Balotaje 2023: “Sergio, hoy te convertís en héroe”
La palabra héroe apareció por primera vez en la Grecia clásica. Fue aplicado en la cultura por el poeta lirico Píndaro, quien distingue entre dioses, héroes y hombres. Pero, tranquilos, ni yo soy Píndaro, ni creo que Massa haya sido engendrado por Zeus.
Algunas definiciones dicen: “Un héroe es un individuo común que encuentra fuerza para perseverar y soportar a pesar de los obstáculos. Aparentemente no tiene miedo o es capaz de controlarlo, supera el temor y afronta el riesgo sabiendo que el fracaso es bastante probable y, a pesar de ello, está dispuesto a superar las dificultades que se le presentan”.
Entre varios conceptos, encontré uno que me gustó, porque es el más cercano para definir a Sergio Massa en esta campaña. Charles Baudelaire decía: "Héroe es quien permanece imperturbablemente, concentrado".
No me considero un experto, pero desde 1973, en mi pueblo, ya andaba en la organización de los actos de campaña. Y desde 1983 hasta ayer, estuve en todos los comandos de campaña del peronismo en Neuquén. He visto muchos candidatos de cerca. Y la verdad, nunca vi un tipo tan profesional, tan concentrado y compenetrado en su papel como Sergio Massa. No erró una. Estudió cada paso, escuchó sus asesores, mantuvo la calma y la templanza en medio del caos. El 22 de octubre a la noche subió al escenario, serio y mesurado, sin mostrar ningún gesto de triunfalismo.
Y cuando todos creíamos estar en la cubierta del Titanic viendo que se hundía, el tipo con unos pedazos de chapa y madera tapó el agujero del iceberg, arrancó el motor en dos cilindros y al trotecito nos llevó hasta la costa, sanos y salvos.
Y bueno, se ganó el título de héroe.
Cada batalla tiene sus héroes
Yo me dedico a estudiar y escribir sobre la historia reciente. Y siempre aclaro que el acto de un individuo hay que juzgarlo dentro de su tiempo y contexto histórico, porque siguiendo la trayectoria de muchos personajes, se los puede valorar de modo diferente según el momento que le tocó actuar.
Digamos que salvo los que mueren en batalla y pasan directamente al bronce, es difícil mantenerse en el rol de héroe toda la vida. Incluso los muertos en la batalla, si uno revisa hacia atrás su vida política, encuentra que no siempre estuvieron en lo que subjetivamente llamamos "el lado bueno de la historia". Y de eso he escrito sobre muchos ejemplos.
Aclaro esto porque nunca falta el compañero que me dice: “Si, pero Massa en tal año, esto o aquello” o el que ya está tomándole examen a futuro: “Quiero ver si Massa si va a cumplir con todo lo que prometió”. Y yo respondo: “Ya lo sé amigo… lo que dijo o hizo en tal año… y que se yo, si va a poder cumplir con todas sus promesas; pero sabes qué, cuando este loco se tiró a la pileta, ni vos, ni yo creíamos que se podía ganar esta elección”.
Recuerdo hace tres meses atrás escuchar a García Linera (un intelectual que respeto mucho) diciendo: “No existe ningún caso en el mundo donde un gobierno con 130% de inflación pueda ganar una elección”. Y la verdad, yo pensaba lo mismo.
Los obstáculos propios y ajenos
Nada es fácil en el peronismo. Massa tuvo que pasar, primero, la carrera de obstáculos internos. Cristina, la jefa, nunca lo santificó como su candidato. Dijo “lo pidieron la CGT y los gobernadores”. Al otro día tuvo que salir a pelear una interna despellejante en la cual, durante treinta días, tuvimos que escuchar y leer todas las diatribas esmerilantes imaginables.
El resultado de las PASO estuvo lejos de lo que el candidato del oficialismo debía obtener para ser competitivo.
El hombre se sacudió un poco el polvo, se reacomodo en el caballo y volvió al ruedo de la pelea.
Nobleza obliga decirlo: Juan Grabois cumplió su palabra y verbalizo su apoyo. Pero muchos de los que votaron a Juan siguieron varios días y semanas con la misma cantinela predatoria. Otro tanto hizo el súper ortodoxo Guillermo Moreno y los suyos.
De a poco, todos nos fuimos encolumnando. Los peronistas silvestres, que siempre estamos para lo que decida el peronismo. Los gobernadores, arrancando por Axel Kicillof que se jugó al todo o nada con gran nobleza, los sindicatos, los movimientos sociales y las diferentes organizaciones. Como debe ser, Sergio ordenó la campaña y la comunicación. Habló él y unos pocos voceros autorizados, para que no salte ningún descolgado a embarrar la estrategia.
Y así llegamos a lo que nadie esperaba: salir primeros el 22 de octubre, con el 36,6 % de los votos. Cuando la mayoría nos conformábamos con salir segundos dejando atrás a la Pato. Con ese triunfo apareció la euforia ganadora y varios padres de la victoria. Y aparecieron, también, los que ya le iban a marcar la cancha a Massa para que “no se desvíe”. Pero como dice el viejo apotegma: “para hacer un guiso de liebre, primero hay que cazar la liebre”. Y la liebre estaba lejos, todavía.
Y el hombre salió a correr por toda la cancha. Siguió recibiendo y esquivando piñas, de la economía que no se ordena, de los golpeadores del mercado, de los chocolates y los paseadores de yate. Y siguió diciendo "no se duerman, el partido todavía no está ganado".
Y la verdad no está ganado. Escribo esto el viernes a la tarde y ninguna encuesta nos está asegurando el triunfo, salvo nuestra Fe en la sabiduría del pueblo argentino.
Un adversario nuevo y más complejo
La nueva derecha, que no es ni el fascismo o nazismo ni la derecha tradicional, es un fenómeno nuevo que se expandió por el mundo. Apareció Trump, Bolsonaro, Katz en Chile, Vox en España, Meloni en Italia, Marine Le Pen en Francia, Kurz en Austria.
Nosotros suponíamos estar vacunados e inmunizados contra el virus de la nueva derecha y nunca le dimos bola al movimiento subterráneo de jóvenes influencers que, por las redes, estaban predicando día a día la rebelión del anarcoliberalismo.
Y un día apareció nuestro Bolsonaro nativo. A los gritos de ¡Viva la libertad. carajo! fue seduciendo a una entusiasta base juvenil, que ya no eran los chetitos de Barrio Norte del PRO sino los pibes de barrio que por extracción social, en otras épocas, naturalmente votaban al peronismo.
Estamos librando una batalla electoral contra lo que históricamente fue nuestra base política.
Y este fenómeno llegó para quedarse, lo que nos obliga a revisar nuestros esquemas de pensamiento, discurso y acción. Se inicia una época nueva, donde ya vimos que nuestro relato, nuestras consignas, no convocan como antes. Algo pasó en lo profundo, si no nos damos cuenta y nos disponemos a revisar nuestro catecismo, estamos condenados al fracaso.
Del héroe al líder
Cuando un candidato gana una elección tiene treinta días para disfrutar el éxito, tener su fiesta al asumir, y al menos seis o nueve meses de luna de miel. Poco de eso podrá tener Massa.
El martes lo esperan los mercados, la aguda falta de dólares, la urgencia de desdoblar o devaluar, las demandas de todos los sectores que se callaron unos días por el proceso electoral.
Y claro, lo esperan las demandas de los nuestros. Los que ya leo diciendo que Sergio es tibio. Desde hace unos años ha nacido entre nosotros una raza de cojudos, que no se bien en cuál campo de batalla se ganaron el título de duros. Tal vez, en un set de panelistas de TV o en el cargo público que pegaron por un amigo de la causa. Bueno, esos están afilando cuchillos para exigir prisión a Macri y Milei, cambiar la Corte por decreto, expropiar Clarín, estatizar todas las empresas que no nos gustan y rearmar el Ejercito de los Andes para salir a liberar América.
Y Massa nos está diciendo que va a armar un gabinete de unidad nacional, con gente que no pertenece a este espacio. Seguramente serán tipos que no nos gustan mucho.
Sergio deberá, primero, hacerse cargo del peronismo. Los peronistas, por naturaleza, respondemos a quien asume la presidencia. Necesariamente el presidente se convierte en jefe del peronismo. Pero, además, está claro que Massa llega conduciendo su propio espacio y está haciendo una convocatoria que excede al Frente Renovador, el peronismo y el kirchnerismo.
Entonces, tiene por delante la compleja tarea de conducir un nuevo espacio heterogéneo y con una síntesis de ideas. Eso suena bastante parecido a lo que conocemos como el proyecto de unidad nacional de Perón de 1973. Obviamente, ni Sergio es Perón, ni la Argentina de hoy se parece mucho a la del 73. Así que no sé cómo se las arreglará.
Pero, por el momento, si esta noche los dioses del Olimpo nos acompañan, estaremos festejando un triunfo que parecía imposible y aplaudiendo al hombre que lo construyó. A quien este humilde escriba (que no es Píndaro) tiene el gusto de decirle: Sergio, hoy te convertiste en héroe.