Año Nuevo, viejos dilemas

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Crónicas del abismo

Año Nuevo, viejos dilemas

13 Enero 2025

Asomó, finalmente, el 25. Primer año electoral de la novedad política –que no económica- de un Presidente que llegó al gobierno sin construcción previa más allá de un bienio como diputado. Bien mirado, ni siquiera fue eso: el oficialismo lanzó a nivel nacional su partido después del arribo a la Casa Rosada. Un hecho inédito. Sólo hizo algo equivalente Juan D. Perón en 1946, aunque por entonces la pertenencia militar equivalía a construcción política.

Lo que sigue será constatar si el actual gobierno logra construir una hegemonía como aquella. Es difícil, si se atiende a que deberá intentarlo –según su programa, a diario reafirmado- recortando sueldos y derechos. La consolidación peronista de mediados de siglo pasado recorrió el camino inverso.

La sucesión de elecciones ofrece a la ciudadanía la oportunidad de aplicar correctivos casi inmediatos, luego de entronizar a alguien en la Rosada. Javier Milei corre, sin embargo, con tres ventajas:

  • partirá de pisos de representación muy bajos en el Congreso, el ámbito a renovar con el voto, por lo que es seguro que mejorará lo actual;
  • no se cayó en marzo o abril, como pronosticaba por lo bajo buena parte del arco político; y
  • la oposición se entretiene todavía en sus internas, causas y consecuencias de la aparición de un outsider.   

Sin embargo, caer en el triunfalismo clásico de los oficialismos sería para el actual un craso error. El incremento de bancas podría resultar inocuo, si se considera la gravitación del Congreso este año y la atención que le ha prestado el Ejecutivo. Además, por mayor que fuera, nunca alcanzaría para un dominio propio. Por su parte, la calma económica dependerá de la duración del veranito cambiario y las mantas cortas con que abrigarse luego. La inflación se desacelera, pero ya comienzan a verse despidos masivos en la órbita privada y retroceso del consumo.

El tercer aspecto es el más problemático. Todos los candidatos derrotados en 2023 permanecen en el más absoluto silencio, con las lógicas excepciones de la ministra Patricia Bullrich y la siempre invicta izquierda trotskista. En la superficie sólo se va la interna abierta en el frente kirchnerista, con especial foco en su columna vertebral: el peronismo. Viejos liderazgos, nuevas canciones. Pases de factura, alguna discusión conceptual y mucha disputa posicional, hasta en los terrenos más pueriles. El año pondrá a prueba, una vez más, la metáfora felina adjudicada a Perón, sobre la reproducción del movimiento que fundó.

Más allá de Milei, que en sí mismo es un fenómeno ilustrativo de la crisis de representación, la incógnita es si la cuarentona democracia conseguirá recrearse para solucionarla.

Hasta que la economía diga lo contrario, para una porción de la sociedad, todo vale si el objetivo es destronar al demonizado kirchnerismo. Se machaca porque el núcleo duro, o piso de votos, no cede. Pero parece difícil pensar, en el corto plazo, que quienes no se hayan acercado ya tengan arrojo de saltar la “grieta”, ese éxito publicitario de Jorge Lanata. Así pernoctan un sueño anual figuras como Horacio Rodríguez Larreta, un anti para el K y un K para el anti.

En el camino, han quedado heridos algunos presupuestos esenciales. La decisión de facto ha quebrado los primeros límites legislativos, ante el silencio mediático, la despreocupación social y la permisividad judicial. Del tablero político se apoderó la elasticidad conceptual, a tono con los tiempos de relativismo universal. Las leyes están para cumplirse, pero no tanto. Pocas voces políticas o periodísticas se alzaron contra la violación a procedimientos normados para la aplicación de políticas económicas que, además, son regresivas.

Los casi diez años transcurridos desde 2015 encontraron, sin embargo, límites hasta ahora infranqueables: la designación a dedo de jueces de la Corte, los nuevos intentos de impunidad para el terrorismo de Estado, el ataque a las universidades públicas.

Son posicionamientos sociales nítidos, representativos de una gran mayoría que incluye a votantes de Milei en 2023.

El problema es que todo lo que ocurre debajo de esa línea, pasa y se instala. En gran medida, por la omisión de periodistas y políticos para ejercer sus roles naturales. El momento actual puede pasar, la oposición recomponerse, las luchas posicionales cesar o posponerse. Pero mucho del camino recorrido puede derivar en lesiones permanentes de los consensos largamente construidos. Como decía Alfredo Di Stéfano:

—Para construir una casa, tengo que ir cinco años a la universidad. Para destruirla, sólo necesito un martillo.

Debería ser uno de los aspectos a agendar, aunque no sea el mayor o más urgente, de una oposición que todavía tiene pendiente responderse para qué quiere volver en algún momento a ser gobierno.