Hagamos peronismo

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DEBATES

Hagamos peronismo

15 Agosto 2023

“Pretendo hablarle a cada uno para que asuman una misión frente a sí mismos. Que no es una misión política, aunque también lo es. Que no es una misión social, aunque también lo es. Que no es una misión económica, aunque también lo es. Que no es una misión mística, aunque también lo es. Sino ser buen hombre, pero de verdad".

Alejandro "El Gallego" Álvarez

En los últimos días, fue común ver algunos compañeros progresistas reflexionar sobre los resultados electorales desde el enojo y resaltar “los peligros” del auge electoral de Javier Milei. El problema de esta visión progre que señala “el peligro en Milei” es que a veces evita reflexionar sobre la falta de respuesta de nuestra gestión política y económica como gobierno.

Habíamos señalado ya en 2021, en el editorial pos derrota electoral que el gobierno tenía que hacer peronismo. “¿Qué se está haciendo para bajar la inflación, que este año será casi el doble de lo que se prometió a fines de 2020 cuando se debatió el presupuesto nacional? ¿Cómo vamos a generar más empleo? ¿De qué manera ampliamos la torta para redistribuir?”.

El gobierno del Frente de Todos quedó entrampado en un sobredimensionamiento de la agenda progresista, a tal punto de diluir las concepciones de peronismo en la política nacional. Administración del comercio exterior. Costos. Precios. Salarios. Todo el espíritu doctrinario que señala el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y que se vuelve más que evidente que es necesario revitalizar.

De esta manera, el sentido de esta nota es reflexionar sobre cierta desviación de nuestra fuerza política que parece haber sido hegemonizada por el progresismo y que ha alejado las concepciones de la causa nacional y su cosmovisión.

En el Modelo Argentino para el proyecto nacional de 1974, Perón señalaba entre diversos fundamentos que es “imposible mantener una distribución socialmente aceptable si las decisiones económicas no acompañan a la política social que se desea imponer. Cuando la decisión económica sigue un patrón inadecuado, la distribución del ingreso queda subordinada al mismo, más de allá de los buenos deseos de cualquier gobierno. En consecuencia, lo que llamábamos Justicia Social también requiere para su materialización una efectiva participación del gobierno y una elevada eficiencia del mismo”.

En este mismo sentido, el General señalaba que no puede “haber divorcio alguno entre el pensamiento y la acción mientras la sociedad y el hombre se enfrenten con la actual crisis de valores”. Además, entre muchas otras cosas más, Perón sostenía que “el proyecto final es del Pueblo y no de determinados gobiernos, ni minorías intelectuales".

También, advertía: “Finalmente, la más importante de las enseñanzas es la revelación de que los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. Las diferencias de ideas son positivas en tanto estén abiertas a la confrontación sincera y honesta en busca de la verdad”.

El Modelo Argentino es un texto plenamente vigente que exige una relectura completa. Solamente resaltamos algunas pocas ideas para ilustrar la profunda necesidad de volver a conceptos teóricos y doctrinarios del creador de nuestra fuerza política que parecen haberse debilitado en nuestra gestión política y económica actual. En Perón hay un proyecto de un modelo nacional que ofrece una visión para el conjunto de la comunidad organizada. Además,  de concepciones de categorías y valores nacionales que no puede ser confundidos por categorías foráneas de izquierdas o derechas, que atomizan y debilitan a nuestra fuerza política.

En una entrevista de AGENCIA PACO URONDO, Esteban Montenegro, en febrero del 2021, aportó una interesante reflexión sobre el antagonismo producido entre izquierdas y derechas durante el siglo XX en nuestro país. “A los nacionalistas y a los conservadores se los convenció de que la amenaza medular para la civilización occidental residía no en el nihilismo intrínseco de la sociedad de mercado y su relativismo, sino en el ateísmo rojo de la izquierda comunista revolucionaria. Y así fueron, gratuitamente, fuerza de choque en la “guerra anti-subversiva” en la que caía comprendida cualquier causa de los trabajadores. A los comunistas, se los convenció de que el enemigo principal era la “amenaza fascista”, y de que debían plegarse a defender la democracia liberal y la república, como ocurrió en Argentina con la Unión Democrática, o bien de que cualquier compromiso con la liberación nacional era sinónimo de fascismo y de que todo ejército nacional, toda iglesia, todo nacionalismo y todo sentimiento religioso, eran por necesidad recursos del gran Capital. Anti-fascismo para el socialista, anti-comunismo para el nacionalista. Con ese doble chantaje, el liberalismo logró alternativamente unirse a uno de sus adversarios para derrotar al otro, hasta eliminarlos a ambos. Para quien preste algo de atención, todos los desarrollos teóricos y prácticos más importantes del movimiento nacional desde el 55 hasta el 73, tendieron a romper ese cerco.”

Es cierto, lo que señala el compañero. También es cierto que el peronismo rompe con esas categorías foráneas y ofrece sus propias categorías. También lo hace en materia económica y en términos de identidad política. No somos progresistas. Estamos todavía a tiempo de hacer peronismo. De señalar nuestra identidad política y bucear en nuestra doctrina económica. Porque entre muchas otras ventajas, eso nos va permitir ver al votante de Milei, proveniente como el resultado de nuestro fracaso económico y social.

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