“Tarascones”: las mujeres, el humor y los trabajos de cuidado

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TEATRO

“Tarascones”: las mujeres, el humor y los trabajos de cuidado

16 Marzo 2025

Un domingo a la hora del té, cuatro mujeres (Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty, Susana Pampín) se reúnen con el objetivo de hacer reír al público en el Teatro Metropolitan. Tarascones es una comedia ácida y desbordante, que a través del absurdo y el delirio teatral, pone en escena las tensiones y problemáticas de la clase burguesa. Todo ocurre bajo la premisa disparatada de un crimen y de un policial dislocado.

Entre risas y rimas, con un humor nonsense (un género que puede expresarse en prosa, en verso o de manera libre), se van entrelazando las diferencias de clases sociales. Y en ese juego de apariencias, emerge la figura de la "culpable": la mucama, la criada, la trabajadora doméstica, la "negrita", la "yegua", la amante del marido. Nombres que no son casuales, sino que cargan con el peso de siglos de subordinación, donde la mujer ha sido reducida a un rol específico dentro de una estructura que la despoja de su autonomía.

Lo grotesco de la puesta en escena, señoras que toman el té, sumado al lenguaje exagerado y a la construcción caricaturesca de los personajes, potencia la risa. Sin embargo, entre el delirio y la sátira, se esconde una crítica feroz a la desigualdad social y al lugar que históricamente han ocupado las mujeres en los trabajos de cuidados.

En la Biblia, la figura de la sierva refleja claramente esta posición: una mujer que no solo está sometida, sino que es propiedad de su amo. Las diferentes posiciones que ocupaba, desde la concubina hasta la esclava, nos hablan de un orden social que no la reconoce como sujeto, sino como objeto que puede ser poseído o intercambiado. El hecho de que los padres pudieran vender a sus hijas en esta condición, como menciona el Éxodo (Segundo libro de la Biblia), da cuenta de cómo la mujer fue concebida históricamente: como una mercancía, una propiedad, algo dispuesto a ser transaccionado.

En la época victoriana, el servicio doméstico ocupaba un lugar crucial dentro de la estructura laboral de Inglaterra y Gales, siendo la segunda categoría de empleo más importante después del trabajo agrícola. Aquí, como en tantas otras partes de la historia, se evidencia la división entre clases: mientras unos disfrutan del ocio y el lujo, otros deben sostener el sistema trabajando en condiciones invisibles y deshumanizantes.

Aquí, en Latinoamérica, durante la época colonial, las mujeres indígenas fueron utilizadas para la servidumbre doméstica. Posteriormente, se sumaron las mujeres afrodescendientes, y esta estructura de explotación perduró con la modernidad en la forma del empleo doméstico, discriminado y socialmente despreciado. Hasta fines del siglo XX, la mayoría de los países de la región mantenían una discriminación legal hacia las trabajadoras del hogar, lo que contribuyó a que muchas de las ideas, opresiones y prejuicios de otra época se perpetuaran hasta nuestros días.

Uno de los principales obstáculos que enfrentan estas trabajadoras son lxs empleadorxs, que las ven como inferiores. Esto sucede porque muchas empleadoras no consideran que parte de su crecimiento personal depende de ese trabajo que ellas no realizan.

Por último, es innegable que las tareas de cuidados siguen siendo, en su mayoría, resueltas por mujeres. Este trabajo, siempre invisibilizado, coloca a las mujeres en una situación de constante sacrificio, donde lo que se espera de ellas es dar sin recibir. La repetición de este mandato, que se perpetúa a través de las generaciones, no solo refuerza las desigualdades, sino que mantiene a las mujeres atrapadas en un ciclo del que es difícil escapar.

Uno de los principales obstáculos que enfrentan estas trabajadoras son lxs empleadorxs, que las ven como inferiores. Esto sucede porque muchas empleadoras no consideran que parte de su crecimiento personal depende de ese trabajo que ellas no realizan.

Por último, es innegable que las tareas de cuidados siguen siendo, en su mayoría, resueltas por mujeres. Este trabajo, siempre invisibilizado, coloca a las mujeres en una situación de constante sacrificio, donde lo que se espera de ellas es dar sin recibir. La repetición de este mandato, que se perpetúa a través de las generaciones, no solo refuerza las desigualdades, sino que mantiene a las mujeres atrapadas en un ciclo del que es difícil escapar.

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Flyer tarascones

La comedia como espejo de lo real

La sátira y el absurdo, que parecen ser meros recursos cómicos, cumplen en esta obra una función crítica mucho más profunda. Aunque el personaje de la “criada” nunca aparece en escena, las cuatro actrices hacen un trabajo magistral, exagerando sus gestos y voces para describirla, como si al hacerlo quisieran visibilizar lo que está oculto, lo que la sociedad prefiere no ver. En ese gesto de representación, no solo se ridiculiza a un personaje, sino también a una estructura social que ha mantenido a las mujeres -sobre todo a las trabajadoras- en una constante invisibilidad.

El té, como espacio de encuentro, se convierte en una excusa para disimular el malestar latente. Las mujeres que se reúnen no parecen interesarse por las verdaderas preocupaciones de la clase trabajadora, sino que se ven más absorbidas por el drama trivial del crimen.

Es como si, al centrarse en lo superficial, pudieran desentenderse del sufrimiento real que atraviesa la clase trabajadora. Este acto, cargado de indiferencia, pone en evidencia cómo la clase burguesa no sólo despoja a las trabajadoras de su dignidad, sino que las niega y las excluye del campo de la justicia.

Pero Tarascones no solo despierta una reflexión crítica sobre las desigualdades sociales, sino que también muestra cuán grandiosas son las mujeres en la comedia. Las actrices despliegan un derroche de talento en la construcción de personajes exagerados y ridículos que, al mismo tiempo, resultan terriblemente reales. En el escenario, juegan a ser ricas y el público, en ese contrato implícito con la obra, les cree.

La audiencia aplaude, reacciona con onomatopeyas ante la genialidad del texto y las acciones, pero sobre todo ante la actuación creíble e imaginativa. Lo que no está explícitamente resuelto en la obra, el público lo imagina, lo agrega. Y ahí es donde se realiza el mejor maridaje posible entre el arte y la interpretación del espectador.

Porque si hay algo que Tarascones deja en claro es que la risa, lejos de ser superficial, puede ser un arma poderosa para hacernos reír y, al mismo tiempo, incomodarnos, cuestionarnos y, quizá, reconocernos en la parodia.

TARASCONES
Domingos 17 hs
En el @teatrometropolitanok
Conseguí tus entradas en @plateanet
Actúan: Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty, Susana Pampín

*El artículo contiene lenguaje inclusivo por decisión de la autora.