Independizarse del sentido: "Mácula", el libro de poemas de Carlos Capella
Carlos Dante Capella (traductor, autor y diseñador gráfico) nació en 1960, en Patagonia (Argentina), pero se radicó en la ciudad de Rosario (Santa Fe) hasta 1989 y, desde entonces, vive en Berlín (Alemania). En 1980 dio a conocer una plaqueta con 9 poemas titulada De remansos con mi nave tormentaria.
Fue el creador y director de la revista literaria experimental La Muda (Rosario 1982- 83) y sus poemas y traducciones fueron publicados, entre otras revistas, en Mirto, Último Reino, Diario de poesía, Alba, Lateienmerika lesen (Berlín), La Jornada (México), y además en antologías del festival de poesía berlinés Latinale.
También debemos mencionar que tradujo a cargo de Lettrétage (Berlín). Entre los y las poetas traducidos del alemán al castellano se encuentran Swantje Lichtenstein, Monika Rinck, Tom Schulz, Norbert Lange, Mikael Vogel, Dominic Angeloch, Florian Voss; y del castellano al alemán, Xavier Valcarcel (Puerto Rico).
Actualmente ha publicado como traductor el poemario Estigia, de Else Lasker-Schüler (Editorial Tres Molins, Barcelona 2020) y el ensayo “Cervantes - El despertar del ser humano moderno” (Helnut Luft, Editorial Brandes & Apsel, Frankurt, 2020).
Como escribió Roberto Retamoso: “Carlos Capella se fue de Rosario cuando era muy joven. Sin embargo, antes de irse, protagonizó una experiencia asimismo vanguardista, como fue la publicación de dos números de la revista La Muda, entre fines de 1982 y comienzos de 1983. La Muda era una revista que no tenía formato de revista, puesto que se presentaba como un sobre, que contenía reproducciones fotocopiadas de colaboraciones mecanografiadas por los autores: algo así como un bolso lleno de objetos, que el consumidor podía extraer de forma aleatoria.
Alberto Lagunas, poemas de Hugo Padeletti y Mirta Rosenberg, o escritos filosófico- psicoanalíticos de Juan Ritvo.
La publicidad "mural" que difundía a la revista y las presentaciones que se realizaron cuando se publicaron los números 0 y 1, consistieron en auténticas intervenciones que evocaban, por más de una razón, las intervenciones practicadas por los surrealistas o los dadaístas”.
Y, vinculando aquella experiencia artística, sostiene que Mácula, el primer libro de poesía de Capella, “es un libro vanguardista, por el modo en que trabaja los aspectos gráficos del texto, y por el lenguaje que utiliza, donde el sonido -o el significante, para decirlo saussureanamente-, se despliega de tal modo que parece independizarse del sentido -o el significado, para decirlo también con los términos del creador de la lingüística estructural-.
Hay algo girondino en ese lenguaje, si pensamos específicamente en el último libro de Girondo, En la Masmédula. Algo que juega con las repeticiones fónicas (rimas, aliteraciones), apelando fuertemente a la figura de la paronomasia”.
Si bien el acercamiento al mundo de la poesía se dio durante la juventud, pronto sobrevino un período de ‘silencio poético’, según las palabras del propio autor, y es a partir del 2010 cuando Carlos Capella vuelve a presentar su obra en diversas lecturas entre Berlín y Rosario.
Mácula (PcH Editora) reúne, por primera vez en forma de libro, algunos de los poemas que son escritos a partir de aquel año y trae de regreso a la escena literaria de Rosario a Capella, con la contundencia de un estilo particular en su decir poético.
En este, confluyen una búsqueda de la perfección estética mediante la mirada atenta sobre el mundo exterior y el interior, una postura obstinada en la labor sostenida y reflexiva, una indagación incesante en las motivaciones del artista, y, finalmente, una serie de decisiones en donde ‘fondo’ y ‘forma’ comparten un tratamiento meticuloso en pos del hecho artístico.
Tres poemarios y un extenso poema componen Mácula, con una forma sostenida a lo largo de la obra y unos sonidos e imágenes que, desplegándose y replegándose, dan cuenta de un estilo particular. Y, en cada poema, la atención detenida en el sonido, la palabra, la frase y el verso nos lleva a un sentido que se expande unas veces y otras se concentra, enfatizando la necesidad de realizar varias lecturas que admitirían una variación rítmica.
El costo, para el poeta, de dicha dedicación no será más que tiempo, el concedido, dejando en suspenso el acontecer que nos envuelve en una vida cotidiana, y el recogido, como inalterable, cuando la obra ha sido consumada.