2023: Preparar la victoria del Frente de Todos
Por Juan Carlos Venturini
La clase magistral de Cristina, en ocasión de recibir el título honoris causa por parte de la Universidad Nacional del Chaco Austral, nuevamente se transformó en un eje central de la discusión política. Una verdadera “cadena nacional” se organizó espontáneamente para escucharla.
Lo primero que hay que destacar de la intervención de Cristina es que clarifica en sus justos términos la mal llamada “interna” en el Frente de Todos. Porque no es una “interna”, por lo menos en el sentido habitual que entendemos como tal. Una interna supone una compulsa para determinar la fuerza hegemónica en un frente político o en un partido, para designar a las candidaturas o a los cargos en disputa. No es el caso en el Frente de Todos. Tal como lo clarificó Cristina, se trata de un debate sobre la gestión de gobierno.
Pero, ¿por qué se hace este debate públicamente?, insisten los críticos de Cristina. Sencillamente porque no existe un ámbito interno para desarrollar el debate.
Es evidente que el Frente de Todos, desde que se constituyó, arrastra una peculiaridad notoria: el cargo fundamental recayó no en el dirigente más representativo. Tampoco caben dudas que Cristina es la dirigente más representativa. Y por varios cuerpos. Cuando Alberto, o algunos de sus amigos, se quejan de que él es el presidente y, por lo tanto, el que tiene la última palabra, parece desconocer que su candidatura no se impuso democráticamente en una elección interna sino que, por el contrario, se debió a la designación por Cristina y a su propia aceptación. Cuando se insiste en que Cristina es la responsable de esta situación no se tiene en cuenta que Alberto aceptó ser el candidato en esas condiciones y, como mínimo, es tan responsable como Cristina. Aunque no se haya explicitado, Alberto debería asumir que está obligado a discutir y acordar (o conciliar) con Cristina, los lineamientos fundamentales de la acción de gobierno. Políticamente obligado. También con el resto de los componentes del Frente. Insistir en que él es el presidente es empujar una puerta que ya está abierta. Nadie desconoce su investidura presidencial, pero el no debería desconocer la forma peculiar en que fue designado como candidato. Con su acuerdo, insistimos.
Todas las diferencias que han ido surgiendo entre Alberto y Cristina tienen un elemento común: la tenaz resistencia de Alberto a enfrentarse al establishment dominante. Al poder real.
Las cifras difundidas sobre el reparto actual del Producto Bruto Interno, de 42% para los asalariados y de 58% para el capital, ponen de relieve la gravedad de la inequidad social a la que hemos llegado. Se trata de un récord histórico. Bajo Cristina se llegó a las cifras de 52% para asalariados y 48% superando las cifras de 50 y 50 (el famoso fifty- fiftty de Perón). Lo de Cristina también es un record histórico pero en el sentido opuesto.
Que bajo un gobierno peronista se llegue a este grado de inequidad social debería alarmar. Las alusiones a la pandemia o a la guerra en Ucrania, reales calamidades, deben figurar como causas agregadas, no como justificaciones. Es que justamente estos males extraordinarios requieren medidas de excepción. La catástrofe social del hambre generalizado y creciente, obliga a ello. El gobierno se ha revelado incapaz de enfrentar a los formadores de precios. A la vez, la cerrada negativa a implementar retenciones, para descolgar los precios internos de los alimentos de los precios internacionales, sin implementar ninguna medida alternativa eficaz, lo condena a la parálisis. Mientras, cunde el hambre en los hogares populares. Para completarla, el gobierno se negó a otorgar un aumento general de emergencia, siguiendo las sugerencias de Funes de Rioja, Daer y Acuña. En una reunión de la que se excluyó a la CTA y a toda la Corriente Federal de trabajadores. La decisión posterior de otorgar un bono, que es bienvenida, alivió la tensión, pero no despeja dudas.
El gobierno de Alberto se muestra duro y firme contra los planteos y reclamos kirchneristas, que invariablemente tienen que ver con las acuciantes necesidades del pueblo trabajador, y extraordinariamente blando con las cúpulas empresarias, que impávidamente, la siguen rejuntando en pala..
Que Cristina se venga desmarcando de esta política del gobierno de Alberto, y que haya ratificado este rumbo crítico en su intervención en el Chaco, obedece a la lógica política más elemental. No coincide con el rumbo de la política económica y no puede permanecer pasiva frente a las esperanzas defraudadas del pueblo. Del pueblo que nos llevó al triunfo frente al macrismo.
Quedó claro que aquí no hay rupturas ni nada por el estilo. Hay un debate profundo entre dos concepciones en el Frente de Todos:
1) Por un lado, una linea conciliadora con el establishment, que no acierta a resolver una sola medida que limite su poder discrecional y sus ganancias extraordinarias. La “idea”, propalada por el ministro Guzmán de implementar un impuesto a esas ganancias “inesperadas”, no ha tenido ninguna concreción. Y es difícil que la tenga si el ministro espera llegar a un acuerdo con los cenáculos empresarios a los que asiste, como el publicitado del Hotel Llao Llao.
2) Por otro lado la linea tradicional del kirchnerismo de defender el ingreso y los derechos del pueblo trabajador afectando los intereses de los poderosos como fue el caso de la liquidación de las AFJP, o la nacionalización de Aerolíneas e YPF.
Desde muchos sectores del kirchnerismo se viene reclamando con urgencia la necesidad de un shock distributivo. No sólo por justicia social sino porque es imperativo para sostener el crecimiento. El mazazo al salario de los trabajadores implementado por el gobierno de Macri no puede esperar a una recuperación paulatina a lo largo de los próximos 20 años, como parece pensar el equipo económico.
Si continúa esta línea de conciliación con los poderes hegemónicos crecen las posibilidades de una derrota en las próximas elecciones. La crítica de Cristina y del kirchnerismo es fundamental para reorientar, en la medida de lo posible, el rumbo equivocado. O, en su defecto, para poder conformar dentro del campo nacional y popular una alternativa creíble. En definitiva, se trata de la acción política del peronismo histórico.
Alberto ha contestado que va a ser candidato a la reelección. La decisión es bienvenida. Si no hay acuerdos posibles, es necesario y constructivo que sea el pueblo el que dirima con su voto la orientación y los candidatos de las elecciones del 2023. Desde luego esto puede colocar la posibilidad de que la propia Cristina sea candidata presidencial, aunque sea prematuro plantearlo hoy. Una posible confrontación entre Cristina y Alberto en las PASO puede ser también un camino de unidad y recuperación para el Frente de Todos
Hay compañeros que lamentan este debate porque creen que le hace el juego al enemigo. No se percatan que no hubo debate alguno cuando perdimos los cuatro millones de votos en las elecciones de medio término. En esa ocasión las diferencias se mantuvieron en sordina. Y se perdió porque el gobierno no dio respuesta cabal a las necesidades económicas más urgentes. A pesar de haber desplegado una política correcta y exitosa frente a la pandemia. Es al revés. Este debate, y las claras advertencias y posiciones de Cristina, posibilitan la única recuperación electoral posible.
Se ha dicho, desde el gobierno, que las diferencias con Cristina no son de fondo. Que las diferencias de fondo son con el macrismo. Que lo que se busca es un país industrial integrado, con trabajo para todos. Estamos de acuerdo. Por supuesto que las diferencias gruesas son con el neoliberalismo. Por eso es válido acordar la UNIDAD en el Frente de Todos y dirimir las diferencias en unas PASO democráticas, donde el pueblo tenga la oportunidad de decidir. Como siempre dijimos: el que gana conduce y los demás acompañan. Este es el acuerdo preciso, necesario e imprescindible.
Se trata de desarrollar este debate con espíritu unitario, sin insultos ni falsas acusaciones, sabiendo que el enemigo está afuera. Con propuestas concretas como las de la actualización del salario mínimo o el fondo para el pago de la deuda externa con el impuesto a los fugadores. Y, sobre todo, acompañando al gobierno con la movilización, con el pueblo en la calle, contra todas las acechanzas de la reacción oligárquica y del contubernio mediático judicial. Así, es perfectamente posible recomponer la fuerza del Frente de Todos y aplastar al macrismo en las próximas elecciones.