Maestro: Bradley Cooper y otra apuesta a la medida de los Oscar

  • Imagen
    Maestro

Maestro: Bradley Cooper y otra apuesta a la medida de los Oscar

29 Enero 2024

Bradley Cooper parece haber entrado en un rapto de locura cinematográfica con el único objetivo de conseguir premios -como si le faltara reconocimiento-. Esa es la principal intención de Maestro, biopic sobre el compositor, pianista y director de orquesta Leonard Bernstein, en la que Cooper intenta repetir la fórmula de Nace una estrella, pero con una figura menos conocida y tratando de hacer todo al mismo tiempo. 

El drama se estrenó en Netflix a finales del año pasado. Se enfoca en el vínculo de Bernstein (Bradley Cooper) y su esposa, la actriz Felicia Montealegre (Carey Mulligan). A lo largo de poco más de dos horas, narra parte de su vida profesional y privada, enfatizando las tensiones alrededor de su matrimonio. Tras 25 años de pareja, Bernstein inició una relación con el músico Tom Cothran (Gideon Glick). Sin embargo, regresó meses después para acompañar a Felicia hasta su fallecimiento. La discusión sobre su sexualidad, que siempre parece estar sobre la mesa, jamás es introducida, lo cual resulta un acierto por obviedad.

Si bien la realización del film comenzó en 2022, hace mucho tiempo que estaba en el tintero de varios en la industria. Tras el protagónico, Cooper sumó guión -junto a Josh Singer- y producción, aunque inicialmente había otros nombres: Martín Scorsese y Steven Spielberg. El primero renunciaría para ocuparse de El irlandés, el segundo, también pensado para dirección, -y que ya había reversionado West side story, uno de los grandes trabajos del compositor- cedería el lugar tras ver la ópera prima de Cooper, que ya estaba en contacto con los hijos de Bernstein hace tiempo. A su vez, en la producción terminaron interviniendo, entre otros, Kristie Macosko Krieger, Fred Berner, Amy Durning y hasta Todd Phillips. 

Maestro confirma las ambiciones altísimas de Bradley Cooper y deja asomar cierto virtuosismo técnico. Nadie espera un acompañamiento musical más notable que el de las glorias previamente mencionadas. Pero se arriesga a resumir un desarrollo de décadas, con un melodrama en blanco y negro -recurso conocido en la biopic, aunque alternado sin justificación conceptual- como punto de partida. El ritmo acelerado busca representar la personalidad y el amor del personaje, en medio de la desesperación que podría estar sintiendo. En ese aspecto, las actuaciones de Cooper y Mulligan son descomunales y llenas de sensibilidad, aunque no suceda lo mismo con el resto de los vínculos presentados.

El problema radica en que quiera hacer todo al mismo tiempo, esforzándose en demostrar que está detrás de cámara y no sólo adelante. No sólo se toma varias licencias -algunas válidas, como descartar el clásico final del género- sino que, por momentos, no profundiza en temáticas relevantes y se pierde en tomas imaginarias, lo que resulta en una realización que al menos podría ser catalogada de experimental. En ese intento de atrapar todas las facetas posibles, hay más de un tropiezo en la interrogación sobre un artista complejo, a diferencia de lo que nos encontramos por ejemplo en Tar, de argumento muy similar. En definitiva, una película biográfica que no se explica a sí misma y atenta contra gran parte de la audiencia que, en el afán de no ser subestimada, no termina de conocer a Bernstein.

Cooper intenta que un drama musical, al mejor estilo Hollywood, se convierta en una especie de anatomía cinematográfica de un matrimonio. Sin embargo, preso de la necesidad de ser premiado y de la voluntad de esquivar temerosos clichés, abandona más de una vez sus aristas más sutiles. De esa manera, nos presenta un retrato tan imperfecto como fascinante de un artista que fue parte de múltiples acontecimientos del siglo XX. A propósito, se esbozó cierto debate insólito por el maquillaje agregado en su nariz, dado que Cooper no es judío. No merece la pena semejante conversación ante el resurgimiento concreto del antisemitismo en varios lugares del mundo. Lo importante es que se le parece.

A fin de cuentas, Cooper estrena, al mismo tiempo, una exhibición de sí mismo, casi una búsqueda desesperada, para llenarse de premios. Es una película clásica para los Oscar, en las que una biopic combina momentos de drama con la transformación física a la que se somete el protagonista. El reconocimiento para quienes interpretaron personas de la vida real en este tipo de films es moneda corriente. No sorprenden sus cinco nominaciones -entre ellas, mejor película, guion, actor y actriz-, aunque hasta ahora tenga poco rédito. 

Quizás Maestro podría llegar a arrasar, pero otra de las candidatas es Oppenheimer, cuya potencia cinematográfica es mucho mayor. Es probable, entonces, que de la ceremonia del 10 de marzo, cuando se entreguen las estatuillas, el multifuncional de Cooper se lleve una enseñanza, que debería recoger la industria en general: si Leonardo DiCaprio tardó 23 años, desde su primera nominación, en ganar el Oscar, el resto todavía puede esperar, más en el caso de Cooper que sólo lleva diez. Tarda en llegar, y al final hay recompensa.

URL de Video remoto