Elementos básicos para comprender una obra de arte
Para Lucas Bazzara
Cuando una persona se vuelve mayor y leyó un par de libros/visitó algún museo/escuchó algún concierto puede llegar a creer que se volvió más sabia, en el sentido amplio de la palabra, como si el mero hecho de pasar los años fuera suficiente para acumular conocimientos, y al final del trayecto se tuviera más saberes y mejor elaborados de lo que se tenía cuando se arrancó esta aventura. No estoy tan seguro. Los años cercenan muchos placeres o los tergiversan, haciéndonos olvidar lo que nos “enloquecía” cuando éramos chicos: es peligroso ver a un adulto jugando con muñequitos de cowboys e inventándose una historia —aunque tal vez no parecería tan desquiciado si lo hiciera con una Play 5. Una manera de jugar, en mi lectura, es leer e interpretar lo que se lee, porque cuando se lee/mira/escucha una obra de arte (de ahora en más: OdA), se es atrapado en otro mundo, en el mundo que porta la obra, y se disfruta.
Leer e interpretar son casi sinónimos. Esto no significa que, dogmático yo, no acepte una lectura pasiva, una simple lectura/observación/escucha que se practique por el mero hecho de evadirse de la realidad, una lectura/observación/escucha sin interpretación. Pero no es ese tipo de percepción/afecto el que nos interesa reflexionar acá. Eso sí, la lectura, tal como yo la practico, sea de un tipo o del otro, es un juego. No busco información ni conocimiento en una lectura, busco evasión y placer. Si encuentro conocimiento, la evasión es más divertida, pero una OdA no debe necesariamente servir de modelo para entender un momento histórico, una pasión psicológica o una tragedia afectiva. No siempre puede estar interpretándose todo, pero en algún momento hay que hacerlo.
Voy a dar algunas sugerencias de cómo interpretar una OdA, que no son excluyentes de otras, al contrario: es una lista que requiere ampliarse. Se trata de los elementos o líneas de entrada medio básicos para comprender una OdA de manera auténtica, más allá o más acá de todas las lecturas o conocimientos que se hayan elaborado por diferentes grandes autores, por distintas corrientes fundamentales de pensamiento o por distintos sistemas elucubrados de análisis.
1. Saber el nombre de la OdA.
2. Saber quién la compuso/escribió/creó.
3. Saber el lugar y la fecha de cuándo esa obra se creó, porque hay, o mejor dicho, no siempre pero muchas veces hay vinculaciones extrañas entre la obra y el contexto social, político, económico, o entre el artista y el contexto. Esto quiere decir que la aparición de una OdA (sea lo que sea que entendamos por tal concepto, pues aún no lo definimos ni lo vamos a definir aquí) es un acontecimiento en el sentido pleno que entiende la filosofía por tal hecho.
4. ¿Qué es un acontecimiento? Podríamos esgrimir muchas respuestas, desde heideggerianas hasta badiouianas. Un acontecimiento no es un mero hecho, aunque cualquier hecho podría convertirse en acontecimiento. En el acontecimiento se producen encuentros imprevisibles, con una u otra deriva. El acontecimiento está pensado como un riesgo, porque rompe una normalidad y abre derivas que no estaban previstas.
El acontecimiento está pensado como un riesgo, porque rompe una normalidad y abre derivas que no estaban previstas.
5. El romanticismo es muy importante a la hora de pensar los instrumentos que utilizamos para comprender una OdA, aunque todos reneguemos de él (no está de moda ser romántico). Por lo general esos “instrumentos” están apresados por el romanticismo, desde el poeta maldito hasta el éxtasis estético, la alienación creativa y las líneas de fuga de la droga, que intensifican nuestros placeres. En este sentido, la interpretación no podrá dejar de lado todas las premisas del romanticismo, que constituyen el lenguaje básico o masivo con el que nos acercamos a la OdA, pero tampoco puede ignorar qué de romántico contiene su lectura.
6. Hay un lector/espectador/escucha que es como un devoto frente a las manifestaciones de su dios, y se rinde al poder del libro/el cuadro/la música: la sabiduría está en el libro/la pintura/la música, y él debe esforzarse por entenderla. Hay otro receptor/lector/espectador salvaje que en lugar de subrayar con lápiz una idea que le gusta o entiende, muerde el libro y lo desgarra o se lo come. Hay que buscar el punto medio o algún punto no tan extremo para desde allí en-carar la OdA, des-cubrir su sentido, ex-ponerse a su fascinación.
7. Para nosotros, lectura significa interpretación. E interpretación significa producir un sentido (en el sentido más amplio posible de esta palabra) que no está en uno, pero tampoco está en la obra, está en el encuentro o comunicación que se crea entre la obra y su lector/espectador/oyente —de hecho, no hay que pensar la OdA como una cosa, pues contiene un plus de sentido que la cosa en sí misma no tiene. El lector/oyente/receptor despierta o des-cubre un sentido en la OdA que hasta ese momento no había sido descubierto, o que el oyente/espectador/usuario no conocía. Por esta ignorancia imperdonable del lector/espectador, que tiene algún conocimiento, pero no todo el conocimiento posible de lo que observa/lee/escucha, es por lo que hay que avanzar con respeto y humildad en la propia interpretación, pero sin miedo. Ese sentido des-cubierto vale como un acontecimiento, pues es un acontecimiento para ese individuo singular habitado por una ignorancia, que de pronto estalla. Cuando estalla una ignorancia, cuando estalla un individuo, el mundo asume otro sentido, se percibe de otro modo.
8. Pero si nos quedáramos en este paso de la comprensión, podríamos ser tildados de individualistas a ultranza, pues “el” sentido surgiría entre el individuo y la obra (la OdA es una especie de individuo, un ser vivo). Por eso el lector/intérprete no puede conformarse con el primer sentido que encuentra en una obra, y sería genial si pudiera deconstruir cómo hizo para crear eso, sea lo que sea el medio elegido para crear. Después está el medio.
9. Después está el medio. Un lector/receptor/intérprete que haya estudiado en una carrera de Ciencias de la Comunicación no puede descuidar una reflexión sobre el medio en el que la OdA se expone o soporta, y el que no haya pasado por tal carrera postdisciplinaria tiene que informarse sobre qué es un medio y cómo actúa sobre sus usuarios. Es una dimensión compleja de investigar la del medio, porque está oculta por toda la información chatarra o profunda que el medio soporta, y que le sirve para distraer nuestra atención consciente —al tiempo que puede atrapar la atención inconsciente, afectiva, perceptual o mediática del lector/espectador/escucha. Allí se trata de jugar. Jugar con las palabras. Jugar con los pensamientos. Jugar en los umbrales en los que despuntan nuevos sentidos.
La autenticidad es un mito que se creyeron los filósofos de las grandes ligas, los críticos/comerciantes de arte, y luego las masas ansiosas que los siguen.
10. Para arribar a “nuevos” sentidos uno tiene que saber que hubo viejos sentidos que los nuevos superaron o refutaron. Es decir, debe saber algo acerca de las condiciones de producción de una OdA. Una OdA parece una mónada solitaria colgada en el museo, acomodada en el estante, vibrando en los parlantes, pero en realidad está sedimentada por la realidad. Carga con la realidad que la creó, o colaboró en crearla. Algo de esto hay que saber, aunque después no se use en el análisis.
11. El lector/intérprete lee/interpreta. La lectura como la observación de un cuadro o la escucha de una música, etc., implica un proceso activo: no es solo recibir lo que proviene de la OdA, hay que abrirse a lo que vamos a recibir. En ese sentido, en mi caso la escritura me ayuda a abrirme (me refiero a mí mismo no porque crea que sea un modelo ejemplar o siquiera válido, sino porque es el que mejor conozco, dentro de todo lo imprevisible que me resulta ponerlo en práctica).
12. Abrirme significa volver a releer algunas páginas, escuchar una vez más la misma canción, contemplar una vez más la postal de Rembrandt que tengo en mi mesita de luz, e interrogarme algo a partir de lo que leo, escucho o miro. Esa interrogación, cuando pega bien, me extrae de la realidad, del ruido del avión que parte el cielo, del perro de la vecina chumbando a la nada, del sonido de la heladera. Si pega mal me hunde en las impotencias y los fracasos, en lo obvio que resulta el análisis no importa los miles de libros que hayas leído, los cientos de horas que le dedicaste a formarte. Son gajes del oficio.
13. La lectura/interpretación tiene que ser inútil. Puede, pero no debe aportar un sentido que sirva como diagnóstico social ni personal —tal vez para volver impersonal un ensayo haya que hacer de cuenta que se habla de sí mismo. Encontrar un concepto clave y articularlo con la realidad en la que circula es un logro, pero ponerse este objetivo (interpretar la OdA como un diagnóstico) como el único o el mejor posible desmerece otro tipo de búsquedas. El diagnóstico es, por supuesto, aproximado, un poco vago, aunque sea o sirva como la “cifra” o el abracadabra mágico de una situación.
14. La palabra “auténtica” con la que termina el primer párrafo tiene una significación profunda en nuestro campo. Acá, como por lo general cuando utilizo este concepto, está colocada de manera irónica. Vivimos en la sociedad de la copia en la que hasta lo original se experimenta como dejá vu. La autenticidad es un mito que se creyeron los filósofos de las grandes ligas, los críticos/comerciantes de arte, y luego las masas ansiosas que los siguen. Aún continúa vigente este mito —para constatar esto basta con visitar cualquier museo europeo: se va al museo únicamente a ver obra auténtica, aunque se sea incapaz de distinguir si lo que ve es auténtico o no. Esto no significa que es lo mismo ver un lienzo original, escuchar música en vivo o leer distraídamente, que leer con atención, escuchar música con auriculares y ver un cuadro en el smartphone. De nuevo, es una cuestión de medios de exposición, que hay que tener en cuenta porque son también medios que prolongan algún órgano o función de órgano humano, y por lo tanto nos constituyen.
15. Desatender los puntos anteriores y entrar en estado de suspensión frente a la OdA, para así, con suerte, ser atravesado por ella. Desaprender todo lo que sabemos de la OdA para llegar con la mayor cantidad de conocimientos posibles, pero que a la vez estos conocimientos no interfieran, no nos condicionen ni sean una piedra insoportable sobre nuestra espalda, sino el material de unas alas para volar en profundidad en el texto/imagen/sonido. Entonces lo que se producirá aquí es una comprensión de la OdA en el sentido más literal posible, siendo ella la que nos comprende a nosotros, y nosotros y ella encontrándonos en la misma experiencia.