Perón no le hacía asco a ningún método de lucha
Quien escribe esta nota estuvo en el acto contra la Ley Bases del miércoles, desde el inicio hasta la desconcentración final de las últimas columnas entre los gases. También estuvo caminando entre “los que tiraban piedras”. En realidad, quien escribe esto estuvo en infinidad de “luchas callejeras” desde hace ya muchas décadas. Y, además, conoce bastante a los protagonistas, en lo político coyuntural o como actores sociales históricos.
La verdad es que no se pueden verificar las aseveraciones de que esas personas que peleaban con piedras fueran distintas o ajenas a la movilización (en realidad algunas fotos “incriminatorias” son de otras marchas y años anteriores). De hecho, me parecieron similares a todas las personas que suelen estar en peleas de este tipo. Me dio la sólida sensación de que la mayoría de esas personas pertenecían a las organizaciones presentes en la marcha, o más bien, a las que se quedaban cuando comenzaron los incidentes. Y, también, que estas organizaciones parecían estar bancando a esas personas.
Esas organizaciones pueden tranquilamente desmentirme sin problemas. Inclusive, no se puede desconocer la existencia de gente o jóvenes sueltos de tendencias diversas, que desean actuar de esta forma, que es histórica, se da en todo el mundo y Argentina no es excepción. De ninguna manera son “enviados por alguien”, sospechoso de maldad. Lo que se haga con estos hechos, como se los interprete, etc. es una cuestión de la estrategia y posición política tanto del enemigo, como del campo del pueblo y la nación.
Pero no es este el tema que quiero señalar, sino cuestiones de táctica y estrategia, específicamente hacia los que se dicen peronistas. No me voy a referir a la izquierda marxista porque estos no deberían tener dudas al respecto, sino a los peronistas, un movimiento excesivamente amplio, hoy casi un commodity para los oportunistas más abyectos. Cada vez mas amplio desde hace unas décadas. Y lo voy a hacer asumiendo una autoridad dentro de la “ortodoxia”.
Perón, muchachos, usaba “todos los métodos de lucha”. Específicamente, los dejaba fluir dentro de una estrategia general que él funcionalizaba para un objetivo: El llegar o retomar el poder. Lo hacía contra regímenes “electorales” o dictaduras de diferente signo. En realidad, todos esos regímenes tenían algo que los unía, eran excluyentes del pueblo trabajador, y sin dudas no eran portadores de un “proyecto nacional”, de hecho, la mayoría eran vendepatrias. Contra ellos Perón propiciaba “todos los métodos de lucha”, tal como se puede leer en numerosos materiales producidos por el General en diferentes momentos, y como se puede verificar en los hechos históricos.
Golpes de estado, terrorismo, guerrilla, sabotaje, huelgas duras o no, manifestaciones pacíficas o no, lucha callejera, negociación, acuerdo, engaño, elecciones, lo que fuera. Más bien, lo que las condiciones sociales argentinas de ese momento fueran poniendo en escena. Él podía dirigir el conjunto de expresiones de lucha, solo neutralizaba a las que pretendían excluirlo del panorama; las demás las tenía como vectores con los que debía jugar como gran conductor. A veces le salía bien, a veces esas experiencias eran un fracaso. Muchas veces, eran respondidas con más represión. Obviamente eso está en los escritos de Calusewitz: la elevación del conflicto a niveles mayores y la “incertidumbre” de la lucha. Todo debe regularse, actuar con ductilidad, claro.
El enemigo también jugaba: Infiltraba y destruía a los que luchan (como al General Valle y muchos más). Eso no inhabilita la voluntad de lucha, ni el realzar las acciones que los luchadores planificaban, está la acción de un campo y la del enemigo, este último actúa en nuestra contra antes, durante y después. Perón no tenía el control sobre esas acciones. Tributario del Auftragstaktik, el General daba amplia autonomía a los cuadros por abajo, dentro de su conducción estratégica. Sumar a todos y desgastar al enemigo. Cosa que, como en alemán es muy difícil, la popularizaba con su metáfora del Papa que “bendice urbi et orbi”. Perón no condenaba ni al ERP (antes de que él mismo estuviera en el poder).
Insisto, la lucha generaba que el enemigo pensara como reprimirla y actuara en consecuencia. La resistencia peronista (obrera en su mayoría) generó una gran represión y la aplicación del Plan Conintes, con muertos y cientos de detenidos, exiliados, gremios intervenidos, etc. Yo creo que no estuvo mal la resistencia y que fue un hecho histórico que aportó y así podríamos poner ejemplos, pero eso nunca inhabilitó la estrategia integral de Perón. “Todos los métodos de lucha”, elecciones, por ejemplo, también fueron un fracaso y no necesariamente una pérdida de tiempo, sino una estrategia más para acorralar al poder enemigo, sin dejar de tener los demás métodos en una estrategia integral. Dentro de las posibilidades y en cada coyuntura, un método podía cobrar más relevancia que otro.
Los “infiltrados” son un caso aparte, siempre están, son los que destaca otro bando, o los informantes del Estado en general, para tener inteligencia en sentido amplio desde las filas de los manifestantes u organizaciones de todo tipo o actividades diversas. En el caso que acá estamos discutiendo el objetivo de las fuerzas de seguridad es conocer desde dentro a los más duros, blandos, que hacen las organizaciones en el terreno, etc. Si es necesario colaborar en la detención, ponerse a la cabeza de un grupo de pibes con ganas de pelear y llevarlos a una emboscada para escarmentarlos, o, simplemente estar para conocer la forma de operar de las organizaciones populares para tener “conocimientos”, lo que permite un mejor accionar sobre las fuerzas de oposición. Como dije, infiltraron al general Valle, pero Valle y los revolucionarios de entonces hicieron sus propios planes y tomaron sus propias decisiones.
Perón condenó a los “infiltrados”, pero se refería a otra cosa muy distinta que los que tiraban piedras en las marchas o ponían bombas en la resistencia, o intentaban golpes de Estado con algún militar patriota, etc. Se refería a una disputa ideológica en el marco de metodologías de lucha cuando ÉL estaba en el gobierno. Para Perón, como claramente lo dijo siempre, cuando triunfó el peronismo en 1973, desde ese momento, la lucha violenta debía cesar. Contra todos los demás regímenes no.
Los “infiltrados”, para Perón, eran quienes no sostenían el pacto social, el plan trienal y atacaban al modelo sindical peronista, que necesitaba como pilar para el tipo de conducción que él ejercía sobre la clase obrera en el terreno de la planificación de políticas de Estado (fundamental en su proyecto de Comunidad organizada).
Una categoría que en el peronismo se usó de formas poco edificantes por algunos y con malos resultados, pero que, en el caso de Perón, estaba destinada a encuadrar el movimiento en sus “principios históricos”, frente a Montoneros y demás grupos peronistas revolucionarios que proponían una definición más próxima al socialismo para acelerar el proceso político. O sea, nada que ver con lo que estamos discutiendo hoy sobre “métodos de lucha”.
Los infiltrados no eran los que luchaban de cualquier forma mediante la “acción directa” contra los enemigos del país de cualquier tipo o en cualquier tipo de régimen, sino los que luchaban (desde lo que el General percibía) contra sus políticas fundamentales en la coyuntura; ósea que se apartaban de la estrategia. La discusión no es si tenía razón, o cuanta de esa razón tenía cada uno en este tema del peronismo/socialismo, sino cual es una “posición peronista” sobre la lucha callejera y las movilizaciones pacificas, sobre el orden y estabilidad de los regímenes políticos y sobre como posicionarse ante las luchas o como es legítimo para un peronista adoptar cualquier forma lucha, en el momento histórico que la proyecte como viable.
Espero que los peronistas de Perón entiendan este mensaje.