Un año: luces y sombras del Indoamericano

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Un año: luces y sombras del Indoamericano

09 Diciembre 2011

Exclusivo I El episodio tomó estado público luego de la represión conjunta de la Policía Federal y Metropolitana con un saldo de dos muertos, y cobró dimensión nacional cuando un grupo de vecinos acompañados de barrabravas intentaron desalojar el parque a los tiros.

Son tres los ejes en que puede analizarse la actuación del gobierno en relación al hecho: el racismo del jefe de gobierno porteño Mauricio Macri y algunos sectores de la sociedad, la represión policial y parapolicial, y el reclamo de tierra y vivienda.

Racismo

Macri responsabilizó la política migratoria del gobierno nacional. Su discurso prendió en algunos vecinos de Lugano que despotricaban contra el trato benévolo hacia las comunidades de los países limítrofes. La estigmatización de los ocupantes del Parque continuó en el jefe de gabinete porteño Horacio Rodríguez Larreta y el ex responsable de la Fundación Sueños Compartidos Sergio Schocklender al llamarlos “narcos”. La respuesta de Cristina Kirchner fue demoledora. En el discurso del 10 de diciembre, Día de la Democracia y los Derechos Humanos afirmó no estar “dispuesta a que la Argentina se integre al Club de países xenófobos” y a “incentivar discriminaciones étnicas o de cualquier naturaleza sólo ha servido para que la humanidad protagonice sus capítulos más negros y fatales”.

La presidenta reivindicó la inmigración tanto europea como latinoamericana: “Mis abuelos, como los abuelos o los padres de otros españoles, italianos y de tantas nacionalidades, bajaron de los barcos muertos de hambre aquí en la Argentina para venir a hacerse un hogar, también en lo que podríamos denominar "la última ola de inmigración, que es de la Patria Grande Latinoamericana, es decir, chilenos, uruguayo, bolivianos, paraguayos” que realizan un importante aporte porque “a quién no le fue alguna vez un albañil paraguayo o boliviano a arreglarle su casa, quién no tiene un encargado de edificio uruguayo". Llamó a ser prudentes, a no estigmatizar. "Gente que delinque la hay de todas las nacionalidades, de todos los colores”.

Seguridad

La desastrosa actuación de la Policía Federal puso al gobierno en alerta. Ante la evidencia de haber actuado sin la menor prudencia la presidenta puso fin a la anarquía policial y creó el Ministerio de Seguridad a cargo de Nilda Garré. Desde esa visión Cristina ensayó una defensa del orden público pero no a cualquier precio: “El orden público debe ser custodiado. Pero no a partir de cobrar vidas de seres humanos. Sé que no puedo quitarle la vida a nadie para defender algo material, porque la vida nunca se recupera”. Para encontrar una solución a la toma del parque hacía falta una metodología diferente: “Los últimos hechos confirman que es necesario agotar todas las instancias y todos los tiempos antes de evitar violencias”. La línea ya estaba definida. En contraposición al macrismo, el gobierno propuso realizar un desalojo pacífico de la toma.

Tierra y Vivienda

La presidenta reconoció que existían problemas sociales de fondo. Pero hizo hincapié en el supuesto carácter manipulado de la toma. Estos lo resumió planteando que “antes de abrir nuestras bocas, abramos las cabezas y pongamos un poco el corazón y sepamos, que hay que seguir haciendo muchos esfuerzos para ir desarmando pacíficamente los conflictos, aún aquellos que sabemos que pueden estar azuzados, dirigidos, orientados, como no me cabe ninguna duda, a intentar desgastar un gobierno para presentarlo como que no le importa la seguridad”. El diagnóstico era claro, la toma se había hecho para perjudicar al gobierno nacional: “Cuando veo determinadas cuestiones, en fechas como este tercer aniversario del inicio de mi gestión, yo no soy tan ingenua como para pensar que las cosas suceden por casualidad”. Sectores antikirchneristas sostuvieron el mismo enfoque conspirativo al acusar al kirchnerismo de organizar la toma para desgastar al Gobierno de la Ciudad.

Asimismo, el punto de vista conspirativo convenció a muchos compañeros kirchneristas que lo que estaba en juego era la defensa del gobierno nacional por sobre el reclamo de los ocupantes del parque, la gobernabilidad sobre el conflicto social. La misma actitud se adoptó frente a al conflicto de los tercerizados ferroviarios, cuestión candente a fines del año pasado, donde se entendía que los cortes de vías podían ser desestabilizadores. En ambos casos primó la defensa del orden público por las necesidades de quienes reclamaban.

En cambio, desde el seno mismo del Indoamericano, otros actores kirchneristas propusieron un relato diferente. El 11 de diciembre desde la Casa Rosada, Alejandro “Pitu” Salvatierra, dirigente K partícipe de la toma, pronunció un emotivo discurso que profundizó aspectos que la presidenta no había tocado.

Ante las sospechas que los ocupantes eran del Conurbano, Pitu sostuvo que “somos vecinos de Lugano. Amamos nuestro barrio. Yo nací en la Villa 15, me crié y lamentablemente me voy a tener que morir en una villa”. El reconocimiento de los ocupantes como pares lo llevó a reclamar que “todos los compañeros que están en el predio tengan atención médica, que todos los que están en el predio tengan agua, alimentación. Hay chicos con fiebre, que se están descomponiendo, hay ancianas que se están desmayando, embarazadas que no pueden resistir."

La desmentida de la conspiración fue complementada por una explicación sobre las causas profundas de la toma: “El 80% de la gente que está en el parque es de la comuna, vive en las villas de Lugano. Incluso hay gente de los complejos habitacionales que ha venido porque está cansada de pagar alquileres cuando solamente cobran 1.200 o 1.000 pesos”. El objetivo de la toma no era desgastar al gobierno: “No queremos ocupar eternamente, queremos una solución”, “la vivienda de los compañeros”. Salvatierra se convirtió en vocero de la toma y cumplió un importante papel en alcanzar un desalojo pacífico. Como buen militante kirchnerista entendió la línea del gobierno nacional de terminar con la ocupación, la violencia y la ola de asesinatos. La gobernabilidad quedó garantizada pero no la vivienda de los ocupantes.

Salvatierra fue más allá. Como representante de los ocupantes nunca negoció la defensa de sus compañeros. Al no reconocer ninguna mano negra detrás de la ocupación mantuvo en pie el reclamo por una solución habitacional. Un periodista le señaló: “La presidenta dijo ayer que esto estuvo armado para que se haga un balance de los tres años de su gestión”. Pitu respondió: “Esta toma –no hablo por las otras- nació espontáneamente por la necesidad de un montón de vecinos que viven en la zona sur de la ciudad. Después de comenzada la toma participaron organizaciones sociales, es verdad. Pero que la toma haya sido organizada desde el primer día, del lado de afuera, es una mentira". Otro periodista insistió: "¿La presidenta tiene razón cuando dice que esto estuvo apadrinado?". La respuesta nuevamente fue: "No, yo participé de la toma todo el tiempo, esta fue una toma de un reclamo genuino".

La solución está adentro del kirchnerismo

Sólo el gobierno nacional podrá revertir esta situación de emergencia habitacional. Pero para que eso ocurra será necesario un cambio de orientación frente a la toma de tierras. Si se quiere profundizar el modelo deber dejarse de lado las tesis conspiracionistas. Luego del contundente triunfo de octubre debería quedar claro que lo que está en juego no es la estabilidad del gobierno sino las necesidades de miles de compatriotas.

La tensión entre la gobernabilidad y las luchas del campo popular será necesario que siga existiendo. Lo ideal sería que actores kirchneristas se pongan a la cabeza de los conflictos cuando estos estallan y los dirijan con una orientación favorable al gobierno pero también con la mirada puesta en los compañeros de base. En la articulación entre el gobierno nacional y el conflicto social está el principio de solución. Son los desafíos de la etapa que viene.