Ómnibus, omnívurus
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¿Es un ómnibus? ¿Es un avión? ¿Es un monstruo?
¡No! ¡Es un documento enviado por el Poder Ejecutivo!
¿Y ahora quién podrá defendernos?
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Hay un vínculo posible entre crisis y velocidad (vértigo, lentitud, frenesí, recesión, estanflación o la palabra que se prefiera). La cronología desastrosa de las últimas semanas marca como destacables las siguientes entregas del folletín que protagonizamos y consumimos (en el que ya dejamos de consumir algo), cuyo título podría ser “Cómo se desguaza un Estado”: sólo en diciembre (2023, no te vayas, te queremos con tu inflación descontrolada y todo), constatamos que el 10 asumieron, el 12 anunciaron medidas devaluatorias vía tutto kaput y licuaron salarios (“¡Cómo está la inseguridad! Ahora que puedo andar tranquilo, me robaron el 50% del sueldo por la tele”, se leía por ahí), el 20 se comunicó en otro mensaje grabado el DNU más mamotreto terminator que haya conocido la historia jurídica argentina, que entraría en vigencia el 29; mientras tanto, el 27 se envió al Congreso (ese edificio decorativo de la espalda de quien preside el poder ejecutivo, quien a su vez pretende hacerse de sus funciones legislativas) la denominada “ley ómnibus”, que más bien debería llamarse “omnívurus”, por todo lo que pretende englutir, comer, procesar, destruir.
El ritmo y la cantidad de frentes de ataque hacen honor a la famosa estrategia Bullrich (¿“el bueno”, ahora?), confesada en tono socarrón, destinada a doblegar sindicatos docentes desde el Ministerio de Educación de la Ciudad en 2014: allí el republicanismo develaba su secreto poco atacable para sacudir sistemas y resistencias, consistente de lanzar múltiples iniciativas para que, mientras quienes resisten focalizan en una (tal su naturaleza, como la del lenguaje: la sucesión), las demás avancen en simultáneo (y así rotando cada vez que cambiaran el foco de resistencia). ¿Algún parecido con la realidad?
Breve zoom al timing histórico que bate dos récords de sensibilidad social y deshace todo cuestionamiento a la velocidad de la convocatoria del paro general para el 24/1, fecha que para algunxs queda todavía a años luz en este nuevo calendario económico de meses de 90 días, a juzgar por la ecuación escalada de precios/congelamiento de ingresos.
Primero, el 20/12, fecha significativa si las hay para crisis y democracia argentina, nuestro un-poco-delarruizado presidente (por lo perdido, por lo en su burbuja, por lo alucinadamente envalentonado: ya los spots eran idénticos con todo eso de la casta y el ajuste, etc.) en su variable anarco punk (una especie de De la Rúa hardcore) comunicaba una treintena de las más de 300 (sí, trescientas: tres-cien-tas) medidas que incluía ese DNU o documento colaborativo cuyo editor en jefe resultó el señor Lo Hago Sin Cargo, Fede “vamos todos de celeste, por la patria” Schwarzenegger, nuestro terminator económico o agente de fundición estatal que sale sonriendo en cada foto en la que el país se hunde, y sus escritores y colaboradores, a juzgar por lo que allí se expresa, cada unx de lxs aportantes a la campaña de las fuerzas de la alianza gobernante (el DNU es legible en el género “lista de deseos”, más en clave navideña que legislativa: 83 páginas con más de 360 artículos cuya palabra más manoseada y repetida es “trabajo”, seguida por “ley”, por “modificar” y, de cerca, por “derogar”). ¿Justo el 20/12, todo eso? ¿Justo el paladín de la libertad, decretando todo? (Entre paréntesis y aparte, guardemos la foto de ese día para el ejercicio comparativo de chequear cuántas figuritas se repiten de una crisis a otra.)
Segundo, una semana después: el 27/12, mientras se marchaba contra ese DNU y se requisaban insólitamente los bondis que ingresaban a “la ciudad de todos los argentinos”, se enviaba al Congreso Mi Ley Omnívurus, otro engendro textual que cuida menos las formas que el presi en joggineta en el salón presidencial y se suma a esta serie de documentos históricos que la posteridad pondrá, esperemos, algún día, en su justo lugar a mitad de camino entre la ridiculez, el absurdo, el lobby y la estafa electoral. O a lo mejor sean las bases y puntos de partida para una Era Pastoril de una historia que leerán y escribirán poquísimos argentinos de bien.
Pasando en limpio, a la marcha del 20 cayó el DNU; a la del 27 por el DNU, mandaron la Omnívurus. En el medio, los protocolos que pretenden garantizar una circulación y una normalidad que cada vez será menor, a juzgar por el ritmo al que suben los combustibles y las tarifas y bajan los ingresos y suena en nuestras cabezas “Nuestro amo juega al esclavo”. ¿Qué podemos esperar para el 24/1? ¿Podemos esperar algo? La espera y la esperanza, una sabia pero callada, la otra sorda y verborrágica, dos formas de ceguera asegurada (¿resuena esa famosa frase: “hay esperanza, pero no para nosotros”?). A corto plazo, el imperativo pareciera ser la supervivencia, la reorganización, la diferenciación y la discusión razonable, uno a uno, una a una, a ver qué derechos y libertades va ganando y perdiendo cada unx. “A ver las nuevas libertades…”, reza el señor Hide de Pain Harold mientras revisa su compu en su meme actualizado, antes de mirarnos con su sonrisa dolorosa: “Voy a ir preso”. Es que al “fuera de la ley, nada” pareciera sobrarle, qué detalle, la preposición. O el cambio por el posesivo homófono del apellido: “fuera de mi ley, nada”. ¿O hay alguna propuesta, además de no sorpresiva, no supresiva?
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Claro que cada unx de nosotrxs también habita una burbuja que combina burbujas de diversos tipos (sociales, mediáticas, económicas, etc.) y que hacen a prácticas y discursos que se entremezclan con más o menos coherencia. Así, en los dos extremos de la brecha podemos tener, por un lado, a reyes de la corte como Terminator o Mr Kaput, quienes al significante “góndola” sólo le reconocerían el significado veneziano de embarcación pequeña de paseo, pidiendo “un esfuerzo” y “no gastar más de lo que se gana” mientras hacen su enero en diciembre con lo que perdemos la mayoría, la famosa transferencia de recursos de sectores bajos a concentrados; y, por otro lado, a las clases medias, clases medias bajas, clases bajas o, a trazo grueso, pobres de diverso grado cada vez más pobres, o cada vez más pauperizadxs, derrochando (cualquier cosa, por nimia que sea, ha pasado a ser un derroche: hay una especie de Potlach en el aire que probablemente no sea capitalizado) la vitalidad y los recursos que quedan, porque tampoco vamos a encerrarnos a inhalar y exhalar aire y a repartir tajadas de nada, y las tradiciones (¿alguien que le avise a presidencia?) también tienen su fuerza de arrastre. Entre esas dos puntas de los extremos de la disociación, la vida siempre sigue (a veces sin nosotrxs) y corresponde apuntar que también para algunxs estas serán las mejores fiestas de los últimos 40 años. Véase, al respecto, los diversos grupos beneficiados por las medidas adoptadas, gente que hizo su temporada en 10 días, verdaderos gardeles de la época. ¿No se cansó la autoayuda de repetir que las crisis son oportunidades? ¿Nos faltará iniciativa para valorar semejante chance? O quizá estábamos acostumbrados a esa fiesta y ese derroche del que tanto se habla que venimos y que hay que pagar… ¿La fiesta de trabajar y tomar transporte público, tener algunas vacaciones, algunos derechos?
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A la burbuja del espumante que se beba el 31, habrá que sumarle el leitmotiv de aquella canción publicada en octubre del 2001, que suena desde que esa palabra apareció en el párrafo anterior: “una aguja va conmigo/ tu burbuja pincharé”. Escuchada completa, bien podría hacer de banda sonora ahora que, a pesar de haber prácticamente olvidado la palabra y la emergencia sanitaria del 2020, el Poder Ejecutivo pretende arrogarse unos cuantos poderes de más, digamos la suma del poder público, “hasta 2025”, en pos de una “emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria, energética, sanitaria, administrativa y social” (¡¿todo eso?! ¿Son áreas en emergencia o de negocios? Vale apuntar, por lo pronto, esa especie de voluntad de creación de un país ex-nihilo, con sus líneas temporales y relatos de grandezas y de crisis alucinatorias. Si antes era “hacer un partido y ganar las elecciones”, ahora pareciera imponerse el “ganar las elecciones e inventar un país”. La voluntad del ejecutivo, por lo pronto, parece ser más imperial que presidencialista. Más que esa expresión de moda:” digamos todo”, tan desaconsejable para cualquier cosa, habría que tomar apuntes del “hagamos todo y digamos cualquiera”).
El ómnibus, en todo caso, ni siquiera es uno simple, sino de dos pisos y, probablemente, con esos anexos de acordeón que supieron tener algunas líneas de la CABA hace un tiempo.
Mientras vemos cómo la democracia se pone a prueba y oscila a dos bandas hacia derivas de dictadura civil, autoritarismo votado, destrucción plebiscitada o el término contradictorio que podamos encontrar para formular el presente que se va haciendo y deshaciendo mientras leemos esto, entre los hechos comunicacionales del año estará la entrevista (primera y última del año) que el presidente le dio a Luis Fusión-de-Barros-Schelotto-y-Chelo-Delgado Majul, el mejor tirador de centros periodísticos de toda la historia de los reportajes políticos. Además de propuestas de gobierno, preguntas que incluyen su respuesta a desarrollar y repreguntas que no cuestionan lo afirmado previamente, el wing dejó pasar con oficio, seguramente para no quedar en offside, las acusaciones de coimeros a quienes no votan como quiero, las “miles de denuncias” (?) de personas obligadas a ir a marchas, la descripción disneylandia de la macroeconomía con la gente afuera y “el Fondo fascinado”, la bendición explicativa en la hijaputez más grande de la historia política reciente al denominar una tasa impositiva con el nombre de un opositor (¿y si creamos la tasa Kaput?), y el modo troll activado en el “¿No pueden aceptar que perdieron?”.
Aceptar que perdimos, ¡claro! Pero ¿y seguir perdiendo? ¿Hasta dónde? ¿Y si alguien le sugiere a ver si puede aceptar que hay otros actores políticos además del presidente que ganó con un X porcentaje en el balotaje, pero sobre un determinado porcentaje del padrón que participó, lo cual reduce bastante su margen de representatividad? ¿Y si alguien le sugiere que acepte que también el sistema funciona de otra forma? ¿O que no todo lo que lleve tiempo o no se da enseguida como quiero se debe a que hay negocio espurio? ¿No estaba también el negocio de la rapidez? ¿Black Friday? ¿Ciber monday? ¿Oferta relámpago? ¿Primeras medidas de gobierno en 15 días? Ya que nos floreamos con expresiones en inglés tipo “willing to pay”: ¿esto es un hot sale?
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Alguien en la tele habla de Nerón… Bueno, las analogías. Colón le vendió “las Indias” a los Reyes como si fuesen el Edén, doble extravío. Sarmiento no se ahorró comparaciones de lo más estrambóticas. El mismo Light Blue Terminator from the Pink House comparó el matrimonio con… ¿Alguien lo pudo seguir? No, no es que no se pueda comparar X con Y (todo se puede comparar, con cierto criterio), sino que además de lo similar, la comparación debiera prestar atención a la diferencia: allí emergería lo singular y lo propio de cada horizonte arrimado a otro como lupa posible.
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Concedámosle el mote “ómnibus” en vez de omnivurus, por este párrafo al menos. ¿Por qué ómnibus? Sí, porque trae muchas leyes dentro. La analogía resulta bastante floja: ¿las personas son leyes que transporta el ómnibus? ¿El ómnibus también es ley? ¿Pero el ómnibus no afirma otra vez lo que también proponía el DNU (qué sería, en esta variable… ¿Un avión de caza? ¿Modelo 55?). No se sostiene, sólo un nombre, dirán, pero la palabrita esconde algo más. ¿Por qué “ómnibus”? Es decir, ¿por qué tan en neutro? De acuerdo con que “bondi”, ley bondi, hubiese sido demasiado informal (aunque la informalidad, para este gobierno, no pareciera ser problema, a juzgar por varias de las medidas que preconiza y las conductas que adopta). De acuerdo también con que “micro”, como equivalente de ómnibus, tampoco hubiese capturado el carácter ambicioso de la ley y sus áreas de aplicación. Lo que la palabra “ómnibus” esconde y renuncia al ser elegida es esa otra palabra que utilizamos en general en castellano para referirnos al transporte de este tipo (para variar, con otro frente tarifario y presupuestario abierto y reducción de servicios en el AMBA), cuya acepción adjetiva daría alergia al liderario promedio: “colectivo”. Hubiese sido imposible denominar “ley colectivo” a ese monumento verbal de 351 páginas y más de 600 artículos destinado a deshacer todo lo posible lo que queda de lo colectivo y lo comunitario en pos del “respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada” de las riquezas concentradas, la desigualdad sistémica y la desregulación de todo marco común de pertenencia salvo el punitivista que promete castigo a cualquier protesta al verdugo que promueve semejante delirio y el del mandato religioso de la vida entendida desde la concepción, puntos destacables incluidos en el documento que da “más libertad a los argentinos” (?). La explicación alucinada que justificaría semejante esperpento sería la “Argentina enferma de socialismo”, uno de esos malabares retóricos con los que el arquero que descuelga centros de Paper Prensa omite la palabra “peronismo” y hace campaña de shock permanente por la mano invisible del mercado vs “las garras del Estado”, o cambia el Estado-Lobo-Feroz al que muchxs nos acostumbramos durante décadas por el Estado-niño-yo-no-fui, ni hablemos del Estado de bienestar, ahora de malestar, buena suerte y hasta luego.
Tampoco hay que perder de vista eso que el líder y sus flamantes equipos de comunicación se han encargado de subrayar hasta el hartazgo con las perlitas coloridas de su figura, esa forma de la publicidad y el clickbait destinada a volverlo omnipresente a cualquier costo, ya que el saldo de su visibilidad, por delirante, será siempre positivo (esa sensación de escucharlo y ver que “está en una”): era arquero. Hay una expresión: “poner el colectivo en el arco”, o “delante del arco”, claramente para que la pelota no toque la red. ¿Qué sería esto en relación a la ley ómnibus? Que ante el complejo escenario que tiene en el congreso, el Ejecutivo del arquero optó por ese extremo de la clausura. Lo que no imaginaba ni el más resultadista de lxs futbolerxs es que esa estrategia de defensa podía ser tan de ataque, tan dañina.
Por lo pronto, siguen sumándose canciones de los tempranos 2000, esa época que espejea tanto últimamente, quizá porque a lo desconocido se lo aprende a formular a fuerza de analogías, por más imprecisas que resulten. Tanto mencionar “ómnibus” y “colectivo”, quizá lo más atinado para graficar esta kermesse legislativa sea el bizarrísimo video de Los Caballeros de la Quema en “Rómulo y Remo” (ahora que pretenden, de golpe, todo tan imperio romano), en un colectivo conducido por Cacho Castaña (¿si vivía, reemplazaba a Lavié en el Colón?), con versos como “que la democracia no nos tome el pelo”, “venderme caro al peor postor” y “Queremos todo un poco más de todo/dentro del toco y un poco además”.
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Una amiga pregunta por aquel emperador romano que se acostaba con su hermana. Años enteros aprendiendo declinaciones en latín, pero el nombre no aparece.
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Alguien dirá: “pero el DNU recién entró en vigencia el 29…”, y habrá que recordarle el carácter performático de la palabra, tan estudiado por la lingüística en general e inmortalizado en ese famoso título de Austin: “Cómo hacer cosas con palabras”, o en esa idea tan sencilla: unx habla y pasan cosas. Vimos que kaput habló el 12 por la tarde-noche y al rato nomás, o incluso antes, sin detalle alguno de los puntos comunicados, los combustibles subían y las góndolas se hundían en el vacío o surfeaban la fiebre de la remarcación de precios, pasando por el increíble capítulo de la multinacional que anuncia defender al consumidor retirando productos porque el distribuidor se pasó un poquito de rosca con los aumentos precios: ¿libertad o Welcome to the jungle? ¿El derecho a ciertos bienes de primera necesidad dependerá al final de la buena conciencia de… ¿Una multinacional? ¿” ¡Monsieur Carrefour, sauvez-nous!”? ¿O la libertad, como se dice, no tiene precio?
Vimos también que el 20/12 se comunicó el DNU y el 21/12 por la mañana, antes incluso de que el texto del DNU fuese publicado en el Boletín Oficial, llegaban correos con avisos de aumentos “a raíz de los últimos anuncios”. La sensación de que estaba todo listo se corroboró aquí y allá en tarifas, prepagas, precios, etc. El desguace del Estado, en todo caso, estaba más que anunciado en la campaña (“¡¿eso significaba la motosierra?!”). Ahora nos queda esperar, claro, las reacciones del statu quo, con el que el gobierno pretende arrasar como si fuese uniforme y homogéneo, homologando el punterismo criollo con cualquier regulación razonable de la vida en comunidad. El escenario es, desde ya, desolador e irrisorio: al pedido de ayuda a las multinacionales, ahora se suma la esperanza depositada (quien depositó esperanza, recibirá humo) en los jueces como héroes, los magistrados como posibles figuras épicas en toda restauración conservadora, eso que tantas series de burócratas y rosqueo made in netflix y tantas películas fiscal friendly habrán prefigurado, quizá, en retrospectiva.
Por lo pronto, cuando avisaron que el 30 hablaría para desear buen fin de año, varixs miramos hacia arriba, pesada herencia, shock, cuentito bíblico, cambiar de canal.
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¿Nerón? No: Calígula. Wikipedia podrá mentir o no, pero a ella me remito: lo aconsejaba su caballo muerto.
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Lo que vale subrayar una vez más, por lo pronto, es que a las crisis de diverso tipo (económica, lingüística, narrativa, temporal, etc.) se suma la disociación y la bifurcación de realidades y expectativas. Por un lado, nos movemos en un tiempo lineal pre-Einstein (negociación, marchas, mesas de salario, etc.), mientras que la economía se mueve en una especie de máquina del tiempo (¿a pedal? ¿Una bicicleta financiera? ¿O un autobús mágico?) que impacta hacia atrás y, sobre todo, hacia delante, quitando de antemano. Por ejemplo: antes de las medidas de kaput que devaluaron los salarios, los gremios docentes habían acordado, ese mismo día, un aumento que ya quedaba justo antes de esas medidas. Luego, se podrá negociar nuevamente en enero, pero negociando en enero eso impactará recién en febrero… ¿” No pasarán”? Como que ya han pasado y han ido y venido muchas veces, y se pasean por nuestros bolsillos como por su casa, recortando presupuestos y derechos (véase en la educación superior, cuyos fondos alcanzan hasta apenas mitad de año, con suerte, y obligan a recortes y reducciones de ofertas, sobreabundancia de tareas, pérdidas de empleos). Por otro lado y a este paso, veremos en breve cómo pasamos de intentar debatir convenios colectivos de trabajo a implorar un mínimo-mínimo salario, además de obviar la normalización de contrataciones precarias y bicicleteadas varias en los pagos de distintos ámbitos, mientras multiplicamos fuentes de trabajo para sostener (es decir, perder menos) ingresos. ¿Crisis educativa? ¿Y si comenzamos por ahí? Más que “no pasarán”, para cambiarle el signo un poco a un cuento tan antiperonizado, pareciéramos el protagonista de “Casa tomada” calentando la pavita después de cerrar con llave la pureta: los otros ya están adentro y seguimos en la nuestra. La pregunta que se impone es: ¿cuál es la nuestra (lucha, agenda…)? ¿Es propia o nos la cambiaron ya, de nuevo?
Por otro lado, se ha visto y oído mucho el horrorizarse por la forma (lo cual está perfecto, la forma lo es todo), pero incluso en ese debate por las formas (que si DNU, que si ley Omnívurus o Uber-punto-por-punto, etc.) se desdibuja el escandaloso debate de fondo (y de fondos, de reformas y cambio de paradigma que propone, que muy remotamente podrían salir así nomás en el escenario legislativo actual pero que de pronto, pareciera, debatimos “cómo saldrá”, si de X o Y manera, descontando que no se podrá oponerse; al menos, no demasiado). La sensación, en este sentido, es idéntica a aquella que nos embarga cuando nos preocupamos por derechos civiles mientras nos embargan económicamente por décadas. Ahora mismo, estrategia El Bueno Bullrich mediante, el debate por el cambio de paradigma y por las calamidades presentes pasa forzosamente a un segundo plano. En el peor de los casos para el Ejecutivo, el arquero que no ataja una ya avisó que llamaría a un plebiscito: ¡Uruguay, nomá! Cómo se plebiscitaría, con un mecanismo tan propio del abordaje puntual, semejante batería de delirios de la compraventa es un desafío al arte del resumen y las ciencias de la comunicación digno de ver; fácil pronosticar engaño o improcedencia.
La otra cuestión notable radica en lo horrorosamente redactados que están esos documentos, tanto desde la normativa leguleya como desde la coherencia y la cohesión que cualquier lectorx que no coma vidrio y se haya tomado el trabajo (o se haya infligido el pesar) de transitar sus páginas habrá comprobado. Además de las fórmulas y formas que la normativa impone para precisar la aplicabilidad de las leyes (todos recordamos la fecha del confinamiento, ¿no? Porque más allá de todo y antes de otro fin de la historia y reino del pronóstico mesiánico, tenía fecha), lo que se aprecia en materia legislativa es lo que en el ámbito culinario sería la voluntad de mezcolanza de las sobras, como si dijesen: “a ver cómo comemos los restos del Estado”. En este punto, los poderes se mezclan, se absorben, se delegan voluntades y facultades a pura voluntad de poder y a pura fuerza, sin fórmula que la contenga ni plazos que delimiten comienzos y fines: muchos grises, mucha indeterminación, vía libre al estado de excepción, no hace falta ser agambeniano para traer la expresión.
Estos documentos, en todo caso, habrán de ser leídos tanto en clave de lista navideña de deseos como de cadáver exquisito (social), ese género de improvisación y creación espontánea actualizado en clave politica literal, vuelto instrumento de repartición colaborativa del botín obtenido en las elecciones, éxtasis de Mr Kaput y Nuestro Terminator: uno endeuda, el otro funde. Pavada de lección, para ese nosotrxs que no somos la derecha, que cuando ocupamos los sillones o tenemos diálogo con quien lo ocupa (algo que pareciera faltar como una laguna en la imaginación presidencial: la negociación), hablamos de la lapicera, del consenso, de las internas para el foro, de la diferencia por la tangente, de la singularidad: ¡la solución era el documento colaborativo! El tema, claro, es que acá al precio lo ponen otros y que, para muchxs de nosotrxs, valor y precio van por carriles tan distintos como lo mismo y lo igual.
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El 24/1… ¿Qué pasó con Caligula? Diferencias, diferencias. Todo figurado, todo figurado. ¿O la CGT de repente se vuelve no solo combativa sino directamente insurgente?
En cualquier caso, mientras aún confiamos, con cierta impaciencia, en las instituciones, mientras pasamos a defender el statu quo que queríamos cambiar, pero no arrasar por la ley de la selva, mientras marcamos diferencias y leyes que quieren ir volteando como en un dominó de dominación total, ojalá sigamos de racha con el poco talento nacional del caso.
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Una palabra fue y vino con diversos sentidos, habrá que tomarla. Habrá que buscar y rehacer red y redes. La red como contención, pero también como fuga, como conexión, pero también como prisión, como agujeros que ahora atrapan, ahora liberan. Un poco como la red de pesca, cada conversación, pescar lo que anda por ahí, en el mar de sentido, en el muro del lenguaje, en el río de expresiones. ¿Pepitas? No, extractivismo no, esto es gratis. Más bien, algo así como tirar la red, ahora que es verano y está todo tan caro, ver qué sale, extenderla, devolver al agua y volver a tirar. Una especie de ejercicio. Al final, al comienzo, con el año que termina y el que empieza, mientras el futuro llegó hace rato, el pronóstico anuncia tiempo inestable y los memes astrológicos confirman el horóscopo que, de Aries a Piscis, revela que “deberás marchar para luchar por tus derechos”, en esa triangulación de incertidumbre y certezas nos desearemos feliz año (¿nuevo o usado? ¿de qué período?), pese a todo y por eso mismo, porque frente a semejante desastre no queda otra que insistir, ocupar, resistir, organizar, luchar, producir y ganar no sólo al opuesto, sino también y sobre todo a lo que alguna vez fuimos.