Derivaciones poco visibles de las internas
Un problema añadido a aquellos que en lo general conllevan las internas es el impacto que tienen en lo largo y lo ancho del territorio nacional. Las disputas al interior de los espacios políticos no representan un hecho novedoso, sino añejo y natural. Su digestión, en cambio, varía con los aquí y ahora. Actualmente, algunos son
- la persistencia de un tablero político de frentes, que sólo en los múltiples sellos que lo componen encuentran -en ocasiones- alguna forma orgánica;
- la crisis de representación de los partidos políticos tradicionales, que ofrecían menor atomización como premisa de sus propias existencias;
- las disputas posicionales, que en el caso del universo kirchnerista se circunscriben ahora a lo provincial o local, lo partidario o lo futuro, porque el espacio no ejerce el gobierno nacional;
- lo vertiginoso de los cambios en materia de comunicación, con tiempos diferentes a los de la maduración de cualquier construcción política; y
- el escenario inédito que dibuja la irrupción de Javier Milei, cuya astucia radicó en aprovechar el sentimiento hacia la casta, que en España denunció por izquierda Podemos.
Si se admite tal escenario, los riesgos de cualquier interna abierta son múltiples. En particular si se las presenta como irrenunciables, sin que versen sobre líneas estratégicas sino -en el mejor de los casos- tácticas.
Que resulten inocuas no sería un mal corolario, porque podría ocurrir que refuercen la imagen de una clase política entretenida en discutir consigo misma. Los próximos meses pondrán a prueba la metáfora felina de Juan Domingo Perón sobre la reproducción del movimiento que forjó. Por ahora, la decisión de Cristina Fernández de aquietar la última refriega parece la esperable de una lideresa.
Como lectura histórica del pasado cercano, mirada presente o debate a futuro, emergen sin embargo los dilemas sembrados. Aspectos que representaron problemas en los años idílicos y quizá, calmo veredicto de la Historia pendiente, hayan contribuido al sendero de derrotas.
Uno tan particularmente grave como poco abordado es el de las réplicas que las disputas nacionales, con ring en la Capital Federal, tienen en el amplio territorio. Allí donde la población es mayor, pero disgregada. Con singularidades propias, grandes centros urbanos adversos y obtención de votos nómade.
A diferencia de otros gobiernos de la posdictadura, el liderazgo kirchnerista estuvo siempre mediado por múltiples líneas intermedias muchas veces en competencia posicional abierta. Eso no es un demérito del kirchnerismo, porque el desborde de la unicidad se debió a la efervescencia de participación que supuso el renacer del entusiasmo político. La disputa posicional tampoco es per se mala, sino en gran medida natural, aunque en ocasiones bordee extremos pueriles.
Por naturalizado, el sesgo unitario o centralista que define a la política argentina puede impedir observar algunas consecuencias registradas en lo profundo del territorio. El principal: una ruptura entre dos o más organizaciones de un mismo frente puede conllevar problemas suaves para las bases en el AMBA, porque allí son lo suficientemente grandes para brindarles contención, pero generará atomización y diásporas en las urbes del interior. Allí donde el número de militantes es menor en términos absolutos y acaso también relativos, porque la atracción centrista se traduce también en flujos.
Desde la desazón a los problemas operativos, las consecuencias se miden en obviedad. Dificultan la generación o consolidación de liderazgos locales y la obtención de espacios de representación en municipios, provincias o legislaturas subnacionales o nacionales, con votos o fuerza política que cuentan luego en las decisiones relevantes de las agendas que sí salen en los diarios.
La necesidad de una instancia superadora, que se plasmó allá lejos y hace tiempo en la búsqueda de estar Unidos y Organizados, es imperiosa. El mejor garante actual es el Presidente, pero la efectividad final de ese estímulo ya se probó en la respuesta que se llamó Todos.
Desde entonces, el espiral de la caída colectiva recorrió nuevos descensos. Esta vez, es esperable algo más.