La turbulenta relación entre Magnetto y Fontevecchia
Las tratativas entre éstos, quedan siempre en un cono de sombras. El director de Noticias desde 2003 hasta 2011 arroja luz al respecto. Cuando Clarín quiso comprar Editorial Perfil. Por qué Fontevecchia dice que “al Magnetto de hoy no lo reconozco”. El ingreso al mercado de los diarios populares.
Uno de los tantos libros periodísticos editados durante 2011 fue “Noticias bajo fuego”, del periodista Gustavo González, durante años director del semanario y hoy director periodístico de Editorial Perfil.
El libro de González es un extenso repaso de los distintos períodos que transitó la revista, contados desde una mirada comprensiblemente laudatoria hacia la revista, inevitable por parte de quien siente a la publicación como propia, de quien fuera uno de los hacedores de la newsmagazine de mayor venta de la Argentina.
Uno de los pasajes más interesantes del libro -aunque alguna información se conocía ya que Jorge Fontevecchia la había soltado con cuentagotas- es el que cuenta la relación del CEO de Clarín, Héctor Magnetto con el propio Fontevecchia, con la revista Noticias y con la Editorial Perfil.
Diario sobre Diarios (DsD) publica aquí tres tramos del mencionado capítulo, uno referido al intento de compra de Editorial Perfil por parte de Clarín, otro sobre la mirada que Fontevecchia tiene hoy de Magnetto, luego del enfrentamiento del Grupo con el kirchnerismo y otro sobre la salida en simultáneo de los diarios “populares” de ambas empresas, Libre y Muy.
Los tramos seleccionados están transcriptos en forma textual con el objeto de no restarle fuerza narrativa a los textos. Se trata de una buena oportunidad para que los lectores conozcan el detrás de escena de las relaciones entre directivos de medios de comunicación. Esa información que nunca sale en los diarios. Ni en las revistas.
Una oferta que no podrá rechazar
Héctor Magnetto y Jorge Fontevecchia se conocían desde 1990, pero ese día no se juntarían para hablar de generalidades sobre medios como lo hacían una o dos veces por año. El hombre fuerte de Clarín lo invitaba a almorzar a la sede del grupo para hacerle una propuesta que, creía, Fontevecchia no iba a poder rechazar. Alrededor de la mesa también estarían sentados los otros dos miembros de la troika de conducción del mayor multimedios nacional: José Aranda y Lucio Pagliaro. (…)
(Fontevecchia) No se imaginaba que Héctor Magnetto lo esperaba con el resto de la cúpula del diario, en un encuentro mucho más formal que los anteriores, para hacerle una propuesta que consideraba irrechazable. Tras algunas palabras de ocasión, los directivos del grupo fueron al punto: le ofrecieron comprar el 70% de la editorial que había fundado con sus padres en 1976. La propuesta no incluyó en ese momento cuál era la oferta económica, pero sí la condición de que él se quedara a cargo del gerenciamiento.
Fontevecchia no quería hacerles perder tiempo y les respondió al instante que no, pero ante la insistencia de sus anfitriones de pensarlo un poco, les propuso que se juntaran en un mes y que esa vez la invitación correría por su cuenta.
La nueva cita también tendría la excusa de un almuerzo y sería en Tomo 1, el restaurante creado por Ada y Ebe Concaro. Entonces, les agradeció el interés y les reiteró su negativa. Sintió que Magnetto, Pagliaro y Aranda ya esperaban esa respuesta. Y pensó que nunca más iban a volver a hablar del tema. Se equivocaba.
El 9 de mayo de 1998 nacería el nuevo “hijo” de Jorge Fontevecchia, el diario Perfil. Un matutino de calidad, que en la Argentina traía reminiscencias de La Opinión, de Jacobo Timerman, y de El País, de España. Mucho texto, columnistas de prestigio y alto nivel de impresión.
El primer mes el tabloide tuvo una venta promedio de 46.200 ejemplares, pero en las semanas siguientes se había establecido en poco más de 30.000 ejemplares. Visto en retrospectiva, se podría decir que las ventas no eran del todo malas ni tan pocos los anunciantes. Sin embargo, editar todos los días un periódico con el nivel y casi con el volumen de un diario dominical implicaba una estructura económica que requería de muchos más ingresos que los que había conseguido.
Con pesar, el 31 de julio de 1998, Fontevecchia escribiría en su editorial que ésa sería la última edición. El texto se titularía “Hasta pronto” y comenzaba así: “Ésta es, literalmente, la última página de este diario, en esta etapa. A partir de mañana se suspenderá su edición. Fue un período corto: casi tres meses en papel y cuatro en Internet, pero suficiente para comprender que esta propuesta de cambio que impulsó Perfil no cautiva hoy a la cantidad necesaria de lectores”. La columna terminaba con un “hasta un futuro encuentro”, pero la mayoría entendió que ese “hasta pronto” era en realidad un “hasta nunca”.
Dos semanas antes de esa columna, había recibido un llamado de Héctor Magnetto. Necesitaba verlo con urgencia. El encuentro fue el 15 de julio y se trató de un almuerzo en el restaurante del Hotel Intercontinental. El CEO de Clarín llevaba esa vez información confidencial para chequear con el dueño de Perfil.
“Tengo entendido que estuviste con Richard Handley, ¿es cierto?” Handley era el presidente del multimedios menemista CEI Citicorp Holdings y, en efecto, había estado reunido con Fontevecchia. También estuvo invitado un amigo en común, Roberto Civita, propietario de editorial Abril de Brasil y socio minoritario en la edición brasileña de la revista Caras. El CEI acababa de desembarcar en la Editorial Atlántida. Luego se demostraría lo contrario, pero en ese momento el crecimiento del grupo oficialista parecía imparable.
Fontevecchia: “Es cierto, Héctor, estuvimos almorzando, hablamos sobre los problemas de la industria y de la posibilidad de encargar un estudio en conjunto para mejorar la distribución de nuestros productos y analizar el sistema de suscripciones que tan bien funciona en Brasil”.
Magnetto: “Sí, sí, pero del diario Perfil también hablaron…”
Fontevecchia: “Sí, claro, Handley me dijo que le gustaba mucho”.
Magnetto lo interrumpió para repetirle por segunda y última vez en su vida que Clarín pretendía comprarle la editorial, o el diario por separado, como él quisiera. El fundador de Noticias le confió que las ventas del matutino eran bajas y que el negocio no cerraba. “No importa —respondió Magnetto—, queremos comprar igual”.
Era evidente que su interés central no era adquirir un medio al que podía ver con potencialidades futuras, sino el temor a que el CEI se quedara con Perfil y se convirtiera en una amenaza mayor para Clarín.
Fontevecchia: “Mirá, Héctor, si es por eso no tienen que gastar un peso porque no le voy a vender el diario ni a vos ni a nadie. Sería como vender a mi mamá, no lo puedo hacer”.
Magnetto: “Estás loco, lo vas a cerrar con los costos de todo tipo que te van a causar los despidos y las indemnizaciones”.
Jorge no se lo dijo en ese momento, pero entre los periodistas de aquel diario Perfil se interpretaba como una voracidad casi monopólica el hecho de que Clarín presionara a sus anunciantes con quitarles cualquier beneficio si pautaban sus avisos en Perfil.
De la misma forma en que se veía como un castigo comercial el hecho de que no le vendieran insumos de diario de Papel Prensa (la única fábrica nacional con capacidad para proveer de papel a un medio masivo, de la que Clarín es socio con La Nación y el Estado argentino), obligando a pagar casi el doble por comprarlo en Finlandia y Canadá.
Fontevecchia rechazó por segunda vez la oferta de compra de Clarín y el diario cerraría el 31 de julio de 1998. El triste mito que por entonces se instaló en las redacciones, fue que en la de Clarín se descorchó champán para celebrar. Los encuentros entre ambos continuarían durante los años siguientes (en general, se reunían para almorzar en el Hotel Intercontinental; una vez fue en el piso 14º de Perfil). Pero a partir de 2005, tras la reaparición del diario Perfil con su edición dominical, las citas comenzaron a espaciarse.
Se volvieron a cruzar en diciembre de 2010, cuando Fontevecchia concurrió a un homenaje que la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) les realizaba al accionista de Clarín y al director honorario de La Nación, Bartolomé Mitre. Había ido a transmitirle su solidaridad en medio de la avanzada del kirchnerismo que amenazaba con llevarlos a prisión, acusándolos de delitos de lesa humanidad ocurridos durante la compra de Papel Prensa, en plena dictadura. Transcurría la etapa de choque entre el grupo y un gobierno.
Fontevecchia: “No es el Magnetto que conocí”
Volvimos a hablar (con Fontevecchia) de Magnetto cuando lo entrevisté para la publicación de este libro: “Desde que lo vi por primera vez en 1989 hasta hoy, Magnetto cambió mucho. Ésta no es la persona que yo conocí. El de antes era el que un día me dijo ‘ése es inteligente, come callado’, el que creía que el verdadero poder era invisible. Pagaba en efectivo en los restaurantes para no dejar registro de su paso, era socialmente fóbico, trabajaba hasta medianoche e iba de vacaciones a San Luis manejando su propio auto.
En la última década fue cambiando de a poco, se separó, se mudó a la avenida Alvear, justo enfrente del Jockey Club. En plena crisis del 2002, vino a almorzar a la editorial y me confesó que hacía meses que no dormía bien. Cuando yo le hablaba con la lógica de la información y no de los negocios, él me decía ‘no, Jorge, eso es de periodistas’. A veces bromeaba. Un día me llamó para felicitarme porque decía que yo estaba saliendo con Silvana Suárez, la Miss Mundo ex esposa de su eterno enemigo, Julio Ramos.
Pero desde que el diario Perfil y Noticias difundieron los datos de su enfermedad, quedó muy molesto y ya no volvimos a hablar hasta que cruzamos unas palabras cuando le fui a transmitir mi apoyo en el homenaje que le hizo ADEPA a fines del 2010.
La editorial sufrió mucho su voracidad, como las presiones a los anunciantes para que no publicaran avisos en nuestros diarios o la negativa a vendernos papel de Papel Prensa en la década del 90, que nos obligaba a pagarlo el doble en el exterior.
Pero cuando yo lo trataba todavía era un hombre muy simple, un editor de un grupo mediático de moderadas dimensiones. Al Magnetto de estos últimos años, a esta especie de operador político, de Dios de los medios actual, no lo reconozco”.
Libre, Muy y el “jefe del monopolio”
Los ofrecimientos de compra que Magnetto creía que Fontevecchia no podía rechazar siempre fueron rechazados. Pero a Jorge nunca dejó de sorprenderle cómo un gigante como Clarín se preocupaba en seguir de cerca sus pasos. Su sorpresa se transformó en asombro cuando en 2011 anunció la salida de un nuevo diario popular al mercado argentino y se enteró de que Clarín haría lo mismo para bloquearlo.
No encontré otro antecedente en el mundo de la aparición de dos matutinos el mismo día. Eso sucedió en la Argentina el 2 de mayo de 2011 con la salida de Libre, de Editorial Perfil; y Muy, del Grupo Clarín.
El proyecto del multimedios estaba listo desde el año anterior, cuando se enteró de los primeros preparativos de Libre. Pero cuando el proyecto de Perfil se puso en stand by, el de Clarín también se frenó. Sólo a comienzos de 2011, tras la confirmación de que Libre saldría a la calle, Muy comunicaría que haría lo mismo: “Hubiéramos preferido no hacer este diario, pero no queríamos dejarle el campo de los diarios populares a Perfil”, reconocerían desde la conducción del Grupo Clarín.
Quizá lo que algunos vean como la voracidad desmedida de un grupo empresario para quedarse con todo, sea simplemente el gen de la hipercompetitividad que Héctor Magnetto lleva en su sangre.
Ese que lo llevó del bar de su padre en Chivilcoy a ser uno de los hombres más ricos del país, el socio y fantasma de tantos gobiernos, la amenaza de otros empresarios mediáticos que no pudieron, o no quisieron, crecer de cualquier forma; el responsable último de medios de comunicación hechos con calidad, en especial cuando no están condicionados por negocios y acuerdos políticos.
Quizá los que lo catalogaron como “el jefe del monopolio” en realidad deberían decir que es un empresario que creció todo lo que los distintos gobiernos le permitieron crecer, mientras le hacían la vida imposible a otros medios que no les resultaban funcionales.