El chavismo y su escenario económico
Por Enrique Martínez | Instituto para la Producción Popular
El país con las mayores reservas petroleras del mundo está en Latinoamérica, a un paso de Estados Unidos, el país con mayor consumo de petróleo y gas del planeta. Este vecino tiene una voracidad por garantizarse provisión de energía no renovable, que ha acumulado invasiones y guerras localizadas en el último medio siglo, como no se tiene memoria.
En Venezuela no necesitó Estados Unidos grandes despliegues militares ni diplomáticos durante muchos años. Le bastó establecer un tejido económico, que se extendió con facilidad a la política, para tener concesiones petroleras y llevarse gran parte de lo producido, siendo a su vez el principal abastecedor de alimentos, medicamentos y cuanta cosa se utilizó allí para la vida.
Hasta que apareció el movimiento liderado por Hugo Chávez, para poner en jaque ese estable horizonte de dependencia, con una pequeña cúpula básicamente comercial y más de 20 Millones de personas viviendo mal del derrame, del contrabando, del estado, con la violencia instalada en un tejido social de baja movilidad ascendente.
La herencia recibida por un proyecto político nacido en los cuarteles, pero que por primera vez en siglos buscó honrar los ideales de justicia y equidad de los padres de la Patria, no solo fue una estructura productiva limitada al petróleo, aluminio y hierro, sino una variedad enorme de obstáculos culturales instalados en un pueblo acostumbrado a disponer de gasolina a costo cero para su vehículo; a importar todo lo consumido, legalmente o no; a la violencia urbana o rural y especialmente en la frontera con Colombia; a la corrupción del aparato estatal en cualquier nivel. Como obstáculos físicos, agreguemos que el país concentraba su población en los estados costeros, con un único puente sobre el rio Orinoco y un estado como Amazonia con riquezas de oro, diamantes y luego se sabría coltan para los celulares, sin infraestructura alguna y controlado por verdaderas bandas autónomas.
Este breve resumen, que espanta al escribirlo, sirve de marco realmente asombroso a la intrepidez del chavismo, que se nutrió de la vocación de equidad social de los cubanos, postulando desde el inicio que la muy amplia fuente de recursos petroleros permitiría conseguir la dinámica de desarrollo que los cubanos no lograron.
Su lógica estratégica fue poner recursos a disposición de los desposeídos y de tal manera generar el trabajo en el campo y construir la industria de todo lo que pudiera reemplazar importaciones. Eso, acompañado de iniciativas de integración continental, que le dieran a la revolución el apoyo externo que sería necesario y ja justificación histórica a una idea bolivariana.
En los primeros años del siglo se crearon y apoyaron financieramente decenas de miles de cooperativas. Fue la primera muestra de voluntarismo a gran escala, creyendo que la inexistencia de una cultura emprendedora y de trabajo mancomunado se supliría con inyección de capital. El resultado fue una primera etapa de dilapidación de recursos, que convirtió al término “cooperativa” en mala palabra en el estado.
Se pasó a buscar la construcción de un aparato productivo estatal. Las 200 fábricas socialistas. Para entonces Hugo Chávez y su equipo, mezcla de egresados universitarios y militares a los que se formaba ideológicamente día y noche, ya tenían claro que además del capital necesitaban tecnología y capacitación gerencial. Por eso buscaron apoyo en Argentina, Brasil, China, Irán, más tarde Bielorrusia y algunos buenos convenios con Alemania, Italia y otros países desarrollados. Formalmente, lo consiguieron. Pero el desafío era enorme. Necesitaba un cambio de subjetividad tanto de los funcionarios públicos, acostumbrados a decir discursos bonitos pero mucho menos a respetar la eficiencia, tanto como de los países aliados y en especial de los empresarios o técnicos aportantes de la tecnología.
Un Estado convencido consiguió, sin embargo, que el índice de Gini, que mide la distribución del ingreso, pasara a ser el segundo después de Cuba en la región. Mejoró la infraestructura educativa y sanitaria. Se inició un enorme plan de viviendas que llevó a inaugurar más de 2 Millones en el último lustro.
Los tiempos necesarios eran más largos que lo que se disponía, teniendo en cuenta que el imperio ya pasaba a advertir que el cambio de estructuras era posible. La mayoría de los empresarios extranjeros proveedores buscaron ganancia rápida, frente a la debilidad técnica del control local. Gran parte de la transferencia tecnológica comprometida o no se podía brindar – como el caso de Irán – o los actores privados se desentendieron, como argentinos o brasileños. Los chinos avanzaron con proyectos importantes, como las comunicaciones o las computadoras, con una dependencia de provisiones de partes que daban poca chance de autonomía al receptor. En una década se acumularon gigantescas inversiones industriales y de transporte, pero dolorosamente muchas de ellas sin capacidad operativa propia. Hoy sigue ese elefante dormido esperando.
Hugo Chávez bregó desde el primer día por dar base política e institucional a su movimiento. Elecciones con una frecuencia insólita, todas victoriosas; un partido como el PSUV con millones de afiliados, con elecciones internas en que los candidatos se postulan por internet, accediendo etnias indígenas y espacios locales de toda naturaleza. Y como residuo, la cultura prebendaria, donde el Presidente relevó vicepresidentes y otras partes de la cúpula del Estado, para pelear contra la corrupción, sin lograr ganar la batalla de modo rotundo.
La muerte a los 58 años. La lucidez de tener tiempo de nombrar un sucesor que saliera por encima de las pujas entre universitarios, militares y políticos profesionales. Pero no se había llegado a un nivel de participación popular estructural que se cementara frente al previsible ataque reforzado de Estados Unidos. Se lograron avances enormes. Maduro fue elegido por segunda vez con 6 Millones de votos, inimaginables en un clima internacional tan hostil y tanta tensión interna de calidad de vida, si no se pone en el escenario la subjetividad popular con un nivel de organización superlativo respecto del comienzo del proyecto.
No alcanza. Además de lo dicho porque los aliados sudamericanos que pueden ayudar a salir – Argentina y Brasil – están gobernados por la grosera sin razón, que seguramente surge de una mesa de arena en el norte.
La guerra contra el chavismo empezó casi cuando Hugo Chávez asumió.
Un imperio torpe puede hoy conseguir el caos, no más que eso. Puede acusar a Maduro y sus acompañantes de dictadores y conseguir quienes se hagan eco en toda la región, de esta consigna del “demócrata” Trump.
Discutir esas cosas es volar bajito. El dolor real, profundo, pasa por el callejón en que se encerró a un movimiento que quiere que el mundo sea mejor para todos, que nos necesita a todos para lograrlo. Y no estamos.