libros de mis bibliotecas. Miro sus lomos como buscando no sé bien qué. No más que eso.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?
C.P.: Sí, aunque no lo uso, pero no me molesta leerlo. Es más, creo que es necesario. Yo todavía no me siento capacitada para ese viaje.
APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?
C.P.: Leo. A veces leo contratapas y no me llaman para nada a la lectura, ahí lo dejo. Pero trato de leer. Leo de todo.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
C.P.: Leo muchas cosas a la vez. Ensayos, poemarios, novelas. Ahora estoy con narrativa, poesía de Boccanera y ensayos sobre estética y arte.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
C.P.: Sí. Escribir es una práctica que puede y debe aprenderse. Hay muchos aspectos que escapan a la inspiración, a la emotividad o sensibilidad propia de la escritura poética. Hay cuestiones técnicas, formales, semánticas, retóricas, lingüísticas, rítmicas, etc. El taller es un dispositivo posible para su aprendizaje, si está bien diseñado y no se obtura en el ego del coordinador.
APU: Con respecto a La hora suspendida, ¿cómo fue la experiencia de publicar por primera vez?
C.P.: Poder tener en mano el primer libro es indescriptible. Escribo poesía desde los 12 años, a conciencia e ininterrumpidamente hasta el día de hoy. Poder concretar un primer libro en formato físico, trabajado con una editorial, compartir mis poemas, que circulen, que los lean, todo forma parte de una experiencia única. La hora suspendida significa ese momento, ese tiempo detenido del sueño cumplido.
APU: Con el segundo libro, Inventario del tiempo, hubo cierta continuidad temática, pero a la vez un cambio de voz poética. ¿Cómo fue ese pasaje?
C.P.: Sucedió. En el primer libro cuento algunas historias poéticamente, en este no, no hay historias. Hay un manifiesto de realidad y posibilidades. Hay mayor precisión lingüística, contundencia de imágenes, pero también aparece el tiempo como lo indescifrable, a diferencia de las horas como suspendidas y definidas en torno a la circunstancia puntual del primer libro.
APU: ¿Qué es lo próximo de Cecilia Pontorno que se viene para disfrute de los lectores?
CP: El tercer poemario, Morfina para los muertos, con un registro distinto que estoy trabajando y definiendo, más cercano a la cotidianidad y a la crudeza de experiencias, algunas más ficcionadas y figuradas que otras. Con cambio de léxico, de tono anímico, de ritmo, el cual por momentos es desbocado y por momentos cataléptico. Además estoy trabajando en una nouvelle.
*Este artículo contiene lenguaje inclusivo por decisión del entrevistador.