The brutalist: una película fuera de lo habitual contra el fraude del sueño americano

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GLOBOS DE ORO

The brutalist: una película fuera de lo habitual contra el fraude del sueño americano

06 Enero 2025

Crease o no, todavía hay películas retrasadas por la pandemia estrenándose. Hace quince días llegó a las salas The brutalist, drama histórico dirigido por Brady Corbet, a partir de un guión coescrito con Mona Fastvold, su pareja. La coproducción internacional entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Hungría se dio a conocer en septiembre en el Festival de Cine de Venecia, donde Corbet recibió un premio. Fue la gran ganadora de los Globos de Oro, al obtener la estatuilla por mejor película y actor principal de drama, y por mejor director.

La historia sigue a László Tóth (Adrien Brody), arquitecto hungaro que sobrevive al Holocausto y emigra junto a Erszebét (Felicity Jones), su mujer, en busca del sueño americano. Al principio, soporta la indignidad y la pobreza oscilando entre intentos de ayuda de un primo próspero, Attila (Alessandro Nivola), o de recientes amistades, como Gordon (Isaach de Bankolé). Sin embargo, consigue trabajar para un misterioso y adinerado empresario, Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), cuyo encargo, la construcción de un edificio brutalista de ensueño, cambiará el curso de los acontecimientos. Todo se convierte en otra prueba de resistencia y supervivencia psicológica para Tóth y su familia.

The brutalist es un drama inmigratorio que representa el fraude del sueño americano. Desde el primer momento, el choque entre el artista europeo necesitado y el plutócrata yankee no deja buenas sensaciones, mientras la mujer hace propias las heridas de un continente. En algún punto, el personaje de Brody es la contracara del héroe individualista que intenta presentar El manantial, exaltando la filosofía de Ayn Rand. Es una película esencialmente humanista que reivindica lo común y lo social

En el mismo sentido, es una obra por fuera de lo habitual. De alguna manera, hace todo lo que se supone que no hay que hacer. Tres horas y media de duración y un corte intermedio de quince minutos exactos -cronometrados en pantalla-. Además, está filmada en 70mm en formato VistaVision, sistema diseñado para grabar en los años 50 y que Alfred Hitchcock usó en varias de sus piezas, sobre todo en Vértigo. Tras su debut como director con La infancia de un líder, en 2015, y Vox Lux, en 2018, este título le llevó a Corbet siete años.

La escenografía, el guión y hasta la banda sonora alcanzan tal grado de verosimilitud que debieron salir aclarar que es una ficción sin inspiraciones ni trasfondos reales. Brody, quien se postula para su segundo Oscar, tras El pianista, declaró que recurrió a su madre, refugiada húngara, para preparar su papel. Tanto ella como el protagonista rehicieron sus vidas luego de emigrar y persiguieron convertirse en artistas. Una mezcla contemporánea que pide a la audiencia inferir, o no, si el brutalismo del título se aplica más allá del arte arquitectónico.
 
Con fuerza narrativa y franqueza emocional, The brutalist llena la pantalla de cuestiones tan simples como complejas nunca saldadas, como la experiencia inmigrantes no asimiladas y la ingenuidad estadounidense frente a la profundidad de la tragedia europea. Una historia de lucha, con el amor por el arte como espacio para la salvación, que evidencia la violencia que acompañan tanto al éxito como al fracaso capitalista. Una reflexión que llega hasta el punto de los mecanismos de representación, que se vive con cauta exaltación, entre el fascismo de ayer y hoy, mientras se apela a instalar al espectador en un presente urgente. 

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