El amor militante del campo popular

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El amor militante del campo popular

15 Febrero 2013

El año pasado, el Peronismo Militante organizó su Primer Congreso Nacional de Mujeres: Del Fuego al Coraje. La propuesta era “organizar y darle entidad a un espacio en el cual los cuadros políticos militantes mujeres del Movimiento Nacional, hoy conducido por nuestra compañera presidenta Cristina Fernández de Kirchner, discutan la coyuntura política y puedan así multiplicar y replicar el máximo nivel de conciencia sobre lo logrado, defenderlo, e ir por más.”

En dicho encuentro recuperaban mujeres de nuestra historia, olvidadas unas veces, eclipsadas las otras. Compañeras de otros hombres que hacían historia, con ellas como sus más fieles colaboradoras. Los nombres elegidos fueron Juana Azurduy, Encarnación Ezcurra, Eva Duarte y Cristina Fernández. Elegimos fragmentos del texto que presentaba el congreso, donde desde una perspectiva de formación de cuadros, reseñan esas vidas que forjaron un amor militante.

Del Fuego al Coraje

“Entendemos que nuestro pueblo tiene historia. Historia que forjaron miles de hombres y mujeres luchando incansablemente a lo largo de estos 200 años, y es por ello que queremos resaltar la labor de aquellas mujeres que persistieron como leales caudillos en la construcción de la causa nacional y latinoamericana.

En este Primer Congreso Nacional Del Fuego al Coraje elegimos a cuatro mujeres que, con valores enraizados y arrebatada franqueza, son representativas del proceso histórico de nuestra patria, forjada al fuego de los sables independentistas, del pueblo organizado, del grito que se oyó y retumbó, y que hoy justifican el coraje de dar vuelta la historia.

Juana Azurduy, la “Juana de América”, heroína de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a las que pertenecía en ese momento el Alto Perú (actual Bolivia).

Tras el estallido de la Revolución Independentista se unió a los ejércitos populares. Colaboró activamente para organizar el escuadrón que sería conocido como "Los Leales", el que debía unirse a las tropas enviadas desde Buenos Aires para liberar el Alto Perú.

Juana supo entender de qué se trataba pelear contra el opresor hispánico, y a pesar de ello sacrificó su vida personal, como esposa devota y madre próvida, para en 1810 incorporarse al Ejército Libertador de Manuel Belgrano, quien quedó sorprendido por el fuego de su valor en combate. En reconocimiento a su labor, el General Manuel Belgrano le hizo entrega de su propia espada.

Asesinado su marido en batalla, en agosto de 1816 el Gobierno de Buenos Aires decidió otorgar a Juana Azurduy el rango de Teniente Coronel de las milicias, las cuales eran la base del Ejército Independentista de la región, con derecho al uso del uniforme y con todos los privilegios del rango.

Luego, y a pesar de haber perdido a su compañero de vida y de lucha y a cuatro de sus hijos, se unió a la guerrilla de Martín Miguel de Güemes, ejerciendo tareas de mando y responsabilidad.

Fue reconocida en vida por el Libertador General Simón Bolívar y el mariscal Antonio José de Sucre como la heroína de las guerrillas independentistas del Alto Perú. Muere en la más completa miseria y olvido, un 25 de mayo. Solo póstumamente se le reconocieron el valor y los servicios prestados al país.

Encarnación Ezcurra “Heroína de la Federación” y esposa del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas.

Su elocuencia ardiente y la vehemente lealtad hicieron que siempre estuviera dispuesta a servir a su marido en la causa federal. Doña Encarnación estaba permanentemente comunicada con los paisanos, negros, mulatos, gauchos y pobres en general, a quienes organizó, impulsando acciones que, sin su presencia, probablemente no hubieran existido. También dirigía a jefes y oficiales de la guarnición que estaban pendientes de sus órdenes y mantenían contacto permanente con caudillos de las campañas.

El alto grado de organización que esta mujer supo forjar en su pueblo permitió festejar la Revolución del 11 de octubre de 1833, que finalmente desembocó en el gobierno de Don Juan Manuel durante 17 años continuos.

Su rol sublime en el espíritu de la Revolución de los Restauradores, que inscribió aún sin sangre, la fuerte sensación de victoria en el ánimo popular y su desempeño como fundadora de la Sociedad Popular Restauradora debe entenderse en el marco de un contexto histórico signado de prejuicios y con nula participación femenina en la política.

Era el 20 de octubre de 1838 cuando, luego de ver a su marido dirigiendo los destinos de la Confederación, fallece a causa de una extraña enfermedad. A sus exequias acudieron aproximadamente 25.000 almas, que reconocieron en esta mujer a quien los entendió como protagonistas de su destino. El alto duelo popular se hizo eco de la multitud doliente y real.

Eva Duarte, “Evita” para su Pueblo.

Tras la asunción de Perón como presidente de la Nación, Eva desarrolla una labor inusual para las Primeras Damas de la época. Rompió con todos los precedentes históricos, se involucró en temas sociales y políticos, trabajando incesantemente por una patria justa, libre y soberana.

Esa mujer que sentía su espíritu y su vida dominados por el sentimiento de indignación frente a la injusticia, junto a Perón se convirtió en la Jefa Espiritual de nuestro Pueblo. Adorada por sus “queridos descamisados” supo acompañar no solo a los trabajadores, sino que además dedicó su vida, desde la “Fundación Eva Perón”, a la creación de hospitales, hogares para ancianos y madres solteras, policlínicos, escuelas, una ciudad infantil, entre otras grandes obras. Llevó la revolución social más importante de nuestro país y asumió sin dobleces la representación del pueblo y de la patria, tal vez con más amor y pasión que nadie.

Esta humilde mujer del pueblo desgarró el acontecer de la historia organizando el Partido Peronista Femenino, llevando en un grito la irrupción de la mujer entendida también como sujeto de derecho. Marcó la hora de la muerte de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad, trabajando intensamente para obtener el voto femenino y la ampliación de otros tantos derechos de las mujeres que fueron luego incorporados en la constitución del año 1949.

La más odiada pero la más amada, la más vejada, pero eternamente victoriosa, reconocida en el amor de su Pueblo, pasó a la inmortalidad a los treinta y tres años de edad en un agradecido homenaje eterno que a partir de entonces no la abandonaría jamás.

Cristina Fernández “La Presidenta Coraje”

Materializando lo que se inicia en mayo de 2003 al cumplir con la frase de quien fuera su compañero de vida y militancia, que juró no dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada, Cristina es pieza fundamental de la reconstrucción de nuestra propia identidad como pueblo y como Nación.

Es la Presidenta Coraje que enfrenta a los poderosos, sabiendo que esto tiene un precio. Es la síntesis del devenir histórico de un Pueblo que siente que no lo han vencido. En su gestión como legisladora, y a partir del año 2007 como Presidenta de la República, ha encarado los desafíos más importantes de los últimos 50 años con decisión y valentía.

Por comprensión histórica, por voluntad popular y por decisión política ha sabido no ser neutral, conduciendo a su pueblo en el combate por esa Argentina orgullosamente Suramericana que día a día estamos logrando construir con tanto esfuerzo.

Conductora de la refundación de la Patria, nos alienta a dar la batalla de pensarnos desde la construcción colectiva que garantice que esta Argentina del Bicentenario no vuelva atrás. “Porque la unidad del pueblo argentino no es una unidad sin contenido; la organización, que no es contra nadie, sino a favor del pueblo; y la solidaridad, que es la base que debe unir a todos los trabajadores, que debe ser el horizonte y el punto de llegada.”

Como mujeres queremos dejar en claro que, como decía Evita “De nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social”. Es por eso que no tomamos este desafío únicamente desde la cuestión de género. Apuntamos a posicionarnos como actoras del cambio cultural y social que hoy vivimos.”