El nuevo presidente cubano y su posición sobre la comunidad LGBT
Por Camila Sotomayor
Atravesando el año 59 de la Revolución, Cuba llega al 2018 siendo el país que más invierte a nivel mundial de su PBI, 12,9%, según el Banco Mundial, en la educación pública y gratuita; donde el sistema de salud pública se considera de los mejores a nivel mundial, alcanza cifras de 4,0 por cada 1000 nacidos vivos y encabeza así la lista de los países con menor tasa de mortalidad infantil en América Latina; donde aun así muchos jóvenes eligen ejercer la profesión de taxistas donde pueden ganar por semana lo que cualquier graduado de la universidad que trabaja para el estado gana por mes, y donde recibiendo atención médica completamente gratuita, se escucha a la mayoría de los pacientes quejarse del déficit de materiales o medicamentos. El pasado 19 de abril abrió un puente en la historia de Cuba, ocupando por primera vez en 59 años la presidencia un hombre que no tiene el apellido Castro.
Como muchas cosas que acontecen en la isla, esta noticia tuvo más impacto en el resto del mundo que en nuestro propio país, donde se vivió el traspaso de poder sin las grandes marchas en las calles y sin la liturgia a la cual nos tiene acostumbrado la revolución. A los ojos de muchos cubanos un trámite administrativo que no generó demasiadas expectativas.
Miguel Díaz-Canel "asume la responsabilidad para lo que se le ha elegido con la convicción de que todos los revolucionarios cubanos, desde la posición que ocupemos, desde la labor que realicemos, desde cualquier puesto de trabajo o trinchera de la patria socialista, seremos fieles al ejemplar legado del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, líder histórico de nuestra Revolución, y también al ejemplo, el valor y las enseñanzas del General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder actual del proceso revolucionario"...
Pero, ¿quién es Díaz-Canel, y cómo llegó a convertirse en receptáculo de toda confianza del anterior presidente y del parlamento? ¿Qué espera Cuba y el cubano de su presidencia? ¿y cómo logrará Cuba entrar por fin al siglo XXI y dar respuesta a los postergados cambios que el pueblo cubano demanda desde hace tanto tiempo? Quizás sean estas las preguntas que todos nos hacemos, y ciertamente pocos tienen las respuestas. Yo tampoco las tengo. Pero en los últimos meses empecé a escuchar cada vez más el apellido Díaz Canel del lugar menos pensado.
Antes de seguir, me presento. Soy Camila, tengo 23 años, nací en el distrito de Playa en La Habana. Soy una auténtica nieta de la revolución.
Durante los meses del pasado diciembre, enero y febrero estuve grabando un documental sobre la comunidad LGBTI en Cuba y su relación con un Estado que tiene una deuda pendiente con las trans, travestis, gais y lesbianas de la isla. En los comienzos de la revolución la comunidad fue perseguida, llevada a campos de trabajo y hasta por su auto percepción sexual les eran negados los puestos laborales dentro del Estado. Que hasta hace unos pocos años en Cuba era todo.
A medida que avanzaba el rodaje del documental “Revolución dentro de la revolución” (creo que lo vamos a llamar así), que hicimos junto a Esteban Alfredo Cuevas, y charlábamos con nuestros protagonistas sobre el rol de la dirigencia del PCC, entre tanta discriminación que se vivía en el mundo, siempre surgía el nombre de un joven dirigente del Partido que, a contra mano del pensamiento que predominaba en ese momento, pugnó por defender los derechos de la comunidad. Ya saben de quién estamos hablando.
Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez nació en la provincia central de Villa Clara en 1960, y comenzó su carrera profesional como oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (el ejército) mientras militaba en organizaciones políticas como la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), llegando a ser designado en el año 1993 como segundo secretario del Comité Nacional de dicha organización. Para el año 1994, la comunidad LGBT cubana sufría de incesante discriminación, que podía incluso rozar con la violencia. Dicha discriminación fue y es también producto del machismo y la cultura patriarcal cubana, quizás hasta cierto punto, fomentada e impulsada por el ideal del nuevo hombre revolucionario, que no podría ser menos que bien macho.
Existe un sitio en Santa Clara, capital de la provincia natal del actual presidente, llamado El Mejunje, fundado en los años 80, que es descrito por Silverio, su fundador y director como "un lugar que está dedicado a enaltecer el hombre y respetar a las personas" o sea, lugar de resistencia de gays y lesbianas desde su fundación, y fue el primer lugar en acoger el travestismo en Cuba. Obviamente no podía tardar demasiado para que este sitio tuviera problemas con la policía y los homofóbicos de toda la ciudad, e incluso del país. Por suerte para la comunidad, ya Díaz-Canel ocupaba el cargo de primer secretario del Comité Provincial del Partido, que representa la máxima autoridad política en dicha provincia, y de este modo intercedió para impulsar el desarrollo del proyecto, que hasta el día de hoy sigue funcionando incluso como sede de las reuniones y asambleas del PCC (Partido Comunista de Cuba), pudiéramos decir gracias a su apoyo.
Su posición con respecto al tema no ha cambiado con el paso de los años, así lo demuestra con su presencia en las Galas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia, lo cual lo convierte hasta hoy en el dirigente estatal y político de mayor rango que haya respaldado dichas Jornadas, organizadas por el CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual) dirigido por Mariela Castro Espín, hija de Raúl Castro Ruz, anterior presidente de Cuba. Otro acontecimiento que demostró su comprensión y apoyo al tema fue para el año 2013, durante el debate del Código de Trabajo. Mariela Castro interviene abogando por añadir al proyecto de ley, importantes asuntos como la no discriminación por identidad de género, en adición a la mención explícita de la orientación sexual que ya contenía. Díaz-Canel actúa como mediador de la polémica que crea dicha intervención de Mariela en el Parlamento sugiriendo encargar a una comisión parlamentaria una redacción definitiva de la Ley que considerara todas las posturas, para así propiciar un consenso ante los argumentos técnicos en contra, presuntamente prejuiciosos, de algunos parlamentarios. Aunque recibió el apoyo de Raúl Castro y la aprobación del Parlamento, la nueva ley se pondría en vigor sin incorporar el término identidad de género.
Por otro lado, existe un casi completo desinterés político de los jóvenes cubanos, que cada vez se sienten menos identificados con el proceso revolucionario. Es una realidad que en Cuba la información es limitada y por la creciente influencia de las redes sociales, los jóvenes tienden compararse con sus vecinos más cercanos, Estados Unidos, adoptando sus modas, escuchando su música, viendo sus películas, y hasta cierto punto es inevitable que adopten también su ideología consumista, deseando vivir las "gratitudes" del desconocido capitalismo que a distancia se ve muy tentador. Esta situación se debe quizás a la ignorancia por la falta de información. El joven cubano se compara con países del primer mundo, olvidando a veces su condición de vivir en un país bloqueado y por ende pobre. Es cierto que este discurso parece estar mellado, y parece, por su continua repetición una excusa, más que una realidad. Entonces es deber del nuevo mandato revivir el fervor revolucionario en los jóvenes, revivir el entusiasmo y fuerza de la militancia, y crear nuevas metas, en vez de resaltar los no por viejos menos reales, problemas que todos nos sabemos de memoria. Los jóvenes cubanos, futuro de la patria y continuidad de la revolución debemos vivir este proceso desde adentro. Por esto es deber del nuevo gobierno incluirnos, escucharnos y formarnos, con el fin de seguir convirtiéndonos en mujeres y hombres buenos, mujeres y hombres revolucionarios.