El estrangulador de Boston: una incógnita irresuelta
Entre 1962 y 1964 trece mujeres fueron agredidas sexualmente y estranguladas en varias ciudades del estado de Massachusetts, Estados Unidos, constituyendo uno de los casos más importantes de femicidios en la historia local. El estrangulador de Boston es una película que narra cómo Loretta Mclaughlin (Keira Knightley), junto con su colega Jean Cole (Carrie Coon), ambas reporteras gráficas, realizaron conexiones pertinentes para enlazar los hechos e intentar demostrar que se trataba de un mismo perpetrador. La relevancia radica en que en la década del 60 aún no se había acuñado el término “asesino en serie” -recién propuesto en los 70- y en que ellas no se dedicaban al ámbito policial en absoluto.
En una época en la que la mayoría de las mujeres acostumbraban a permanecer en sus hogares con sus hijos e hijas, haciendo tareas domésticas características, había algunas que concurrían a trabajar. Éste fue el caso de Mclaughlin y Cole, dos periodistas que escribían en uno de los diarios más importantes de Boston. Allí, el género femenino estaba destinado a temáticas superficiales típicas para ellas en aquel contexto: artículos del hogar, moda y estilo, electrodomésticos y dietas, mientras que los hombres se dedicaban a cubrir los crímenes o asuntos más serios y relevantes para la vida pública.
El film, dirigido por Matt Ruskin y estrenado en la plataforma Star+ a principios del 2023, trae a la pantalla un enigmático caso que hasta el día de hoy, habiendo transcurrido sesenta años, continúa siendo foco de teorías y suposiciones en relación a la veracidad de los asesinatos cometidos. Albert DeSalvo, principal sospechoso y quien posteriormente confesó haber realizado los crímenes, este mes hubiera cumplido noventa y dos años de no haber sido apuñalado en la celda en donde se encontraba tras la condena perpetua a la que fue sentenciado en 1967.
DeSalvo admitió cada uno de los estrangulamientos, pero lo hizo durante su estadía en prisión, recluido por un ataque sexual a una víctima que lo identificó y por una serie de robos previos. En aquel momento, sin embargo, no fue encontrado culpable de las trece muertes ya que no existieron pruebas fehacientes de que había cometido esos asesinatos. En ese contexto aún no era posible confirmar utilizando un test de ADN, introducido a fines de la década de los 80. Recién en 2013 se comprobó que sí había estado envuelto en el último caso, pero eso no implica que también haya sido responsable de los doce anteriores.
En la actualidad, todavía se cree que hubo otros culpables, ya que las confesiones de DeSalvo contenían algunas inconsistencias respecto de los hechos, los perfiles de las víctimas no coincidían y la forma en que las mujeres habían sido asesinadas variaba en ciertos aspectos, por lo que el patrón que al principio se cumplía luego no fue así. Algunas fueron violadas, otras no; las primeras cinco eran de edad mayor, y las últimas jóvenes. Aún hoy la verdad es una incógnita. Lo que sí es innegable es el gran trabajo por parte de las periodistas para conectar al menos los primeros casos basándose en aspectos repetidos, cuando ni siquiera quienes estaban a cargo de las investigaciones lo lograron hacer. Ese recorrido nos viene a mostrar El estrangulador de Boston.